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El objetivo de la Unión Europea es reducir las emisiones de CO2 un 55% en 2030. Para ello será necesario evitar los combustibles fósiles como materia para la producción de energía y apostar por las renovables. Una transición que no será fácil y para la ... que la Comisión Europea ha decidido dar un paso no exento de polémica: poner en marcha el proyecto para etiquetar como 'verdes' el gas natural y la energía nuclear. La decisión ha reabierto la división entre los defensores de los reactores y sus detractores. Da la sensación de que el término medio no existe en lo que a la potencia de la fisión del átomo se refiere.
La pregunta que plantea el titular que acompaña a esta información es sencilla, pero las respuestas no lo son tanto. Entre la comunidad científica el abanico de respuestas es más amplio. No resulta complicado encontrar a quienes no tienen dudas sobre que la nuclear es verde y sostenible. El hecho de que no emita gases de efecto invernadero juega a su favor, lo mismo que la modernización de instalaciones y procedimientos de seguridad.
Para quienes otorgarle el calificativo 'verde' es inadmisible, la peligrosidad para la población, sus efectos a largo plazo sobre los ecosistemas y la dificultad para gestionar los residuos la descartan como opción. En este grupo están la mayoría de los ecologistas -no hay que olvidar que existe una rama, muy activa en los países del norte de Europa, que sí considera que se trata de una energía sostenible-.
Las divisiones son las mismas que entre los estados miembros de la Unión Europea. El Gobierno español ha sido de los primeros en posicionarse en contra de esta decisión, aunque también ha reconocido el importante papel que juega la nuclear en el proceso de transición energética. El 22% de lo que se consumió aquí en 2021 fue generado en alguno de los siete reactores en activo (cinco centrales en total). Esta cifra supone un 3% menos que el ejercicio anterior, pero da una idea de la dependencia que aún tiene la producción eléctrica de la potencia atómica.
En Alemania el proceso de cierre es imparable, más si se tiene en cuenta que Los Verdes son la segunda fuerza en el Gobierno de coalición de Olaf Scholz. Ahora mismo solo mantiene operativas tres plantas, después de que otras tantas echasen el cierre precisamente el pasado 31 de diciembre.
En el grupo de los que no tienen dudas está Francia, que presidirá la UE los próximos seis meses. Allí se anunció en noviembre la construcción de reactores «por primera vez en décadas» para «garantizar su independencia energética» y alcanzar la neutralidad del carbono en 2050.
En Euskadi las respuestas oficiales se quedan en escuetas frases que evitan las repreguntas: «La energía nuclear no es nuestra apuesta y, habiendo cerrado el debate sobre el gas, trabajamos para sacar adelante infraestructuras de energías renovables», decían a EL CORREO desde el Departamento de Desarrollo Económico e Infraestructuras del Gobierno vasco el pasado 3 de enero.
22%de la energía que se consumió en España en 2021 procedía de plantas nucleares.
7reactores nucleares quedan en las cinco plantas atómicas que operan en el país.
Las opiniones
«¿Que si la energía nuclear es verde? Indudablemente, sí», Fernando M. Legarda, catedrático de la UPV/EHU en el área de Ingeniería Nuclear, lo tiene muy claro. Su trabajo de I+D+i se enmarca en el ámbito de la seguridad nuclear y, para él, el hecho de que la generación de esta energía no emita gases de efecto invernadero le hace colocarse entre los que están a favor de la decisión tomada por la Comisión Europea la semana pasada. «No entiendo considerarla de otra forma», asegura.
Ni la generación y gestión de residuos -«una planta genera 27 toneladas en año y medio, algo mínimo»- ni la seguridad son aspectos más negativos que en otras formas de generación. «También las renovables generan residuos, las aspas de los molinos se trocean y se entierran... todo genera residuos. Lo que hay es un problema político, de tomar una decisión», lamenta. Legarda rebate el argumento de la falta de seguridad en las plantas nucleares. Primero, porque el diseño de los reactores ha evolucionado y segundo, porque los accidentes más graves han tenido que ver más con fallos de gestión (Chernóbil) y con un tsunami de unas características que no se habían previsto (Fukushima).
«Las consecuencias de las emisiones de gases de efecto invernadero afectan a todo el planeta, las de un accidente nuclear, a una zona concreta durante un tiempo limitado», zanja.
Alba Granado es una de las cofundadoras del movimiento Fridays for Future en Bilbao y da voz a lo que muchos jóvenes activistas del medio ambiente y contra el cambio climático piensan sobre la energía nuclear. «No es verde, eso lo tengo claro», asegura esta joven de 22 años.
Admite que se trata de una forma de generación de energía con unos niveles de emisión de gases de efecto invernadero muy bajos, pero para ella ese aspecto no lo es todo. «No concibo que se considere verde una energía cuyos residuos son peligrosos y difíciles de gestionar», advierte antes de apuntar otro aspecto en contra de las plantas atómicas: la seguridad.
