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helena rodríguez
Martes, 9 de noviembre 2021
Decían que por donde pasaba el caballo de Atila, nunca más crecía la hierba. Leyenda o metáfora del poder que llegó a aglutinar el rey de los hunos el caso es que la frase bien sirve para describir la forma en la que muchos humanos ... tratamos al planeta. La acción directa de la llamada especie inteligente está detrás de la desaparición de innumerables especies y de sus hábitats. Pocos lugares se libran de las cicatrices dejadas por la mano del hombre y en algunos de ellos las heridas son de extrema gravedad. Este es un repaso por algunos de los ecosistemas más amenazados de la Tierra y de las causas de un declive que puede ser definitivo.
1.
Desde 2001 Indonesia ha perdido millones de hectáreas de selva tropical. Una deforestación salvaje que se extiende a islas como Borneo y Sumatra y deja pendiente de un hilo la vida de miles de aves, plantas y mamíferos. Detrás de la tala salvaje está el cultivo del aceite de palma. Solo en 2018 se deforestaron unas 19,67 millones de hectáreas de bosque para destinarlas a este cultivo. Y lo que no se corta desaparece devorado por incendios, detrás de los que muchos ven manos intencionadas. Si hay una especie que representa el desamparo al que la acción humana somete a la naturaleza Indonesia es el orangután. Más del 90% de su hábitat ha sido destruido en los últimos 20 años y en ese tiempo, más de 50.000 ejemplares han muerto. Es solo un dramático ejemplo de las situaciones que atraviesan la mayoría de las selvas tropicales del mundo.
2.
Antes de 1960 el Mar de Aral era el cuarto lago más grande del mundo.Su superficie alcanzaba los 67.300 kilómetros y suministraba gran parte del pescado que alimentaba a la antigua Unión Soviética. Poco queda de aquella joya. Ahora está dividido en cuatro cuerpos de agua separados, en lo que es uno de los mayores desastres ecológicos conocidos. ¿Qué pasó? La URSS decidió ubicar en la zona una plantaciones de algodón y para regarla canalizó agua varios de los ríos que alimentaban al Aral. Para la década de los 80, el mar solo recibía un 10% de los aportes hídricos de antaño. A todo este desastre hay que añadir que los pesticidas y abonos químicos que se usaban en las plantaciones de algodón terminaron por envenenar los acuíferos y de rebote también el gran mar. En su agonía se han perdido el 95% de los embalses, muchos humedales cercanos se han convertido en desiertos y 50 lagos adyacentes se han secado. Primera consecuencia: los inviernos y los veranos son más extremos ya que el mar ejercía un efecto amortiguador en la meteorología del entorno. También ha habido cambios en las dinámicas del viento, que ahora azota con mayor fuerza y arrastra la sal del antiguo lecho y la deposita hasta a 200 kilómetros de distancia. Una arena salina que influye de manera muy negativa allá donde llega y dificulta la respiración de quienes viven en la zona.
La historia de este mar se completa con la presencia en una de sus islas de un centro secreto de pruebas del Grupo de Guerra Microbiológica del Ejército soviético. Miles de animales llegaron allí para probar en ellos los efectos del ántrax, la viruela o la peste entre otros y se desconoce cuántos de estos agentes pudieron llegar al lecho.
La disminución de la masa de agua hizo que la salinidad se concentrase en la que quedaba que acabó con la vida marina. En el camino se quedaron varias subespecies de truchas, acerinas, el barbo de Turquestán, todas las especies de esturión y de paso se ha acabado con el medio de vida de aves y de miles de humanos. En los 90 comenzaron los esfuerzos para intentar recuperar este ecosistema. Por el momento, ninguno ha tenido un éxito destacable.
3.
Pocos arrecifes de coral del planeta se libran de las consecuencias de la actividad humana. Dos ejemplos de lo mal que la Humanidad lo ha hecho hasta ahora en este ámbito están en los del Caribe y en la Gran Barrera de Coral de Australia. Las cifras dan vértigo. Según Naciones Unidas el 70% de estos ecosistemas están amenazados, el 20% ya está destruido sin esperanza de recuperación, el 24% corre riesgo inminente de colapso y un 26% está en riesgo por afectaciones a largo plazo. «Los arrecifes de coral se están hirviendo vivos».
Su valor es incalculable. Por un lado porque albergan una ingente cantidad de vida: se calcula que sirven como hábitat para el 25% de especies marinas y eso incluye a las que sirven para el consumo humano. Por otra parte, son barreras naturales contra la erosión, las inundaciones y los tsunamis. Eso sin contar que su enorme belleza supone un reclamo turístico de primer orden que, gestionado con responsabilidad, supone una fuente de ingresos. Y un último pero no menos importante papel: los científicos han descubierto que contienen sustancias que se usan para elaborar medicamentos contra el cáncer. Pese a todo, según Gabriel Grimsditch, miembro de la división de ecosistemas marinos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, «los arrecifes de coral se están hirviendo vivos», tanto que los expertos calculan que casi el 90 % de estos súper ecosistemas podría extinguirse para 2050. ¡¡El 90%!!
4.
