Los ciudadanos de Shanghái se enfrentan desde ayer a un dilema de colores. Concretamente, las dudas surgen al acercarse con las bolsas de basura a una nueva batería de contenedores en cuatricromía: negro, marrón, azul y rojo. Son los que la capital económica de China ... ha adoptado para poner en marcha el proyecto piloto de recogida selectiva de basuras que tiene como objetivo impulsar el reciclaje. Y, como sucedió en España cuando hizo lo propio, hace dos décadas, la mayoría de los vecinos no sabe muy bien dónde va cada cosa.
Publicidad
«He visitado Europa y creo que allí el sistema es mucho más sencillo. Se separa por materiales, y punto. Aquí nos están liando con la basura húmeda y la basura seca», comenta un hombre apellidado Chen mientras observa el díptico informativo que se ha distribuido por los buzones de su bloque. No le falta razón. Lo único claro es lo que se ha de echar en el cubo rojo, que es el utilizado para desechos peligrosos como las pilas y las bombillas.
Luego, el asunto se complica. La materia orgánica va al cubo marrón, pero no toda. Los huesos grandes, por ejemplo, se han de echar al negro, que es en el que se recoge la basura que no se puede reciclar. El azul es el que aglutina todo lo que sí es reciclable, pero hay tantas excepciones que muchos parecen volverse locos: el papel sí, pero las servilletas de ese material no; el vidrio sí, pero el cristal no; el plástico sí, pero las bolsas de plástico no. «¿Quiere eso decir que tenemos que sacar el material reciclable de las bolsas en las que lo guardamos a la hora de tirarlo al cubo?», se pregunta un internauta en Weibo, el Twitter chino. La abundancia de respuestas afirmativas y negativas demuestra el cacao que se está haciendo la gente. En teoría, sí, la basura reciclable se ha de verter en el cubo sin bolsa.
A pesar de las críticas, es evidente que algo tiene que hacer China al respecto. Porque es el país del mundo que más contamina y uno de los que más basura produce. Solo Shanghái suma unos 9 millones de toneladas al año. Por eso, el Gobierno municipal se ha propuesto que el 35% de todos los residuos domésticos sea reciclado el año que viene, y pretende lograrlo como mejor sabe: castigando a quien no lo haga. Los individuos que no separen la basura, o que lo hagan incorrectamente de forma repetida, serán amonestados con una multa de 200 yuanes (25 euros), mientras que las comunidades de vecinos díscolas pueden sufrir mucho más, porque sus multas pueden alcanzar los 500.000 yuanes (64.000 euros).
La idea es que el modelo de Shanghái se vaya extendiendo por todo el país para que la conciencia medioambiental cale en los 1.400 millones de habitantes. Pero, en cualquier caso, el objetivo de China va más allá de preservar el entorno. También busca mitigar el daño económico que ha provocado en las empresas de reciclado la prohibición a la importación de basuras, aprobada el año pasado para un número de materiales que ha ido en aumento. No en vano, en 2018 la importación de basura en China se desplomó un 48%.
Publicidad
Teniendo en cuenta que esa partida alcanzó los 60 millones de toneladas en el momento más álgido, es fácil de entender por qué muchas empresas que se dedicaban a reciclar esos materiales están sufriendo. El veto también ha dejado al descubierto la hipocresía de los países desarrollados que separan bien pero que luego se deshacen de sus desperdicios enviándolos a países en vías de desarrollo. Buen ejemplo es EE UU: entre enero y junio del año pasado sus exportaciones de basura a China cayeron un 92% y ahora no sabe qué hacer con tanto desecho.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.