La Antártida, el más austral de los continentes y el cuarto más grande, es una zona ecológica protegida por acuerdos internacionales, empezando por el propio Tratado Antártico, en vigor desde 1961, y el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, vigente desde 1998, ... que la designa como una «reserva natural dedicada a la paz y a la ciencia». Sin embargo, no está libre de la amenaza de especies invasoras. Y, paradójicamente, una de sus vías de entrada son los barcos de las expediciones científicas que se preocupan por su medio ambiente.
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Así lo demuestra un nuevo estudio, realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de Cambridge y el British Antartic Survey, cuyos resultados se han publicado en 'PNAS', el semanario de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, una publicación científica de referencia.
A pesar de lo que pueda parecer, porque el acceso al continente está limitado, en realidad «la Antártida está conectada globalmente», como se dice literalmente en el artículo. De hecho, recibe barcos de hasta 1.581 puertos. La investigación publicada ahora se basa en el rastreo de los movimientos globales de todas las embarcaciones que entran en aguas antárticas, un ecosistema que ha estado aislado durante millones de años y, precisamente por ello, especialmente vulnerable.
«Demostramos que los buques atraviesan las barreras naturales aislantes de la Antártida, conectándola directamente a través de una extensa red de actividad naval con todas las regiones del mundo, especialmente el Atlántico Sur y los puertos europeos», dicen en su texto los investigadores. Los diez principales puertos de partida (91% de las salidas hacia el continente) «se encontraban en siete países: Argentina, Chile, Malvinas, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Uruguay».
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Las especies invasoras llegan a la Antártida como polizones adheridas a los cascos de los barcos: son sobre todo de mejillones, percebes, cangrejos y algas. «Son una de las mayores amenazas para la biodiversidad de la Antártida: sus especies autóctonas han estado aisladas durante los últimos 15-30 millones de años», afirma el profesor David Aldridge, del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge, autor principal del estudio.
«Comprobamos que los barcos de pesca que operan en aguas antárticas visitan una red bastante restringida de puertos, pero los barcos turísticos y de abastecimiento viajan por todo el mundo», añade Arlie McCarthy, investigadora del Departamento de Zoología de la Universidad de Cambridge y del British Antarctic Survey, y primera autora del trabajo. «Nos sorprendió descubrir que la Antártida está mucho más conectada globalmente de lo que se pensaba».
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En opinión de McCarthy, «existen normas estrictas para evitar la entrada de especies no autóctonas en la Antártida, pero su éxito depende de que se disponga de información para tomar decisiones ajustadas de gestión». El problema es que «todavía no existe una normativa de este tipo para las incrustaciones en el casco de los buques antárticos», señalan los investigadores en su artículo, a pesar de que este 'medio de transporte' para las especies invasoras «puede ser responsable de tantas o más introducciones marinas globales en otras regiones».
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