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JORGE GARCÍA BADÍA
Miércoles, 22 de noviembre 2017, 11:51
Cada vez que llegan Nochebuena y Nochevieja invita a su casa a cenar a dos inmigrantes ecuatorianos que se ganan las habichuelas en el campo. Y en las más de tres décadas que lleva trabajando detrás de la barra, un buen puñado de veces les ... ha llenado el estómago a los más desfavorecidos. «Soy solidario con la gente y esto que ha pasado no me va a cambiar; el que nace así, es así», zanja sin titubear Ángel Torres Marín, historia viva de la hostelería de Lorquí. No va a dejar de serlo, ya que ha vuelto a subir la persiana de su bar después de sobrevivir a un robo en el que le machacaron la cara con una piedra. «Fue un cliente de la casa», explica con amargura este hostelero, de 68 años.
Pasaban las once de la noche del sábado 11 de noviembre cuando en el céntrico bar Ángel se adentró M.A., más conocido entre los parroquianos como 'El Pildo'. Iba acompañado de su hija, de solo tres añitos, y de un pitbull. «La niña lloraba y él iba diciendo que iba a matar a su pareja porque no le había dejado nada de cenar a su hija», relataba Ángel a La Verdad, ayer, mientras le cobraba una ronda a unos clientes.
A 'El Pildo', que tiene una orden de alejamiento de su pareja por malos tratos, le tocaba esa noche cuidar a la niña. Viendo que el ambiente se estaba caldeando y que el padre de la menor no localizaba a la madre, el hostelero pensó en echar una mano. «Le dije: 'Dime lo que quiere la niña y yo se lo hago, no te preocupes'. Me daba lástima que una cría tan pequeña estuviese sin cenar a esa hora». Y así les preparó una mesa, como otras veces, antes de que surgiesen los problemas en la pareja, en que todos juntos habían acudido al local.
«Hasta ahora nunca me había causado problemas y no le cobré nada por la cena. A la niña le hice una pechuga de pollo, con un zumo, y al señor le puse una cerveza y un orujo». A pesar de la salvaje agresión que ha sufrido, sigue primando la profesionalidad en las palabras del hostelero.
La hora de cerrar llegó y 'El Pildo' seguía en el local con su hija, por lo que Ángel le invitó a salir. «Era la una y media de la madrugada y le dije que era tarde, que necesitaba descansar y él empezó a decirme que le tenía que llevar a casa de su madre».
El hostelero cogió el teléfono para llamar a la Policía Local porque el cliente se negaba a salir del bar, pero, una vez más, 'El Pildo' apeló a la buena voluntad de Ángel. «Me dijo que se iban a quedar en la calle y colgué el teléfono». Ahí comenzó su pesadilla.
Se fue a por su Citroën Berlingo y subió a la niña, junto al pitbull, en la parte de atrás. 'El Pildo' se situó en el asiento del copiloto para guiarle hasta la casa de su madre, en la Huerta de Abajo en Molina de Segura. «Al llegar se bajó del coche, fue a llamar a la puerta y unos minutos después regresó diciéndome que no estaba su madre, que estaba en el Hospital Morales Meseguer y que le tenía que llevar hasta Murcia».
Ángel comenzó a esbozar su negativa a realizar un nuevo viaje a esas horas, y entonces 'El Pildo' se acercó a la ventanilla y, supuestamente, desató toda su violencia: «No sé si había cogido una piedra o un ladrillo, pero me dio dos golpes en la cara y empecé a echar sangre como un toro».
El agresor volvió a meterse en el vehículo, provisto de una gran piedra, y le exigió que le entregase todo lo que llevase encima. «Parece que me vio coger las perras de la caja antes de cerrar y me dijo: 'Dame el móvil y el dinero que lleves o te mato aquí ahora mismo'». Ángel le entregó la recaudación del bar, unos 600 euros, y el dinero de la venta de lotería de Navidad, otros 300.
«La niña presenció la agresión; no hablaba de lo asustada que estaba», recuerda. El hostelero siguió las instrucciones del supuesto ladrón y volvió a arrancar el vehículo, en dirección a Murcia, pero al adentrarse en un camino de la pedanía de El Llano de Molina se percató de que por el otro carril se acercaba la Policía Local.
«Cuando pasé por delante de la patrulla, quité las llaves del contacto y me tiré del coche en marcha para salvarme». Los agentes vieron por el retrovisor que el conductor había saltado y se detuvieron de inmediato.
'El Pildo' no lo dudó ni un segundo y dejó abandonada en la Citroën Berlingo a su hija y al perro, y huyó a la carrera, sin soltar el botín, a través de unos caminos de huerta.
«Si no tropiezo con los policías ahora mismo no estaría vivo, porque había perdido mucha sangre». De hecho, los policías locales lo trasladaron de urgencia al Hospital de Molina de Segura y luego fue conducido a La Arrixaca para ser sometido esa misma madrugada a una cirugía maxilofacial.
Horas después, la menor fue devuelta a la madre, una mujer de Europa del este. La detención del presunto agresor, M.A., español de 35 años, conocido como 'El Pildo' y 'El Reyes', se produjo unos días después.
Cuenta a sus espaldas con antecedentes por malos tratos y robo, y quedó en libertad a la espera de juicio por supuestos delitos de robo con violencia, lesiones y abandono de menor. «He ido a declarar ante Policía Nacional y he pedido una orden de alejamiento», subraya este hostelero sin entender cómo puede estar en libertad su agresor, el mismo que supuestamente le ocasionó un traumatismo craneoencefálico y un trauma facial, traducidos en una brecha de siete centímetros que recorre su frente y dos enormes morados en sus pómulos. «Me dieron quince puntos para taponar la herida y en los primeros días no podía ni abrir los ojos de lo hinchados que los tenía».
Las heridas que surcan su rostro indignan a sus clientes. «¡Hasta hace poco estaba hecho un monstruo!», clama uno de ellos sin que se le caiga de la boca un mondadientes. «Toda la clientela está con 'pesambre'; no hay derecho a que a una persona buena como Ángel le pase esto y que el otro esté ya en la calle».
El hostelero, mientras sirve un café, admite que «psicológicamente estoy regular» y que sus cinco hijos le han pedido que cierre el bar, pero asegura que está mejor detrás de la barra que en casa dándole vueltas a la cabeza. «Empecé a trabajar hace 33 años en el restaurante Los Periquitos de Fortuna y en Lorquí he regentado tres bares. Llevo cincuenta años cotizados a la Seguridad Social y desde hace tres me podría haber jubilado, pero yo estoy mejor aquí que en mi casa».
Tiene claro que nadie le obligará por miedo a bajar la persiana del bar Ángel y está dispuesto a seguir sirviendo a diario «mi famosa ensalada mixta, los calamares a la romana y las gambas al ajillo ¡Son los platos fuertes de la casa!».
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