El cardenal Omella arrasa en la primera votación para suceder a Blázquez

Pero queda margen para la sorpresa. De hecho, al menos otros cuatro prelados recibieron apoyos para tomar el testigo de Blázquez. Se trata del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el de Getafe, Ginés García Beltrán; el de Valencia, Antonio Cañizares; y el obispo de Bilbao, Mario Iceta.

Pocas horas antes de despedirse de sus compañeros, el presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, que ya ha agotado dos mandatos consecutivos –los dos trienios que van de 2014 a 2020, además de un periodo anterior, el comprendido entre 2005 y 2008– lanzó una advertencia: «Las elecciones no son un reparto de poder».

Para Blázquez, los comicios tampoco deben ser una «oportunidad para acumular prestigio, sino ocasión para mostrar disponibilidad al servicio». En su último discurso ante los obispos, se refirió varias veces a la reforma de los estatutos del episcopado, unas reglas que favorecen la colegialidad en detrimento del centralismo con novedades como la ampliación del comité ejecutivo de seis a nueve miembros y una mayor duración de los mandatos, que de tres pasan a cuatro años. «Una excesiva centralización, más que ayudar, complica la vida de la Iglesia y su dinámica misionera».

En las elecciones episcopales nadie se postula como candidato, si bien siempre existen maniobras en la sombra para muñir voluntades. El resultado de la «votación de sondeo» viene a confirmar la condición de favorito con la que parte Juan José Omella pese a los dos obstáculos que juegan en su contra: su avanzada edad –73 años– y el hecho de regir una diócesis políticamente muy complicada, la de Barcelona. A su favor, su identificación con el Papa Francisco y una inclinación natural al diálogo:aunque sin éxito, medió entre los independentistas catalanes y el Gobierno de Rajoy.

Al sucesor de Blázquez le espera una tarea peliaguda: restañar las heridas en una CEE dividida entre los adeptos al actual pontífice y los desafectos con la línea aperturista del argentino, que deben su cargo a Juan Pablo II y Benedicto XVI. En el bloque conservador, el cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, ambiciona la presidencia, aunque públicamente dice que no le apetece nada la brega. «Si los obispos me votan, aceptaré», aseguró recientemente en una entrevista a 'Religión Digital'. Actual vicepresidente de la CEE, cumplirá en octubre 75 años, edad en la que debe presentar su renuncia ante el Vaticano.

A diferencia de Omella y Cañizares, otros dos nombres que también concitaron apoyos ayer en la «votación de sondeo» supondrían un salto generacional, en una institución tan gerontocrática como la CEE. Se trata de Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, de 65 años y cercano al Opus Dei; y el titular de Bilbao, Mario Iceta, a punto de cumplir los 55 años y que se prefigura como una solución de consenso entre conservadores y moderados.

Con el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, a la Iglesia se le han abierto varios frentes, entre ellos el pago del IBI, la eutanasia, las inmatriculaciones, la reforma educativa, la resignificación del Valle de los Caídos y la reforma educativa.