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Dos estudios de ADN, que se publican esta semana en las revistas 'Cell' y 'Science', ilustran y complican considerablemente la expansión humana por América. Los trabajos, en los que en total se han analizado 64 genomas de antiguos americanos, revelan la existencia de varias ... oleadas migratorias desconocidas y uno confirma la existencia en Brasil hace 10.000 años de individuos con un genoma que procedería de Australasia.
Los primeros humanos llegaron desde Siberia hasta las puertas de América hace unos 25.000 años. Después de milenios aislados en Beringia –región formada por el extremo este de Siberia, el estrecho de Bering y Alaska–, la retirada del hielo a finales de la última glaciación propició su entrada en Norteamérica hace 15.000 años. Lo hicieron ya divididos en dos poblaciones genéticamente diferenciadas: una está en el origen de la cultura de Clovis, que se desarrolló en el sur de Estados Unidos y México, y de los primeros humanos que llegaron hasta Patagonia; la otra fue hacia el nordeste y dio lugar a los antiguos pobladores del sur de Ontario.
«De los beringios no tenemos nada. Sabemos que estuvieron ahí por el genoma de sus descendientes», explica Antonio Salas, genetista de la Universidad de Santiago de Compostela y coautor del estudio de 'Science', para el que se han secuenciado 15 genomas de Alaska a Patagonia, 6 de ellos de más de 10.000 años. «Hasta ahora hablábamos de un modelo sencillo de expansión en dirección Norte-Sur, pero hemos comprobado que eso era demasiado simplista», admite el investigador gallego. Hubo una primera migración hacia Sudamérica «que llegó hasta Patagonia muy rápidamente, en unos 1.000 años», señala, pero la genética ha descubierto ahora otras.
«Hemos identificado dos oleadas migratorias desconocidas», indica Domingo Carlos Salazar, arqueólogo molecular e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco (UPV), y uno de los firmantes del artículo de 'Cell'. Los autores de este trabajo, que han analizado 49 genomas antiguos de América Central y del Sur, han descubierto rasgos afines a los de los individuos de la cultura de Clovis en los genomas de humanos de Belice, Chile y Brasil de hace unos 10.000 años. Hoy ese linaje de Clovis no existe en Sudamérica. «No sabemos cuándo ni qué población les reemplazó, aunque el proceso empezó hace unos 9.000 años», dice el científico de la UPV. Además, el ADN antiguo revela que «hubo otro flujo migratorio procedente de las islas del Canal (California) que hace al menos unos 4.000 años llegó hasta los Andes centrales».
Los autores del artículo de 'Science' han encontrado, asimismo, pruebas de otra expansión desde Mesoamérica hacia la Gran Cuenca de Norteamérica y hacia Sudamérica hace unos 8.700 años. Más lenta, esta ola no llegó a Patagonia hasta hace unos 5.100 años y es con la que están emparentados la mayoría de los grupos humanos sudamericanos actuales. «Pudieron ser los que borraron a los Clovis de Sudamérica», aventura Salas, quien destaca cómo la genética está descubriendo que «el poblamiento de América fue mucho más complejo de lo que creíamos». «Y la historia se complicará más según vayamos secuenciando más genomas y bajando más al detalle», adelanta Salazar, investigador asociado del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.
La mayor sorpresa ha sido la confirmación por el equipo del que forma parte Salas de la existencia, hace 10.000 años en Lagoa Santa –cerca de la costa atlántica brasileña–, de individuos con rasgos genéticos propios de poblaciones de Australasia, región formada por Nueva Guinea, Australia, Nueva Zelanda, Polinesia y Micronesia. «¿Cómo llegaron individuos de Australasia hasta Brasil? Es lo más disruptivo. Trastoca todas las hipótesis. Ninguno nos esperábamos algo así«, reconoce el genetista, quien cree que no se trata de ningún tipo de contaminación o ruido. Ese 'genoma fantasma', como lo llama Salas, es un enigma para futuras investigaciones. Un misterio del que el otro equipo de científicos no ha encontrado ni rastro.
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