Los bosques lluviosos de Atsinanana, inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, son un conjunto de seis parques nacionales que se extienden a lo largo de la costa oriental de la gran isla. Con ejemplares milenarios, estos ecosistemas son de vital importancia para mantener la biodiversidad de Madagascar, hábitat de especies únicas en el mundo con una fauna y una flora que han evolucionado de forma aislada. De hecho, entre el 80 y el 90% de las especies de estas inmensas masas arboladas son endémicas y muchas están amenazadas. Hogar de al menos 25 especies de lémures, el bosque lluvioso merma año a año a causa de la presión humana, especialmente salvaje en lo que tiene que ver con la agricultura, con talas masivas, y la minería de piedras preciosas.
5.
Desde Rumanía hasta Ucrania, el corazón de Europa suma un territorio salvaje de bosques vírgenes con una biodiversidad deslumbrante. Castaños, hayas, robles, encinas, abetos, pinos y un sinfín de plantas alfombran la zona de los Cárpatos. Espacios verdes de una antigüedad incalculable en los que las leyendas se mezclan con lobos, osos, ungulados de todo tipo y una riqueza fluvial deslumbrante. O eso era antes de que las grandes empresas madereras de países del viejo continente con economías más florecientes que los de pasado comunista se fijarán en ellos. Desde principios del nuevo siglo firmas, principalmente de Austria, extraen toneladas de madera de la zona con una actividad frenética que grupos ecologistas rumanos califican de «mafiosa» y que también se desarrolla dentro de los límites de parques naturales y áreas de conservación. Según los datos del observatorio Global Forest Watch, obtenidos a partir de imágenes de satélite, 317.000 hectáreas de bosque rumano desaparecieron por la tala de árboles entre 2001 y 2007. Y la actividad no ha parado a día de hoy.
6.
El Mar Menor es el último drama ecológico español y se suma a otros como la delicada situación de Doñana que, literalmente, se muere de sed. El pasado verano, ese pequeño rincón del Mediterráneo fue escenario de un episodio (otro) de mortalidad de fauna marina. Las imágenes de miles de peces, crustáceos y algas muertos en las playas murcianas supusieron un golpe en las conciencias de muchos. Se llegaron a retirar 15 toneladas pescado procedentes de una lámina de agua otrora cristalina y rica en vida enturbiada desde hace décadas por la sobreexpotación industrial, agrícola y urbanística. Durante años este ecosistema había sufrido vertidos masivos procedentes de la minería y, luego, de la salvaje actividad urbanística, pero hasta ahora había sido capaz de regenerarse, de sobrevivir. Su riqueza marina era capaz de, por decirlo llanamente, procesar la cantidad de contaminación que le llegaba. Pero todo tiene un límite. A los factores anteriores se ha sumado la sobreexplotación agrícola. Miles de hectáreas de cultivos en los que el uso de pesticidas y abonos químicos son habituales. El problema es que esas sustancias acaban en el extenuado Mar Menor incapaz, ahora sí, de procesar tal cantidad de nutrientes artificiales. La conclusión es que el agua se enturbia, el oxígeno empieza a escasear y la vida submarina muere. Queda por ver si los responsables últimos de esta catástrofe son capaces de llegar a un acuerdo para atajar el desastre total.
7.
Se dice que la Antártida es el último continente virgen del planeta. Una vitola que de poco le ha servido a la hora de evitar padecer las consecuencias de la actividad humana. Hace 30 años los Acuerdos de Madrid significaron un punto de inflexión en la protección de este ecosistema único. El pacto suponía el inicio de una moratoria de 50 años sobre las actividades mineras en el continente helado y un respiro para sus especies únicas. Fue un pequeño espejismo porque a día de hoy el tratado se respeta pero las amenazas sobre ese territorio persisten en forma de una explotación pesquera intensiva y calentamiento global. Las poblaciones de pingüinos son testigo y víctima de las modificaciones que el territorio. Según Greenpeace, el aumento de las precipitaciones en forma de lluvia está acabando con los pollos de estos pintorescos animales. La razón es que el plumón que las protege de la nieve pero no les abriga de las gotas de agua así que miles mueren por hipotermia. Una cruel paradoja tratándose de seres acostumbrados a vivir en el frío extremo. La minería ha desaparecido pero ha llegado la pesca, una actividad que va en aumento y que diezma los bancos de krill, principal sustento de ballenas, peces y pingüinos.
El aumento de la temperatura global también pesa sobre el Polo Sur, una de las principales reservas de agua dulce del planeta. Las consecuencias para el equilibrio de las corrientes oceánicas, que incidirá en incremento de fenómenos meteorológicos extremos, y el aumento del nivel del mar en todo el mundo serán solo dos de las consecuencias de la destrucción de este ecosistema.
8.
No hay lugar del mundo que se libre de su temporada de incendios. El fuego no es intrínsecamente malo y de hecho a lo largo de la historia del plantea ha ejercido como elemento de equilibrio de distintos ecosistemas. Sin embargo, en las últimas décadas, las llamas se han extendido de manera alarmante. En el Amazonas o Indonesia se ha usado para limpiar de arbolado zonas que luego serían dedicadas de cultivos poco sostenibles, como el aceite de palma, o a la minería. El calentamiento global aviva un elemento enormemente destructor que se ha cebado especialmente con Siberia -más de 4 millones de hectáreas quemadas-, Australia o California. En el continente austral los devastadores incendios registrados en 2019-2020 esparcieron tal cantidad de partículas de humo por la estratosfera que cubrió el hemisferio sur durante meses, según un estudio israelí publicado en la revista Science. Ardieron 10 millones de hectáreas, miles de animales y se destruyeron más de 2.500 edificios.
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