Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Veinte años le ha llevado a Juan Luis Arsuaga (Madrid, 1954) madurar su última obra de divulgación. 'Vida, la gran historia' (Destino) es el libro que siempre quiso escribir, admite el paleoantropólogo. Habla de la historia de la vida en nuestro planeta, de cómo la estamos descubriendo y también de cómo puede ser en otros mundos, un tema que apasiona al codirector de las excavaciones de Atapuerca.
– ¿Hay alguien ahí fuera?
– Sí, seguro. Bacterias hay. Soy de los que opinan que ahí fuera hay mucha bacteria y poco más.
– ¿No hay seres inteligentes?
– Puede haberlos, pero a una gran distancia. Imagínate que en la galaxia hay cinco inteligencias como la nuestra. Puede que la más cercana esté a decenas de miles de años luz.
– Es pesimista...
– Con respecto a posibles encuentros, sí. Pero, mira, los astrónomos han descubierto ya más de 4.000 exoplanetas, mundos que giran alrededor de otros soles, y bastantes están en la zona de habitabilidad. Pronto serán capaces de conocer la composición de las atmósferas de esos mundos.
– Y saber si hay vida en alguno de ellos, ¿no?
– Lo vamos a saber en diez años. Supongamos que la vida es como la que conocemos, basada en el carbono y el oxígeno. En la Tierra hasta hace unos 2.000 millones de años no había bacterias que produjeran oxígeno y, cuando aparecieron, el oxígeno no se fue inmediatamente a la atmósfera, sino que se dedicó a oxidar el hierro. Solo detectaremos el oxígeno de aquellos planetas donde la vida esté muy avanzada, como era la Tierra hace unos 600 millones de años. Puede haber vida bacteriana por ahí y que no lo sepamos. Está difícil, pero, entre miles de planetas tengo la esperanza de que haya alguno con oxígeno en la atmósfera.
– ¿Y con seres inteligentes?
– Alguno.
– ¿Cómo pueden ser?
– En toda la ciencia ficción que he leído los extraterrestres son humanoides...
– ¿No será que no podemos concebirlos de otro modo?
– Puede ser, pero lo intentamos. Somos conscientes de nuestro sesgo, por supuesto. ¿Pero una criatura marina puede construir naves espaciales? ¿Cómo produce energía? Nosotros lo hacemos con fuego. No sé de nadie al que se le haya ocurrido cómo hacerlo en el agua. Así que tienen que ser terrestres. Hay una película, 'La llegada'...
– ¿La de los pulpos?
– Sí. ¿Cómo viajan los pulpos por el espacio? ¡En una pecera! Cuando llega la protagonista, están en una pecera, con la tinta... ¡Guay!, pero no es posible. Y eso que no está mal traída la idea porque los pulpos tienen mente.
– ¿Y eso quiere decir...?
– Tienen en su cerebro una réplica del mundo exterior. Tú, todo lo que sabes del mundo lo tienes dentro de tu cabeza. Esto (dice, cogiendo el móvil) no tiene mente, tiene un programa que usa el GPS para, por ejemplo, si orientas la cámara hacia Artxanda, decirte que es Artxanda.
– No como usted, que se crio en Bilbao.
– Yo tengo Artxanda dentro de mi cabeza, no fuera. La veo en mi cerebro. Está aquí dentro. El móvil no hace eso, pero el pulpo sí.
– Así que no hay que ser humanoide para ser inteligente.
– No, para tener mente, no; pero sí para viajar por el espacio. El pulpo es un molusco, un pariente de las ostras, pero es tan inteligente que no hay manera de que se reproduzca en cautividad, de que viva en un acuario... Se deprime. No quiere estar ahí.
– ¿Es lo más parecido a nosotros que hay en la Tierra, aparte de nuestro parientes próximos, los otros primates?
– Entre los invertebrados, sí. Entre los vertebrados, las aves.
– Los dinosaurios.
– Los dinosaurios avianos. Las aves son superlistas. Como nosotros, tienen en su cerebro una representación del mundo exterior. ¡Las aves son la leche! No tienen corteza cerebral, como nosotros, pero han desarrollado una mente. Resuelven problemas de matemáticas que no resuelven ni los monos... Utilizan herramientas, y algunas guardan cosas y saben dónde las han dejado para utilizarlas luego.
– Hace unos días, se publicó una investigación según la cual un linaje de monos capuchinos lleva 3.000 años usando herramientas y estas evolucionando. Es decir, creando y transmitiendo cultura.
– Cultura tienen muchos animales, pero lo de los capuchinos es la pera. Están muy encefalizados, tienen la cabeza muy gorda. Como todos los platirrinos, los monos del Nuevo Mundo. Pero ahora imaginemos que desaparecen todos los monos del Viejo Mundo y solo quedan los platirrinos. Hay autores que sostienen que, dándoles tiempo, producirían un humanoide.
– ¿Pero tienen futuro esos capuchinos?
– Mientras estemos nosotros, no.
– Han tenido la mala suerte de que nosotros hayamos llegado antes.
– Son pequeños y tendrían que crecer. Un capuchino con un cerebro de 500 gramos sería la bomba (el nuestro pesa unos 1.400). Además, ya son hasta carnívoros.
– Eso fue clave en nuestro caso, ¿verdad?
– Sí. Comer carne fue fundamental para la evolución humana. Sin carne, no habríamos de la selva.
– Porque nuestros tataratataratatarabuelos...
– Vivían en la selva y eran frugívoros. Los gorilas y chimpancés están metidos dentro de una cárcel ecológica. No pueden salir de ahí. Cuando nuestros antepasados salieron a la sabana, pudieron haberse extinguido, pero empezaron a comer carne...
– Si nuestros antepasados no hubieran comido carne, ¿usted y yo no estaríamos aquí hablando de la evolución?
– Con toda seguridad. Necesitaban energía. Ahora tenemos toda la energía del mundo en el supermercado. Hoy no hay por qué ser carnívoro, pero entonces necesitaban un alimento muy energético. La carne abrió todo un mundo. Por buscar un análogo, el australopiteco era ecológicamente el equivalente a un papión, que también come carne cuando puede porque es lo que más ansía, proteínas y grasas.
– Hablando del futuro, ¿descargaremos nuestra mente en ordenadores?
– ¡Imposible!
– ¿Lo dice porque su especialidad se iría a la porra?
– ¡Todos nos vamos a ir a la porra! Va a haber que reinventarlo todo. Las máquinas van a dar clases, por ejemplo. Y cambiará el concepto de profesor, pero no el de maestro.
– ¿Pero no vamos a acabar con nuestro cerebro en un soporte no orgánico?
– No. Los que no saben biología creen que un cerebro es un ordenador, cuando no se parece en nada. Nosotros tenemos una cosa que se llama mente. La informática ha evolucionado en algo más de medio siglo del cero al infinito, pero en mente sigue en cero.
– ¿Estamos muy lejos de HAL 9000, el supercomputador de '2001: una odisea del espacio'?
– Estamos en cero. Y, además, no sabemos si HAL tiene mente.
– Le 'llora' a Dave Bowman cuando lo va a desconectar.
– Bueno, puede tener un programa, un algoritmo, que le diga que 'llorando' los seres humanos reaccionan de un modo determinado. Es muy difícil que un ordenador tenga mente. Primero, porque no los diseñamos para que la tengan y, segundo, porque no tienen información del mundo, de su interior y de su exterior. Para crear una mente, habría que proponerse hacer una máquina que imitara al ser humano, pero para qué si ya existe el ser humano.
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.