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«Soy uruguaya, así que nací encima de un caballo». Con semejante declaración de principios, era lógico que Carmen Posadas encajara en el Sicab (Salón ... internacional del caballo de pura raza española) como un pastel en un molde. Sobre el albero, poco antes de que empezara el tradicional espectáculo de clausura, y compartiendo elenco con el rejoneador Álvaro Domecq y el torero José María Manzanares, la escritora recibió un trofeo a toda su carrera profesional, un bronce en forma de cabeza de caballo que quizás le recordó a 'La Pastora', la vieja yegua que su tío, jugador de polo, le regaló allá en su tierra natal cuando aún era una niña.
Sevilla cerró la 29 edición del Sicab el domingo pasado con 200.000 visitantes en su última jornada. Por sus instalaciones han paseado amazonas famosas como Astrid Klisans, esposa de Carlos Baute, Gloria Camila, la hija de Ortega Cano, y la ex Miss España Juncal Rivero. Pero pocas como Carmen Posadas han establecido un vínculo tan temprano con el mundo equino... «Me pasé la infancia subida a mi yegua. En mi época se llevaban las niñas 'chicazo' y yo era una de ellas. Ahora todas son princesas -ironiza la escritora-. Mi familia tenía una quinta y a mí me encantaba galopar y jugar a los 'cowboys'».
Carmen volvió recientemente a Uruguay e intentó montar a caballo. «Y me sentí aterrada, resulta que ahora le he cogido miedo. Esto de la vejez es fatal», comenta a sus 66 años con una sinceridad sin filtro... Para compensar admite que la edad también tiene sus ventajas. A ella le ha servido para relativizar y aprender a seleccionar. «Antes no sabía decir que no, me apuntaba a todo y luego iba siempre con la lengua fuera».
Hija de diplomático, cosmopolita genética, ganadora de un premio Planeta y considerada por la revista 'Newsweek' como una de las escritoras latinoamericanas más relevantes de su generación, Posadas también desempeñó en su día el impecable papel de 'socialité' como esposa del entonces gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. Pero tan deslumbrante currículo nunca ha logrado borrar del todo su trauma infantil, el de haber sido «la fea de la familia».
«Tengo dos hermanas menores rubias de ojos verdes que además cantan como los ángeles y cuentan chistes. Yo jamás he logrado que nadie se ría con un chiste mío y canto como una rana. Íbamos las tres por la calle y todo el mundo decía: 'Qué pelo tan ideal tiene Mercedes y qué ojos divinos tiene Dolores…'. Luego venía un pequeño silencio y añadían: 'La mayor es muy alta'. Ser la fea de una familia de guapos es horrible -asegura la escritora-. Pero ahí empezó mi vocación literaria, porque me recluía en mi cuarto y escribía un largo y lacrimógeno diario». Tuvieron que pasar muchos años para que Carmen Posadas fuera consciente de su atractivo. «Pero da igual -precisa-, porque cuando has sido fea de niña, aunque luego mejores, sigues yendo por la vida como pidiendo perdón».
Repite Posadas que ella todo se lo debe a sus defectos. «Cuando eres la acomplejada al final tienes que hacer muchas más cosas que las que lo tienen todo muy fácil». Otro de sus «terribles» déficits es la pereza. Y gracias a él, se declara hiperactiva. «Hago un millón de cosas para que no me domine». Dotada de un fino sentido del humor que se percibe en su última novela, 'La maestra de títeres', la escritora no está dispuesta a admitir que Beatriz Calanda, la protagonista, tenga un parecido más que razonable con Isabel Preysler, con quien compartió en su día cenas y saraos... «Nunca ha sido mi amiga, pero tampoco le tengo manía ni el libro es algo personal contra ella. Yo quería retratar un tipo de personaje que reflejara la falta de valores de la sociedad actual y para ello me inspiré en la gente que sale en las revistas del corazón, gente que se ha inventado su personaje. Hoy día quizás elegiría a una 'influencer'».
Carmen está convencida de encontrarse en la «prórroga de la vida», ese momento en el que «las cosas importantes ya están hechas: estoy traducida a 24 idiomas, me va bien, tengo dinero...». Ahora su máxima ilusión son sus cinco nietos. Eso y viajar por el mundo. A Sevilla acudió con su pareja, el abogado Bernardo Cremades. «Estar acompañada da mucha estabilidad, pero existe una presión social para emparejarse, y tampoco es tan necesario», advierte.
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