María Begoña Hernani (psiquiatra), Miren Bakartxo Lanz (médico) y Lamiaran Uriarte (enfermera) en el interior de la cárcel. Maika Salguero

Osakidetza cuenta con un ambulatorio dentro de la cárcel de Basauri

Cuerpo y mente ·

Para atender las necesidades sanitarias de los reclusos

Domingo, 24 de marzo 2024, 00:21

Conoce el centro de salud Urbi? ¿No ha oído este nombre nunca? No se preocupe, es normal. Se trata de un ambulatorio singular: está en la cárcel de Basauri, ahora llamada oficialmente Centro Penitenciario Bizkaia. Por él pasan todos los reclusos de la prisión. Lo ... hacen al menos una vez durante las primeras 24 horas tras su ingreso. A partir de ahí acuden tantas veces como lo precise su salud física o mental. Porque el de Urbi son en realidad dos consultorios en uno. Sus tres profesionales atienden cada día una treintena de consultas médicas, otras tantas de enfermería y unas 20 de psiquiatría.

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Las patologías más comunes que tratan estas profesionales están relacionadas con traumatismos y contusiones. Lejos de lo que se pueda pensar, en su mayoría no se deben a peleas entre internos. «Les encanta el fútbol. Hay una liguilla interna y hay bastante intensidad en los partidos. Así que atendemos muchas lesiones», cuenta Miren Bakartxo Lanz, la médico de este centro de salud penitenciario. Para reducirlas, explica Vicenta Alonso, directora del centro penitenciario, se está aplicando la metodología del Walking Football (fútbol andando en el que se penaliza el contacto físico) de la mano de la Fundación Athletic.

Pero los golpes y roturas no es lo único que atienden. Como le sucede al resto de la población, a los reclusos les afectan los virus respiratorios. En invierno es habitual que los internos enfermen de gripe o de otros gérmenes estacionales. En cambio sí que son más específicas que en un ambulatorio al uso otras enfermedades. Sucede con las infecciosas que sufren algunos de estos pacientes. Es el caso de la hepatitis y el VIH. Ambas guardan relación directa con los problemas de adicciones de algunos internos. El consumo de drogas ha llevado a una parte a sufrir problemas psiquiátricos. Una dependencia a estas sustancias que, en buena parte de esos casos, «está asociado a la comisión de delitos», explica María Begoña Hernani, psiquiatra de centro.

El perfil de paciente al que atienden es el de una persona de entre 35 y 55 años, aunque los hay también mayores y menores. «Nos encontramos con internos que nunca antes habían estado en el médico», añade Lamiaran Uriarte, enfermera y responsable de este centro de salud. Algunos, apunta, vienen de la calle. «Dormían literalmente debajo de un puente», indica. Por eso al llegar les hacen una revisión médica para conocer su estado, los problemas de salud que puede sufrir, si han recibido vacunas… «Hay casos sorprendentes. Algunos llegan fatal a nivel de salud y en cuestión de tres semanas de cuidados o tratamiento el cambio para bien en su salud es importante», cuenta Lanz. Alonso destaca que estas sanitarias «muchas veces tienen que empezar de cero con los pacientes. La prisión supone para ellos la primera oportunidad que tienen de cuidar su salud».

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Adherencia al tratamiento

La medicación se administra bajo vigilancia para asegurarse de que los pacientes la toman

Labor psicológica

En esa primera valoración los reclusos primerizos suelen estar asustados. Les impone la cárcel. «Para que se tranquilicen les decimos que esto es como un hospital. Vienen con la idea de que se van a encontrar un entorno adverso y es bastante más amigable de lo que se piensan», afirman.

A una parte de los reclusos la prisión les sirve para «romper con su etapa anterior». Desde el centro de salud les animan a iniciar el camino a la reinserción. «Intentamos que vean la cárcel como una oportunidad. Aquí termina mucha gente con vidas complicadas y dinámicas autodestructivas. Les decimos que esta es la primera estación de una vida mejor, que no van a volver a delinquir», explica Hernani. Con los reos hacen mucha labor psicológica y les animan a «ir a la escuela del centro penitenciario». La mayoría de los reclusos «no tienen ni la ESO».

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Una de las rutinas en la que es pionera Urbi es «la administración de la medicación observada». Los internos con una serie de fármacos prescritos -en ocasiones no son pocos- se los toman en presencia de la enfermera. De esta forma se garantiza su adherencia al tratamiento. Otra de las singularidades de ese centro de salud es que el personal médico y el de enfermería, que dependen de la OSI Bilbao-Basurto de Osakidetza, trabajan codo con codo con la psiquiatra enviada por la Red de Salud Mental de Bizkaia.

Las tres sanitarias coinciden en que la carga emocional de su labor en prisión es mayor que la que soportaban cuando ejercían su profesión en un centro de salud estándar. Están muy implicadas. «Es muy gratificante conseguir que mejoren estas personas con situaciones tan complicadas, pero también es duro. Cuando acabas la jornada cuesta más desconectar», reconocen. Lo que tienen muy claro es que, si está en sus manos, no volverían a un ambulatorio de calle. «Aquí tenemos la sensación de que lo que hacemos tiene una mayor relevancia social y es más importante».

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«La mayoría de las veces no sé por qué están presos ni se lo pregunto»

«Son nuestros pacientes y les tratamos como personas. La mayoría de las veces no sé por qué están aquí ni tampoco se lo pregunto», explica Miren Bakartxo Lanz, médica del Centro Penitenciario Bizkaia. Lamiaran Uriarte, enfermera y responsable del ambulatorio de la prisión, asegura que la cárcel es un lugar muy tranquilo y controlado para trabajar y que el personal de Osakidetza que ejerce allí no suele sufrir incidentes. Y cuando suceden «tampoco son diferentes a los que se dan en cualquier ambulatorio». En este sentido, y al margen de las enormes medidas de seguridad existentes, dice que los reclusos les tratan «con respeto». «Trabajamos sin miedo. Seguro que el personal de las Urgencias de un hospital puede estar en ocasiones más inquieto».

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