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jesús nicolás
Sábado, 4 de septiembre 2021
Quince toneladas de peces y algas muertas. Ese es el tamaño del desastre al que asiste María Teresa desde su apartamento en La Manga. Los cangrejos que un día tocaban sus pies ya no están. Los caballitos de mar, símbolo de este ecosistema único, tampoco. ... Un espejismo de un pasado que hoy está un poco más lejos de volver. Esta basauritarra asiste al «bochornoso» espectáculo de la «desidia», vestida de negro, en luto por ese remanso de paz y buen clima que la ha acogido durante 26 años. «Es como si se muere un ser querido y te obligan a convivir con su cadáver».
Este es el desolador panorama que se respira en las desiertas playas de la laguna salada más grande Europa, que la semana pasada vivía una segunda gran mortandad. «La crónica de una muerte anunciada» para sus vecinos. Muchos de ellos vascos, como José Manuel Etxebarria, que vieron en sus orillas su particular paraíso terrenal. Un lugar que poco se parece a aquel en el que se estableció en 1983. Entonces la zona la poblaban terrazas de almendros y algarrobos; «ahora todo es una gran factoría de lechugas y melones». Una agricultura intensiva que, asume, es «la verdadera culpable» de este desastre medioambiental.
Desde que el constructor Tomás Maestre fijara en los 60 su mirada en la delgada lengua de arena que separa 'los dos mares', ya se hablaba de que el turismo, esa gallina de los huevos de oro, podría acabar siendo la perdición del Mar Menor. No obstante, no empezó a mostrar síntomas de agotamiento hasta 2016. Entonces el nuevo 'Dorado' fue el Trasvase Tajo-Segura. Las grandes empresas agrícolas levantaron invernaderos y enormes canales para evacuar al mar la salmuera de sus desaladoras ilegales. Hasta que la laguna dijo basta. Los nitratos vertidos incrementaron el fitoplancton en el agua y generaron una capa superficial viscosa, casi opaca, que evitó que la luz llegara al fondo marino. Aquel año las extensas praderas de posidonia que nutrían de oxígeno las aguas murieron en medio de una inmensa sopa verde.
Desde entonces los hábitos de los bañistas cambiaron. «Tengo el 'Menor' a 10 minutos de casa. Solía ir con mi suegro y mis hijos porque allí el agua está más caliente y calmada», recuerda Tere. «Ya hace diez años que no voy. Cada vez que me metía al agua me picaba todo el cuerpo».
Unas primeras señales que, sí, podían empeorar. En 2019 las lluvias torrenciales descargaron con toda su furia, inundaron los pueblos ribereños y dejaron un paisaje devastado en lugares como Santiago de la Ribera. Allí veranea el vitoriano Manuel Ruiz. Todavía hoy sufre los efectos de las riadas. «Puede estar el agua transparente pero, cuando entras, te das cuenta de que estas pisando fango. Da mucho repelús».
Aquel año a la tormenta no siguió la calma. Todo lo contrario. Días después, los arrastres de tierra y fertilizantes desplomaron los niveles de oxígeno y los peces se agolparon en las playas tratando de escapar a la asfixia. «Han envenenado el mar por sacar cuatro lechugas más», lamenta Ruiz.
«Cada vez vamos al Mediterráneo», confiesa Iván. Este vitoriano también lleva 30 años en esa localidad del municipio de San Javier. «El Mar Menor es muy sensible. Esto ha sido un aviso muy serio». Él, como Pilar Andrés, se resiste a abandonar la laguna. Desde que se jubiló hace 17 años, esta santurtziarra vive a unos escalones de la playa. «Sé que se han hecho las cosas mal desde el principio, pero para mí estar aquí es como estar en el cielo», asegura.
Las estampas veraniegas murcianas, pues, no dejan de ser curiosas. En La Manga, a un lado, una playa abarrotada, y a unos metros, otra desierta. Han preferido dar la espalda a un mar, para dar la cara al otro. Desde allí Jesús Dorado otea en el horizonte el desastre y lo observa aún 'lejano'. Criado en el barrio de Begoña, se instaló hace 20 años y abrió el restaurante El Búho. «Es el mejor verano en años. Llenos todo el día». Un aparente alborozo que, reconoce, responde más a las ganas de salir tras la pandemia.
La esperanza es lo último que se pierde, pero el desánimo ya hace mella. «Los murcianos no lo han sabido valorar. No les ha preocupado convertir la perla del Mediterráneo en una cloaca», denuncia Etxebarria. La sensación entre estos paisanos es que los políticos «tratan de escurrir el bulto» en lugar de encarar el problema. Mientras, kilos de salmuera siguen llegando por las ramblas. «El Gobierno regional tiene las competencias, pero no tiene interés en solucionarlo. La agricultura no da tanta riqueza como el turismo. Esto solo enriquece a cuatro terratenientes», zanja.
En Los Nietos o Los Urrutias ya se cuelgan por decenas carteles de 'Se vende'. Casas «con los precios tirados», como dice Jesús, que, seguramente, no encuentren comprador. Quién sabe si el Mar Menor tendrá la resiliencia para sobreponerse a este nuevo golpe, pero la tentación de marchar ya está ahí. «Me quedo porque el clima es una gloria, pero si esto sigue así...», piensa Tere.
toneladas de peces muertos se recogieron en el Mar Menor en las últimas dos semanas de anoxia, según calculan brigadas de los ayuntamientos y la comunidad autónoma murciana.
A menudo se señala como responsables de este desastre ambiental a los regadíos que rodean la laguna. Cinco empresas están investigadas en el caso 'Topillo' por desalaciones irregulares y vertidos de nitratos.
«La agricultura no genera tanta riqueza ni empleo como el turismo. Esta situación solo beneficia a cuatro terratenientes y unas multinacionales»
Muchas han sido las ideas para dotar de mayor protección al Mar Menor, pero la más curiosa es la que busca convertirlo en 'persona jurídica' a través de una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que defienden varias plataformas murcianas. «Es un tipo de sujeto presente en el derecho internacional. Hay muy pocos casos en el mundo. Este podría ser el primero de Europa», asegura Paco Andreu, coordinador en Euskadi y Navarra. De hecho, ya llevan recogidas 300.000 firmas en España. En el País Vasco aún no cuentan con un punto fijo de recogida, pero ya han establecido una red de 16 fedatarios y, aunque solo han recabado 700 apoyos, consideran que la respuesta está siendo «muy positiva». El próximo domingo estarán en el Arenal bilbaíno.
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