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Iñigo Gurruchaga
Viernes, 15 de julio 2022, 17:40
A lo largo de este fin de semana, una pequeña localidad del País de Gales- Caerleon, con unos 8.000 habitantes-, conmemora la llegada hace 85 años de 56 niños vascos refugiados de la Guerra Civil. Unos doscientos de los 3.900, entre 7 y ... 17 años, que fueron evacuados en Santurtzi a bordo del vapor Habana, fueron transferidos a 'colonias' en Gales, tras su llegada a la costa inglesa.
Exposiciones, debates, música y baile, visitas al anfiteatro de una legión romana o a los restos de un buque vasco en la vecina Newport, competiciones deportivas,… son parte de los eventos organizados por la Asociación de Niños Vascos en el Reino Unido, con la ayuda de la empresa CAF, que tiene una factoría en Newport. El ministro principal de Gales, Mark Drakeford, participó en la ceremonia inaugural.
La colonia de Caerleon fue una de las más exitosas en la integración de los niños. El Ayuntamiento de la comarca cedió una casa, Cambria House, para acogerlos. Voluntarios la adecuaron para la recepción de los refugiados, se ofrecieron como asistentes o maestros. Donaciones individuales, del fondo humanitario de los cuáqueros y en particular del sindicato de mineros, financiaron los costes.
Gail Giles, enfermera de profesión, decidió un día estudiar Arqueología e Historia y para su disertación indagó en la experiencia de aquellos niños. Habla con entusiasmo de su encuentro con Josefina Álvarez, evacuada con sus hermanos. Ella se quedó en Caerleon, donde contrajo matrimonio y crió una familia. Contó su vida por primera vez a Giles, sin mencionar nunca lo que había visto en la guerra.
Del relato de Josefina se deriva que el éxito de la colonia se debió a la bilbaína María Fernández. Había llegado a Gales con tres años, siguiendo a su padre, que se empleó en 1907 en la acería de Dowlais. La hija, casada con un marino mercante, vivía en Cardiff y respondió al anuncio de una oferta de trabajo en Cambria House. No tenia hijos pero fue la matrona de una cincuentena.
Bajo su influencia, Josefina, «una persona maravillosa», según Giles, jugó al badmington, sus hermanos al fútbol, estudió matemáticas en la Universidad de Birmingham. Giles da ahora charlas a grupos locales sobre la experiencia de los niños, que le escuchan en éxtasis y «les lleva a convencerse de la necesidad de ayudar a gente en dificultades».
También participa en los actos Eddie Butler. Licenciado en Cambridge, viajó a Madrid con 18 años para mejorar su español. Fue capitán de la selección galesa de rugby que realizó una gira por España en 1983. Fue cronista de ese deporte en 'The Observer' y periodista también en la BBC. Es el autor de un documental sobre los niños vascos.
«Tenemos que mirar al futuro pero conocer también lo peor del pasado», afirma. Expone el ejemplo de los soldados de la Primera Guerra Mundial, que tuvieron la fuerza de contar lo que han vivido muchos años después, y les vino bien. De la Comisión de Verdad y Reconciliación, en el fin del 'apartheid' en Sudáfrica, «como forma de purgar el alma nacional». «Tenemos que enseñar estas cosas», concluye.
La secretaria general de Acción Exterior del Gobierno vasco, Marian Elorza, recordó en su alocución el comercio medieval de lana entre las costas vasca y galesa, la navegación entre ambas que en el siglo XIX puso en contacto a las minerías y acerías de ambos países, el papel del Consulado Británico en Bilbao en la evacuación de 1937 y en las relaciones de hoy.
«El Gobierno vasco ha querido acompañar a los descendientes de aquellos niños y niñas y a las autoridades de Gales», dijo. «Para rendir homenaje a todas aquellas personas que de forma altruista abrieron las puertas de sus casas y sus corazones a aquellos menores. Y para recordar también las vivencias de aquellos niños y niñas, cuya infancia se vio truncada por una guerra».
La presidenta de la asociación en el Reino Unido, Carmen Kilner, es hija de una maestra donostiarra que acompañó a los niños, junto a casi un centenar de colegas de profesión, dos médicos y 16 sacerdotes, en un viaje muy movido en el Golfo de Vizcaya y en su primera experiencia inglesa, en un campamento de tiendas construido en las tierras que un agricultor cedió para la acogida, en el norte de Southampton.
Cuando tenía 4 años, Kilner acompañó a su madre en un encuentro furtivo, en un andén de la estación de Hendaya, con la familia que había quedado en España. «Lo que recuerdo es que todos lloraban», afirma. Integrada en Inglaterra, decidió un día dejar su oficio como profesora de odontología pediátrica y dedicarse a «esta historia con la que crecimos». «Así de importante era para mí».
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