«Este tipo de actividad supone un peligro muy grande para las personas. Se ha visto a lo largo de la historia. Una energía que no es segura no puede ser considerada ni verde ni alternativa de nada», declara la activista. Consciente de que el mundo necesita electricidad para seguir adelante, Alba Granado tiene claro cuál es el objetivo final en este debate: «El camino son las opciones de producción renovables; es decir, la eólica y la solar. Esa es la apuesta que debemos hacer y no pensar en que la energía nuclear o el gas son verdes», concluye esta joven que desde su adolescencia está comprometida con la protección del planeta y que ha formado parte también de Greenpeace Euskadi.
El presidente y portavoz de Foro Nuclear, Ignacio Araluce, reivindica que la decisión de colocar la etiqueta 'verde' en la nuclear es un «reconocimiento» al papel «fundamental» de esta tecnología en la transición energética. Araluce saluda el planteamiento «positivo» de la Comisión Europea y defiende que este tipo de generación de potencias «entra en lo sostenible», al tiempo que descarta de manera tajante que los residuos sean un problema, como denuncian las organizaciones ecologistas. «Los residuos no producen un daño en la naturaleza suficientemente importante como para no incluirlas dentro de esta taxonomía».
El presidente de Foro Nuclear, una asociación de empresas y organizaciones entre las que se encuentran compañías eléctricas, centrales nucleares, empresas de ingeniería, de servicios, suministradores de sistemas y grandes componentes nucleares, así como asociaciones sectoriales, fundaciones y universidades, afea la respuesta que el Gobierno español ha dado en este tema. «Ellos mismos comentan que la energía nuclear juega un papel importante en la transición energética, lo que no quiere es que eso sea permanente, pero es que la Comisión dice que se incluirán las centrales cuyo permiso de funcionamiento sea anterior a 2045». Por ello, no ve «contradicción» a la propuesta.
Para la Asociación de ambientólogos y ambientólogas de Euskadi «es posible que la energía nuclear y el gas natural cumplan la clasificación europea para ser verdes, pero se basan únicamente en las emisiones de CO2 sin tener en cuenta otros problemas de igual importancia». Este colectivo profesional advierte tanto sobre «los residuos que tardan cientos de miles de años en degradarse», como «de los posibles accidentes nucleares que arruinan zonas durante décadas». Además, «no hay mecanismos que neutralicen los desperdicios generados, por lo que el único remedio es aislarlos durante siglos», argumentan antes de apuntar que «en Europa hay 25 reactores con más de 35 años de operación. Es decir, ya están obsoletos y son un peligro».
Son tajantes al asegurar que «el fin no justifica los medios». «No creemos que se pueda tomar esta decisión solo para alcanzar el acuerdo del Pacto Verde de la UE. Sería camuflar la realidad con medias verdades». A futuro, las medidas a tomar «deber ser acordes a la magnitud del problema» y pasan por «unas energías renovables reales y punteras; ahorrar energía y tener un consumo sustentado en el reciclaje, la reutilización y la reducción en todo el proceso; poner en marcha la economía circular y remediar las consecuencias de la actividad humana como incendios o desbalances ecológicos entre otros».
Ingeniera industrial, especialista en energía, Inés Gallego ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional a la seguridad de las centrales atómicas y no oculta que es «muy partidaria» de este tipo. Así que para ella no cabe duda de que estamos ante «energía verde». «Cada vez que alguien define y cuantifica lo que se entiende por energía verde, la energía nuclear entra en esa definición: No emite CO2, ni gases de efecto invernadero y su impacto ambiental es mínimo».
Sabedora de que los residuos resultantes de esta actividad están siempre en el foco, Gallego asegura que «son pocos y están perfectamente almacenados y controlados, tanto en España como en el resto del mundo».
La también vicepresidenta de la Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid y vocal de la Comisión de Energía del Colegio de Ingenieros asegura que «entre los científicos hay un consenso generalizado sobre la energía nuclear como verde y limpia, pero en la opinión pública crea mucho escepticismo». A juicio de Gallego, expresidenta del grupo de comunicación de WiN (Women in Nuclear), del que sigue formando parte, la polémica que rodea a este tipo de generación energética hunde sus raíces en «la demagogia de unos» y en «la politización a la que se ve sometida», dos aspectos que suponen para ella «el mayor problema».
El grupo ASE, una firma del sector eléctrico que «defiende los derechos e intereses económicos de los consumidores industriales y agentes del sector con capacidad de compra», reconoce que «no nos corresponde a nosotros valorar si la energía nuclear es verde o no. En nuestra opinión, ese es un debate estéril». «El fondo de la cuestión es que para salir de la actual situación de dependencia energética de nuestro continente, necesitamos aumentar la competitividad de las renovables y disponer de unos mercados más transparentes: Spot, Operador del Sistema y Mercados a Futuros. Obviamente, también es necesario contar con una fuente de energía de respaldo para las renovables que sea ágil y económica. Y eso se puede lograr convirtiendo a los consumidores en prosumidores (es decir, también productores), en la línea que promueven tanto el Paquete de Invierno de la UE como el Pacto Verde Europeo».
Por eso, desde ASE «defendemos que se ha de incentivar el modelo de generación-consumo distribuido para que conviva con el patrón tradicional de generación-consumo centralizado». Para que esto sea posible, será necesario que se lleve a cabo el crecimiento de instalaciones de generación renovable, que resulten asequibles económicamente para la entrada de consumidores agrupados que nosotros proponemos».
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