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helena rodríguez
Jueves, 4 de noviembre 2021, 18:43
La Amazonía es uno de los pulmones más importantes del planeta Tierra. Es una realidad conocida por todos, tanto como que las talas descontroladas, la minería salvaje y la ambición humana está acabando con esa enorme riqueza ecológica. Alberga millones de árboles, cientos de miles ... de especies animales y en ella viven millones personas que componen cientos de pueblos indígenas. El miércoles, la conferencia del clima de Glasgow tenía reservado para ellos un espacio para que contasen de primera mano el estado en el que se encuentra la zona, sus problemas más acuciantes y sus necesidades. Y lanzaron un grito desesperado para que el mundo hiciera algo para salvar el valioso entorno. El problema es que pocos de los presentes en la sala les entendieron porque, sí, la grandiosa COP26 no había pensado en poner a un traductor. Tuvo que ser uno de los asistentes el que, voluntariamente, se ofreciese a trasladar sus mensajes, en castellano y brasileño, al inglés.
Los representantes de cinco organizaciones indígenas de la cuenca del Amazonas comenzaron el encuentro con normalidad. Bajo el título «Papel de los pueblos indígenas y sus comunidades y las soluciones basadas en la naturaleza», el moderador de la ponencia hizo la presentación directamente en castellano. José Gregorio Díaz Mirabal, representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, fue el primero en intervenir. La sala, no muy grande, estaba a rebosar de público. Recordó que la zona era su «casa», que en ella viven «500 pueblos indígenas distintos» y que acumula «140.000 mil millones de toneladas métricas de carbono para la vida».
Proclamó en un casi académico castellano que toda esa riqueza está siendo destruida «por el consumo de carne, sobretodo de Europa, de oro, de gasolina....». «Y con todo eso, ustedes dañan nuestra casa. Hay incendios por eso y también asesinatos. Nosotros protegemos la selva, algo que beneficia a todos, y en respuesta se nos criminaliza. ¿Quién entiende eso?», cuestionó Díaz. En su alegato, recordó que han sido las prácticas y la sabiduría de los pueblos nativos las que han cuidado el Amazonas« y que ha sido »la ciencia y las máquinas las que han modificado la vida en el planeta«, aunque, no obstante, se mostró esperanzado en que la unión del conocimiento occidental y las prácticas tradicionales sean también una forma de salvar la joya medioambiental.
Una cumbre como la de Glasgow supone un escaparate mundial para denunciar la situación de un entorno natural que sufre cada año miles de ataques que hacen que su extensión encoja. Un espacio para dar voz a pueblos que de otra manera estarían silenciados. Consientes de ello, quienes estaban en la ponencia aprovecharon para exigir que una parte de las ayudas que estos días se anuncian a bombo y platillo por parte de los líderes mundiales y empresas privadas les llegue. Pero no de cualquier forma. «Somos nosotros los que cuidamos de esos bosques que dan oxígeno y enfrían el planeta pero no recibimos nada a cambio. El dinero y el apoyo técnico va a los gobiernos, a la burocracia, a la corrupción. Necesitamos mecanismos para que la financiación llegue a las comunidades y por eso nos estamos organizado y hemos puesto en marcha la iniciativa 80-25, encaminada a salvar el 80% del Amazonas en 2025», contó representante de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas.
Su mensaje, poderoso y necesario para atajar el calentamiento global, se perdió para muchos de los presentes. Nadie en la organización había caído en la cuenta de que los pueblos del otro lado del Atlántico no suelen expresarse en inglés. Alguien en la sala protestó, en la lengua William Shakespeare, y fue entonces cuando el anónimo voluntario se ofreció a traducir lo que a partir de ahí se dijese. Y lo hizo sentado en las escaleras del escenario. Los hombres y mujeres llegados desde Venezuela, Perú y Brasil se miraban con gesto serio, casi molesto. A partir de ahí sus discursos transcurrieron a trompicones, interrumpidos a cada rato para que el improvisado traductor trasladase unas inquietudes. Cualquiera podría pensar que los pueblos del Amazonas tienen voz, pero su grito no parece ser merecedor de la traducción simultánea de las que si disfrutan otros.
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