Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Murieron en batalla, los vencedores recogieron sus cuerpos y los dejaron durante meses al aire libre hasta que las alimañas los despojaran de toda la carne. Después, desmembraron sus esqueletos y depositaron sus huesos en un pantano próximo a los humedales de Alken Enge, en ... la península de Jutlandia (Dinamarca). Ahora, tras examinar 2.095 huesos de aquellos infortunados guerreros, arqueólogos de la universidad danesa de Aarhus afirman, en la revista 'Proceeding of the National Academy of Sciences', que son los restos del primer conflicto a gran escala conocido entre tribus germánicas y la prueba de rituales desconocidos.
El combate tuvo lugar hace unos 2.000 años, y no estuvieron los romanos de por medio. Sus fuerzas nunca llegaron tan al Norte, indican los investigadores, que comenzaron a trabajar en el yacimiento en 2008. Fue un choque entre dos grupos de germanos que sumaban unos 380 individuos. Y no ocurrió en Alken Enge, donde acabaron los restos los derrotados, sino en otro lugar. A las víctimas los vencedores les arrebataron casi todas sus armas. Los arqueólogos solo han encontrado en el lugar siete puntas de lanza, un hacha, dos mazos de madera y fragmentos de espadas y escudos, además de cinco cuchillos de hierro y trozos de cestos de mimbre.
Los huesos son férmures (164), tibias (157), húmeros (140)... Corresponden a un mínimo de 82 hombres adultos -la mayoría de entre 20 y 40 años- que sufrieron heridas por lanza, espada y hacha. Muchos presentan marcas de dientes de lobo y zorro. La casi total ausencia de traumatismos curados apunta a que no tenían experiencia previa en batalla. La mayoría de los huesos se diseminaron sin ninguna aparente lógica, pero se han encontrado cuatro fragmentos de pelvis -dos derechos y dos izquierdos- ensartados por un palo, varias partes articuladas de dos individuos y un conjunto formado por un fémur, un peroné, una tibia y dos piedras blancas. «La ferocidad de las tribus y pueblos germánicos y su comportamiento extremadamente violento y ritualizado después de la guerra se convirtieron en algo común en los relatos romanos sobre sus bárbaros vecinos del Norte», escriben Mads Kähler Hoslt y sus colaboradores. Parece que no exageraban.
El osario de Alken Enge demuestra que los germanos limpiaban el campo de batalla y practicaban con los huesos de los vencidos rituales que se prolongaban durante meses.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.