Los coches del príncipe salen de Mónaco
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Una selección de la colección de Alberto II se exhibe en el Museo Nacional del Automóvil de la ciudad francesa de MulhouseAbraham de Amézaga
Domingo, 18 de agosto 2024, 01:15
En la plaza del casino, además del bello edificio de Charles Garnier -'padre' igualmente de la ópera parisina- y las boutiques de lujo y joyerías, destacan los automóviles de gran cilindrada y elevadísimos precios. Una desmesura que Montecarlo, barrio y a la vez centro del ... segundo país más pequeño del mundo, muestra con total naturalidad. Conocido por los amantes del deporte y el motor por su famoso Gran Premio de Fórmula 1, que tiene lugar cada mes de mayo, el mundo de las cuatro ruedas cuenta además allí con un espacio permanente abierto al público muy especial: la colección privada de coches del príncipe Alberto, que estos meses está siendo noticia, sobre todo en Francia.
Y es que el Museo Nacional del Automóvil de la ciudad de Mulhouse, en la región de Alsacia y limítrofe con Alemania y Suiza, puede presumir con orgullo de ser el primer lugar del mundo fuera de Mónaco que acoge ahora una muestra representativa de estos vehículos tan especiales. «Es la primera ocasión en la que un número importante de automóviles de la colección del príncipe se expone fuera. Hemos tenido el privilegio de contar con veinte del centenar que se muestran permanentemente en Mónaco», señala en conversación telefónica Richard Keller, que fue conservador del mencionado museo durante dos décadas y es el actual comisario de la exposición.
Entre los modelos más especiales que se exhiben en 'De Mónaco a Mulhouse' -este es el título de la muestra- destaca el que condujo por vez primera Alberto II en cuanto se sacó el carnet, un Lotus Seven IV, de 1971; un vehículo de rally, guiño al Grand Prix de Mónaco y a la pasión del alto mandatario por el deporte; y el tantas veces fotografiado durante su enlace con la princesa Charlene Wittstock en 2011, un Lexus LS 600h descapotable e híbrido. Se trata de un modelo único que solo fue utilizado en una única ocasión, su boda. También hay lugar para una motocicleta en este garaje de lujo. En concreto, la Humber con la que Alberto I recorrió Francia, en 1903.
Una colección que el actual príncipe heredó en parte de su padre, Rainiero III, que comenzó en la década de los 50 del pasado siglo, y que ha ido enriqueciendo con el paso de los años, porque este tema «me interesa particularmente», como ha señalado en alguna ocasión. Hace más de tres décadas se inauguró su museo, que desde 2022, coincidiendo con el centenario del fallecimiento de Alberto I, cuenta con un nuevo espacio, en el puerto Hércules. Allí, en el Principado, se pueden admirar desde el modelo más antiguo, una diligencia berlina hipomóvil de 1865, con el escudo de armas de Carlos III, hasta propuestas más cercanas a nuestros días, y donde el siglo XX es protagonista.
El Museo Nacional del Automóvil de Mulhouse, que lleva unido a su nombre el de Colección Schlumpf, al ser el apellido de los célebres hermanos que la iniciaron, es una de las colecciones privadas de automóviles más importantes del mundo, con más de cuatrocientos modelos, entre ellos más de un centenar de la casa Bugatti -el preferido del príncipe es el Royale coupé Napoleón, de 1929- cuya manufactura se encuentra a alrededor de un centenar de kilómetros de allí. En cuanto al resto de firmas automovilísticas de alta gama que muestran, destacan coches procedentes de las españolas Hispano-Suiza y Pegaso.
Ahora todos estos fondos se enriquecen hasta el 3 de noviembre con la veintena de automóviles llegados de Mónaco, acompañados de fotografías y vídeos. «Es una manera de acercarse a la personalidad de Alberto II, a sus gustos. Si alguien piensa que en la exposición va a ver solo modelos de alta gama y prestigiosos nombres, está equivocado: conviven desde utilitarios a grandes modelos, de diferentes épocas, porque es una colección en absoluto especulativa, sino hecha desde la pasión», en palabras de Keller. Un modo lúdico y diferente de aproximarse a una personalidad, cercana en las distancias cortas, y que a pesar del trágico accidente en el que perdió la vida su madre, la princesa Gracia, en 1982, ha seguido manteniendo viva su afición por las emociones que depara el mundo de las cuatro ruedas.
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