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helena rodríguez
Miércoles, 3 de noviembre 2021, 17:03
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha pasado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de Glasgow, (COP26) dejando tras de ... sí un puñado de promesas medioambientales esperanzadoras. Que el país que más ha contaminado a lo largo de la historia hable de descarbonización, reducción de emisiones de metano o inyecciones económicas millonarias anima al resto del mundo. La idea de que la cuna del neoliberalismo y el capitalismo más salvaje tenga al frente a un líder preocupado y decidido a hacer algo para frenar el calentamiento global es esperanzadora. Y lo que es mejor, supone un acicate para las demás naciones. Hasta aquí el optimismo, porque el inquilino de la Casa Blanca no está libre de pecado ni lo va a estar.
Dejando a un lado que los anuncios hechos estos días en la COP26 son más una declaración de intenciones que un documento firmado y con peso legal, Biden carga con grandes hándicaps para poner en marcha las políticas 'verdes' en su propia casa. Así, el hombre que acaba de defender en Glasgow la descarbonización dirige un país que acaba de reabrir muchas de sus mina de este mineral. Las centrales eléctricas estadounidenses emplean un 23% más de carbón este año, el primer aumento desde 2013. Y eso que la Administración del veterano demócrata maneja un plan para eliminar las emisiones de carbono de la red eléctrica.
En realidad, los planes climáticos –también los sociales y sanitarios– de la Casa Blanca están atascados en el Capitolio, donde ni siquiera los senadores de su propio partido apoyan algunas de sus iniciativas. La división es tal que la semana pasada, cuando tocaba votar el ambicioso paquete de medidas y con Joe Biden en la reunión del G 20 de Roma, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, advirtió a los congresistas demócratas de que no «avergonzaran» al presidente. No le hicieron demasiado caso, ya que no solo no se llegó ni a votar, sino que todo sigue parado y sin fecha.
Los desplazamientos del demócrata con motivo de las reuniones del G20 de Roma y la cumbre escocesa en Glasgow tampoco han estado exentas de ciertas paradojas. Primero, las redes sociales y luego no pocos medios británicos han echado en cara a EE UU que su presidente viaje con un 'séquito' infinito de asesores y acompañantes que llenan aviones privados y coches de abrumadores caballos de potencia. En Roma, Biden apareció con 85 coches oficiales. El traslado desde la capital italiana hasta Reino Unido ha requerido de 4 aviones y un helicóptero. Solo el Air Force One emite la friolera de 20.000 toneladas de CO2 al año.
No es el único que ha tirado de aeronaves privadas para llegar a Glasgow. La mayoría de los líderes mundiales que han estado o estarán en la ciudad escocesa se desplazan hasta allí de esta forma. En total, y a día 3 de la cumbre ya han usado 400 jets. Más ejemplos sonrojantes, sobre todo si se tiene en cuenta el motivo del desplazamiento: Jeff Bezos, el fundador de Amazon, llegó en su Gulf Stream, un avión de 56 millones de euros; el príncipe de Gales o el príncipe Alberto de Mónaco también viajaron así. ¿Quién dijo contaminación?
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