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Juan Ignacio Pérez (Salamanca, 1960) asegura que, en momentos de crisis como el de la pandemia del coronavirus, la ciudadanía tiende a desarrollar comportamientos «prosociales, ... colaborativos». «Es una especie de instinto de conservación grupal», afirma el exrector de la Universidad del País Vasco.
- ¿Hay dos sociedades distintas por la pandemia, la del confinamiento y la de la desescalada?
- Durante el confinamiento solo salíamos a hacer las compras, y yo percibí mucho miedo. Era consciente de que una parte importante de ese miedo era irracional porque, objetivamente, la probabilidad de que te tocara era muy baja, aunque, desde el punto de vista social y poblacional, el peligro era altísimo. Hay que diferenciar estos dos planos. Ahora lo que veo quizás es todo lo contrario, una sociedad demasiado despreocupada. Yo sé que hay gente que sigue confinada voluntariamente. La calle no les ofrece nada que les compense sobreponerse a ese temor. Es un sentimiento protector. Veo, eso sí, comportamientos de mucho riesgo entre la gente joven, adolescentes.
el nuevo mundo
- La ciudadanía ha sido como un 'rebaño' durante tres meses, con los mismos deberes y las mismas obligaciones. Cuando se disgregue ese 'rebaño', ¿hay riesgo de un 'sálvese quien pueda'?
- No... Yo no tengo una opinión taxativa en plan la gente es mala o la gente es buena. Si utilizamos los términos malo y bueno es porque, en realidad, hay de todo. La misma persona dependiendo de las circunstancias tiene un comportamiento en unos casos y en otros el opuesto. No hay categorías absolutas. Pero, en términos generales, sobre todo en momentos de crisis, la gente tiende a tener comportamientos prosociales, colaborativos. Es una especie de instinto de conservación grupal. Tendemos a portarnos bien en situaciones de crisis. En este sentido, tengo buena opinión de la especie.
- ¿Nos encaminamos hacia una sociedad más desconfiada?
- No creo que un episodio de esta naturaleza vaya a hacernos retroceder significativamente. Lo que pasa es que hay cosas negativas que ya somos. Por ejemplo, somos crédulos con las malas noticias, lo que tiene un cierto componente de autoprotección. En la medida en que eres consciente de los peligros, tiendes a protegerte más. Pero no tengo la sensación de que esto vaya a dejar una herida permanente. Soy muy escéptico en general con los grandes cambios. Se producen, pero lentamente.
- ¿Hasta qué punto nos da miedo sentirnos tan vulnerables ante algo que no vemos?
- Es una amenaza fantasma. Yo no me veo más vulnerable, quizás porque, a punto de cumplir 60 años, empiezo a tener achaques que pueden tener consecuencias fatales en cualquier momento. Me genera más preocupación por mi entorno, mi familia, mis amigos. Y luego me inquieta algo que igual no se entiende bien, que es el modo de vida. Tengo mucho miedo a perderlo. Hay gente que dice 'es que para volver a vivir como vivíamos no merece la pena'. Bufffff... Yo y muchísima gente piensa 'virgencita, que me quede como estoy'. Pequeñas cosas, como en mi caso poder ir a las librerías, son importantísimas.
estado de ánimo
- ¿Y dónde hay que mirar para encontrar seguridad?
- La gente quiere certezas y seguridades, porque la incertidumbre genera mucho estrés. Pero, en general, tengo una manera de ver las cosas optimista. Te puede tocar la lotería en sentido negativo y que un familiar fallezca o lo pase muy mal, pero tiendo a pensar que esto pasará. Con dolor, eso sí, y con unos problemas económicos muy serios que nos van a dar mucha guerra. Ahora estamos todos con el 'shock' de recuperar la vida normal, pero es que luego va a venir el otro 'shock', de más largo plazo, que es el de tener unos estándares de nivel de vida individual y colectivo equivalentes a lo que teníamos. La sanidad cuesta dinero, la educación cuesta dinero, las calles limpias cuestan dinero... Y este dinero sale de la actividad económica, que se está resintiendo mucho.
- ¿Somos conscientes de lo que nos está tocando vivir o lo observamos como un mal sueño?
- No somos conscientes de las consecuencias económicas y sociales que puede tener, de adónde nos puede conducir. Somos muy afortunados, esto no es Perú, donde se ha duplicado el número de muertes. Y tampoco somos conscientes de que estamos viviendo un momento histórico en primera persona, como actores principales. Hemos vivido la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento del imperio soviético, la emergencia de China como superpotencia, la llegada del hombre a la Luna, pero no habíamos vivido un acontecimiento histórico que nos hubiera afectado tanto en nuestras vidas, y esto no deja de ser una experiencia que también nos enriquece personalmente.
asimilación
- ¿Nuestro sistema de valores ha quedado en entredicho?
- Esa es una cuestión muy personal. Yo valoro los libros, y luego esto (señala su móvil), la televida, va a salir muy reforzada, porque hay unos incentivos tremendos para invertir por parte de las empresas que se dedican a esto. Probablemente, va a ser la única novedad a largo plazo que vamos a tener.
- Durante la pandemia, ¿qué o quién le ha sorprendido para lo bueno y qué o quién para lo malo?
- Me ha reforzado la excelente opinión que tengo del personal sanitario y, en general, del que se dedica a cuidar a personas y a atendernos en cosas muy básicas. La gente que trabaja en las residencias, que se ha estado jugando la vida, empleados de supermercados... Quizás lo que no me gusta son ciertas demandas de alguna gente que pide que se le garantice que no se va a contagiar. El riesgo cero no existe.
- ¿Socializaremos como siempre, o seremos más inseguros, más precavidos?
- Yo creo que eso se pasará. Ahora nos insisten mucho con las distancias, y si hablamos de grupos medianos, de entre 15 y 20 personas, hay que tener cuidado, porque las probabilidades de encontrarte con alguien que esté contagiado ya no son ridículas. Pero en grupos pequeños, dos personas, esto va a ser bastante llevadero y recuperaremos cierto nivel de normalidad. Hay que recuperarlo poco a poco. Es que la vida de otra manera pierde tantos alicientes...
la normalidad
- Ya había diferencias acusadas antes, pero la desigualdad va a ser un elemento distintivo de los nuevos tiempos. ¿La sociedad está concienciada para no dejar a nadie atrás?
- La idea de no dejar a nadie atrás es un máxima que hay que machacar, por si hubiera tentaciones de no hacer lo necesario. Hay una cosa que no sé hasta qué punto está formulada correctamente, que es la noción de la dignidad. Esta noción es muy difícil de definir, y, por tanto, muy difícil de objetivar en políticas públicas. Pero estoy seguro de que todos nos pondríamos de acuerdo en definir situaciones dignas e indignas. Sobre todo, en las indignas. Deberíamos tener un sistema de protección social que garantice unos mínimos de dignidad en los que estemos todos de acuerdo.
- ¿Por ejemplo?
- Hay que aspirar a que nadie pase frío de verdad en sus casas, a que nadie pase hambre, a que si alguien está enfermo vaya a ser atendido y no va a pasar por unas circunstancias de dolor extremo, a que todos tengamos acceso a unos bienes culturales básicos... Esto es irrenunciable. ¿Nos gastamos 60.000 millones de euros en rescatar bancos y nos vamos a poner estrechos ahora? ¿Pero de qué estamos hablando?
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