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Hay humanos en los cinco continentes y en todos ellos han dejado un rastro de basura. Y como si eso pareciese poco, hemos sido capaces de crear otros tantos continentes hechos solo con desechos. Son las 5 grandes 'balsas' de basura que flotan en los océanos: dos en el Pacífico, otras tantas en el Atlántico y una en el Índico. No son las únicas. Hay constancia de otras de mucho menor tamaño en otros mares, incluido el Cantábrico, donde la proliferación de regueros de desperdicios cercanos a la costa preocupa a los científicos.
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La acumulación de basura plástica en el mar no es un problema lejano. Basta echar un ojo a lo que las olas dejan en las playas vascas en estos días de temporal. Toneladas de madera y miles de kilogramos de plásticos de todo tipo y tamaño. Los más grandes se retiran pero los más pequeños vuelven aguas adentro arrastrados por el ciclo de las mareas y acaban en distintas zonas del Golfo de Bizkaia. Allí no conforman grandes manchas como las que existen en otros lugares –la del Pacífico Norte triplica en tamaño a Francia–, pero sí hay «zonas de acumulación en las que las corrientes marinas juntan desechos», describe la experta en basura marina del centro científico AZTI, Oihane Cabezas.
«Las estamos estudiando y empezando a monitorizar. Por lo que sabemos hasta ahora, los residuos que hay en esta zona del Cantábrico se quedan aquí, no circulan a otros sitios como puede pasar en el Atlántico por ejemplo», confirma la científica, que también habla de otro tipo de dinámicas más específicas y llamativas. «A medida que te acercas a la costa existen lo que llamamos regueros. Son como ríos de residuos que la gente de la mar conoce bien. Hemos hablado con ellos para saber más sobre estos fenómenos y comprender mejor sus procesos de formación, su composición, cómo afrontarlos. Aún queda mucho por saber y seguimos estudiándolos», explica Cabezas, quien confirma que en el mar que baña las costas del País Vasco «hay mucha basura». «Hay casi tantos microplásticos como en el Mediterráneo», alerta la experta de AZTI.
Durante la primavera y el verano de 2018 científicos del centro tecnológico participaron en un estudio internacional sobre los regueros de contaminación. El trabajo de campo, abordo de un pesquero, confirmaron que se trata de un fenómeno «común» en la costa sureste del Cantábrico, con unas dinámicas propias y especiales.
A lo largo de la investigación se recogieron 16,2 toneladas de basura de entre las que se separaron 4.130 artículos distintos para su análisis. De ellos, el 96% eran plásticos. Con este resultado no es de extrañar que los peces que se capturan en las aguas cantábricas presenten unos alarmantes niveles de este material en su interior. Así lo confirmaba un estudio coliderado por los investigadores de los centros oceanográficos de Santander y Vigo, Izaskun Preciado y Jesús Gago, respectivamente, publicado en 2020 en la revista científica 'Marine Pollution Bulletin'. En aquel documento se concluía que el 78% de los ejemplares de anchoas, sardinas y salmonetes analizados tenían microplásticos en sus estómagos.
Y es precisamente la actividad pesquera y de tráfico marítimo el foco más destacado de los residuos cuyo origen ha podido ser identificado. «Nuestros resultados apuntan a estas actividades como la principal fuente. La abundancia de basura relacionada con las actividades pesqueras –principalmente flotadores, boyas– aumenta en mar abierto», destaca el estudio que, no obstante, precisa que hay un volumen muy importante de restos que no se sabe de dónde proceden.
Las hileras de basura que flotan en el Cantábrico, más largas, menos densas y más alejadas de la costa en verano, arrastran también restos procedentes de la actividad humana en tierra. Son basuras procedentes de la actividad turística en el litoral pero también desperdicios que tienen que ver con los vertidos de aguas fecales. Al alcance de la fauna marina en busca de alimento, pululan partículas de polímeros, tejidos textiles, bolsas de patatas fritas, tampones, botellas de plásticos, pedacitos de envases de todo tipo y una larga lista cuya retirada supone un reto para las autoridades.
Los primeros datos apuntan a que la «pesca activa» de estos residuos flotantes es una de las mejores formas de eliminación. Algunos gobiernos ya se plantean incluso que sea la propia flota pesquera la que se encargue de retirar los desechos del mar. Lo que queda claro es que bien agrupado en grandes islas, reunido en regueros o sumergido en las profundidades, el plástico ha colonizado los mares el mundo y sigue en plena fase de expansión.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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