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S. Sánchez | L. Villa | A. Bringas | A. Verano
Lunes, 17 de marzo 2025, 07:01
Los cuatro jóvenes que perdieron la vida en el accidente de tráfico en el Puerto de Lunada eran vecinos del distrito de Puente de Vallecas ( ... Madrid). Eran dos parejas de jóvenes de 20 y 21 años que, en compañía de otros cuatro amigos, habían viajado hasta Cantabria para celebrar el cumpleaños de uno de ellos en una casa rural situada en el Valle del Pas.
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Tres de los cuatro fallecidos eran muy conocidos en la zona donde residían. Habían estudiado en el instituto Antonio Domínguez y en el Instituto de Formación Profesional de Palomeras. También pertenecían a la asociación sociocultural juvenil Krecer de Vallecas. Tres de los muertos, Izan, Ana y Juan Ramón, colaboraban con esta entidad, que organiza desde 1990 actividades socioculturales y talleres para chavales. Al cuarto fallecido se le conocía como Mochi.
El destino era una cabaña pasiega en San Roque de Riomiera, donde habían planeado pasar el fin de semana, pero a falta de los últimos kilómetros y en cuestión de segundos la mitad de ellos encontró la muerte en la oscuridad del Puerto de Lunada. Se trata de un destino habitual para cientos de cicloturistas y paseantes vizcaínos. Y el sábado fue el escenario del peor accidente ocurrido en Cantabria en las dos últimas décadas.
Eran las diez de la noche cuando los dos vehículos del grupo enfilaron este estrecho paso de montaña que comunica Las Merindades y los Valles Pasiegos. Al parecer regresaban de un restaurante que les habían recomendado. Posiblemente, ajenos al recorrido que tenían por delante, se adentraron por el camino más peligroso en una noche heladora y rodeados de nieve. Por causas que todavía se investigan, uno de los coches –un Audi A3 con ocho años de antigüedad y que presentaba unos neumáticos «lisos», según fuentes policiales– que circulaba por la CA-643 se salió de la vía en el kilómetro 12,700, a la altura del mirador de Covalruyo, en la localidad cántabra de Soba, y se despeñó por una ladera de más de 300 metros. Sus cuatro ocupantes, dos chicos y dos chicas, de entre 20 y 21 años, murieron en la brutal caída. Los cuatro llevaban el cinturón de seguridad puesto en el momento del accidente.
El vehículo se precipitó al vacío en una curva de la carretera que carece de guardarraíles en gran parte de su sinuoso trazado. En su caída, cruzó otro tramo de vía situado 262 metros más abajo, en el kilómetro 11 de la carretera, según informaron agentes del medio natural presentes en el lugar del accidente. Tras ello, continuó rodando ladera abajo, dando vueltas de campana durante varios metros más hasta que se detuvo en la nieve.
Las huellas del trágico suceso aún eran visibles la mañana de ayer, horas después de lo ocurrido. A su paso, el turismo dejó numerosas piezas desmembradas, así como pertenencias de los pasajeros, entre ellas calzado, ropa e incluso comida envasada, que amanecieron cubiertas por una fina capa de nieve. A duras penas se podía localizar el coche en la ladera a la luz del día tras los golpes de la caída y por su color gris, que se confundía con el paisaje nevado.
En lo que coincidían ayer los vecinos de la zona es en la peligrosidad de la carretera a causa de su pendiente y los pocos elementos de seguridad, a lo que hay que añadir la complicación de la nieve. De hecho, desde ayer por la mañana esta vía estaba señalada en rojo en el mapa de la DGT, desde el kilómetro 2 en La Concha al 13,9 en Valdició, lo que implica que los turismos deben contar con cadenas o neumáticos de invierno, mientras que los camiones y vehículos articulados tienen prohibido el paso. En el punto donde el coche se precipitó al vacío aún podían verse horas después las marcas de los neumáticos dirigiéndose al abismo. «Son rodadas limpias», según indicaron los agentes del medio natural, aunque la nieve ya había borrado parcialmente las huellas.
A primera hora de ayer, la Delegación de Gobierno en Cantabria convocó una rueda de prensa de urgencia para informar de los primeros detalles de la investigación del accidente, donde intervino el jefe provincial de Tráfico, José Miguel Tolosa. «Los que conocen esta carretera saben que hay un precipicio bastante pronunciado. Tras salirse de la vía, el vehículo cayó en tonel, dando muchas vueltas de campana, lo que hacía presagiar que todas las consecuencias del accidente tenían que ser muy graves, como así realmente fueron después», lamentó Tolosa.
La nieve, en su opinión, no fue la principal culpable. Más bien, pudo ser una confluencia de factores: «Es una carretera muy estrecha y podría haber algo de hielo en la calzada, así que cualquier maniobra o cualquier distracción... Quizás en otro tipo de carretera hubiera tenido unas consecuencias mucho más pequeñas, pero en este caso provocó el despeñamiento del vehículo», explicó Tolosa.
Hasta el lugar de los hechos se desplazaron bomberos del parque de emergencias de Villacarriedo, bomberos de Santander, personal de mantenimiento de carreteras, la Guardia Civil de Tráfico y personal del 061. Además, debido a la dificultad para acceder a la zona en la que quedó detenido el coche, también participaron técnicos de rescate del Gobierno de Cantabria. Las complicaciones fueron de tal calibre que la operación duró casi cinco horas, desde que se desplegó el operativo de rescate de los cuerpos una vez certificada la muerte de los cuatro jóvenes –a las 01.25 horas– hasta que todo terminó a las seis de la mañana. Poco antes del amanecer.
Durante ese tiempo, un equipo de diez especialistas participó en las maniobras de excarcelación y de reporte de las víctimas, trasladadadas al Instituto de Medicina Legal, donde ayer mismo se les practicó la autopsia y, posteriormente, los cuerpos fueron entregados a sus familiares. Al lugar del siniestro también se movilizó por parte del Gobierno de Cantabria al equipo de psicólogos para atender a los cuatro amigos que viajaban en el segundo vehículo, consternados y en shock por lo sucedido. Todos eran amigos desde el colegio. Fueron trasladados a un alojamiento, el Hotel Adelma, a la espera de que llegaran sus familiares desde la capital española.
El alcalde de Soba, Julián Fuentecilla, apunta que ese tramo, considerado una peligrosa trampa cuando hay nieve, «debería cerrarse al tráfico, para que nadie se acerque» cuando la meteorología sea adversa. Además, justo en estos días en los que la zona está nevada acuden numerosas personas a Lunada, donde antaño hubo una estación de esquí, para disfrutar de la nieve. Más aún en un fin de semana como este, que podría haber sido el último de la temporada. De hecho, ayer domingo la carretera de acceso a Lunada desde Soba estaba intransitable por la cantidad de hielo y nieve que presentaba. La localidad ha decretado tres días de luto por el fatal accidente.
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