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yolanda ruiz
Domingo, 14 de junio 2020, 01:06
Transitar por cualquier localidad de la costa oriental cántabra trasmite el desasosiego que siente la mayoría de la ciudadanía. «Por las tardes parece que han barrido el pueblo», comenta Juan Herrería, de la pescadería Sirena de Laredo, a primera hora de la mañana. Detrás del ... mostrador hay más personal que el que se acumula al otro lado. Las ventas se resienten con las fronteras cerradas. «La gente de Bilbao es un valor añadido. Toda la costa oriental vivimos del turismo. Te da un plus», admite. Y a pesar de que «egoístamente» preferiría que se permitiera la movilidad desde el lunes, como se había previsto en un principio, el miedo le puede ante el rebrote en el Hospital de Basuto y agradece el retraso. Entiende que después de los «meses duros que estamos pasando, con los mismos costes, que no se han traducido en ventas, no va a notarse tanta diferencia por una semana».
El miedo mantiene atenazado al pueblo. «Es mejor hacer las cosas bien, aunque estamos deseando que vengan», admite Merche Miguel desde el puesto Las Flecheras del mercado de Laredo. A pesar de que «muchos días nos vamos a casa con todo el pescado», tanto ella como su hija Merche Pardo son partidarias de que se abran las fronteras «con mucha seguridad, con el rebrote da miedo».
De la misma opinión se muestra Vicente López en la floristería que regenta su hija Ana. «Hay que evitar todos los contagios», comenta este hombre, que el año pasado fue homenajeado en La Batalla de las Flores, donde tomó parte de forma activa entre los años 59 y 80. Entiende que la fiesta de interés nacional no se celebre este agosto. «Hay que aceptarlo ante esta situación», comenta a sus 84 años. Esta resignación es compartida por Marisol Ruiz. «Llevo desde el 7 de marzo sin ver a mi madre, que vive en Mallabia, pero por unos días más, que más da», asegura la responsable de Cáritas.
La actitud prudente se extiende hasta la vecina localidad de Santoña. «Una semana más no va a ningún sitio después de lo que hemos pasado, pero el virus va a seguir existiendo mientras no haya una vacuna», advierte Maite Pérez, responsable de la firma conservera de anchoas La reina del Cantábrico y del restaurante La Lola. En opinión de esta emprendedora, cuya pareja, Niko, tiene a su cargo la conservera y el restaurante Emilia, «necesitamos de los vascos y ellos de nosotros. Su pequeña costa se descongestionaría con el desplazamiento de la gente a Cantabria».
En estos momentos se impone la mesura en todos los sectores. El alojamiento rural también se prepara para la reapertura, pero admiten cierta preocupación al ubicarse en municipios con apenas casos de contagios, como es el caso de 'El Rincón de Escalante', ubicado en el bello paraje natural que bordea el reino de las anchoas. «Después de perder la Semana Santa, ya dábamos por perdido incluso el verano. Tenemos miedo a que un posible rebote nos fastidie septiembre y octubre, en los que hay mucha demanda», explica Alfonso Rico.
A unos pocos kilómetros emerge Noja como una localidad sin apenas vida. Tanta calma que asusta incluso a los lugareños en una plaza prácticamente vacía. Con ganas de recuperar el bullicio que caracteriza esta época del año, la preocupación es latente a la espera de la 'nueva normalidad'. «Tengo miedo porque tengo un niño asmático, pero si somos un poco responsables todo irá bien», comenta Mareva Ruigómez, empleada del Montecarlo.
El aplazamiento de la apertura de fronteras, sin embargo, ha descolocado al restaurante y hotel Astuy de Isla. «Entiendo que la seguridad es lo primero. Más vale perder una semana que un año, pero resultan desconcertantes los cambios de criterio», subraya Emérito Astuy. El baile de fechas les ha llevado a posponer varias reservas y a prescindir del personal comprometido para estos servicios. En principio han abierto el restaurante, que ocupa varias mesas incluso entre semana con vecinos de Santander, con 14 de sus 45 empleados.
Domingo Urquijo, del Marinero de Castro, lamenta haber abierto el pasado viernes a la espera de que el lunes se permitiera la libre circulación con el País Vasco. «El cierre nos pilló con mucho género y la reapertura igual. Al cien por cien, con los 18 empleados en activo», detalla con el establecimiento vacío a última hora de la tarde. Pero el resto del municipio parece seguir confinado. «Por las tardes cierran muchos, parece un pueblo fantasma», reconoce. «La gente no tiene ganas de salir, pero tampoco de gastar . No va a ser fácil», detallan Rosa y Manolo desde el Quinto Pino. La inquietud e incertidumbre de cómo se enfrentarán a posibles aglomeraciones este verano atípico también se palpa en el ambiente.
El alcalde de Santoña, Sergio Azofra, entiende que tarde o temprano se tienen que abrir las fronteras». Si se puede circular entre Bizkaia y Gipuzkoa por qué no abrir con Cantabria», razona el mandatario socialista. Consciente, sin embargo, de que el «flujo no es equilibrado» al ganar medio millón de turistas, apela a la «prevención y seguridad» en un verano atípico que obliga a «adaptarnos para exigir las medidas». En este pequeño municipio, de unos 11.000 habitantes con 140 establecimientos hosteleros, es lógico su temor ante la avalancha que recibe los fines de semana, con el mercadillo de los sábados que abrió ayer con un 50% de ocupación de sus 230 puestos. «Me preocupan más los bares y terrazas que los espacios naturales», matiza. Es por ello que en las playas no serán restrictivos y mantendrán todos los servicios, incluidas las duchas. Pero en estos momentos considera que hay que actuar con responsabilidad, sin pensar en una fecha concreta para abrir la movilidad. «Que los expertos decidan», subraya.
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