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antonio corbillón
Martes, 8 de octubre 2019, 00:36
Estos días se cumplen 30 años del nacimiento de una de las razas caninas más exitosas. Todo empezó por la conmiseración que sintió el talentoso criador australiano Wally Conron al conocer la historia de una mujer ciega cuyo marido tenía alergia al pelo de ... los perros. Conron buscó un cruce entre dos canes en los que se pudiera combinar la obediencia y una lana hipoalergénica. Se le ocurrió juntar a un labrador retraiver con un poodle (el caniche convencional). Después de tres años de ensayos genéticos, el resultado fue el labradoodle. Basta una foto para enamorarse de estos animales de suave color crema.
Hoy, al nonagenario Conron le han entrado ansias de confesión. Hace unos días reconocía a la cadena ABC News que aquel cruce fue un error. «Muchos están locos. He creado un monstruo Frankenstein», lamenta este atribulado criador.
Aparte de locos, sus vidas pueden ser un pequeño infierno. Muchos heredan de su 'trozo' caniche la enfermedad de Addison (deficiencia hormonal), además de epilepsia, tráquea colapsada... Y de la parte labrador sufren luxación rotuliana o displasia de cadera. Y sin embargo, Conron se pregunta: «¿por qué los siguen criando?».
La respuesta está en el mercado canino. Tener un perro de diseño, un híbrido a la carta que se adapte a los deseos de una clientela eminentemente urbana está convirtiendo la cultura de cría en un saco sin fondo. Solo en España hay más de 1.500 centros caninos (además de incontables fincas privadas sin registro alguno), pero con un nivel muy bajo de supervisión real de sus actividades. Mucha gente olvida o ignora que la cría y venta entre particulares está prohibida. La base normativa que regula estas prácticas (Real Decreto 1119/1975 sobre autorización y registro de núcleos zoológicos) es un documento preconstitucional, completado por otra ley de 1982.
«Son más de 40 años sin control, sin saber qué libros de registro tiene cada centro», admite Encarnación Meruelo, presidenta de la Asociación de Centros Legales de Cría y Cuidado Responsable (Ascelcre). Al hablar de perros, se cuela continuamente en la conversación la palabra «bastardeo». Desde su núcleo zoológico en un pequeño pueblo vizcaíno, Meruelo comanda una de las pocas federaciones caninas que puede presumir de la trazabilidad de sus camadas. No entiende por qué no son suficientes las trescientas y pico razas que se conocen para encontrar el animal que se acomode a las expectativas de cada cual.
La clave está en la moda combinada con la demografía humana y la vida urbanita. Según datos del INE, en España hay ya más de 13 millones de mascotas registradas, de las que el 93% son perros. Es decir, hay muchos más canes que menores de 15 años. La creciente soledad de muchas personas les ha llevado a buscar compañía en animales domésticos.
«Los cruces entre razas o lo que denominan 'híbridos' no tienen cabida en nuestros registros y por lo tanto no tienen control alguno. Esos perros carecen de control genético», refrenda el presidente de Kennel Club de España, Alfonso Roldán, una asociación que cumplirá su primer año de vida este mes y que intenta dar alternativas legales a los propietarios y criadores de todas las razas caninas.
La revista científica alemana 'Plos One' encargó el trabajo más completo que se conoce sobre estos laboratorios genéticos caninos. Analizó más de 14.000 animales, puros y cruzados. Llegó a la conclusión de que las mixtas «eran menos tranquilas, menos sociables y mostraban comportamientos más problemáticos».
En el incremento de variedades y demanda influye su creciente protagonismo televisivo y cinematográfico. Perros policía como 'Max' o 'Rex' (pastores alemanes herederos de 'Rin tin tin', famoso en los años 30 y que tiene sus patas en el Paseo de la Fama de Hollywood). O perros lobo checoslovacos como los que se podían ver en 'Juego de Tronos'.
Quien más, quien menos, quiere pasear por las calles de su barrio una correa de cuyo extremo tire un perro del que sentirse orgulloso. «Antes se investigaba genéticamente con ellos para aclimatarlos a las necesidades humanas (caza, vigilancia...). Hoy se cruzan pensando en adaptarlos a la vida urbana. Si lo pensamos, tiene toda la lógica. Aunque sea dañino», reflexiona Meruelo.
Los criadores profesionales saben que se mueve mucho dinero, «la mayoría en negro», en estos cruces. Casi todos los que tratan de dar la máxima transparencia al sector insisten en que «hay que volver a la utilidad del animal y dejar de empequeñecerlos y atrofiarlos», como lamenta la delegada de Concursos Caninos de la Federación Cinológica Española, Maika Fernández Beltrán.
Esta organización reúne a una docena de asociaciones regionales de criadores de perros de raza pura. Al igual que Meruelo, su colega Fernández Beltrán advierte del imparable empobrecimiento genético que se está produciendo en todos los países donde tener un perro es ya una gran industria. «Estamos devaluando las razas. Atrofiando musculaturas y produciendo enanismos a costa de enfermedades atrofiantes. Y todo para que una señora tenga un perrito en los brazos que pese un kilo y medio. ¡Acabaremos viendo un pastor alemán en miniatura!», advierte esta criadora valenciana.
El problema se multiplica cuando se infrautilizan las prestaciones. Un pastor belga malinois es un animal nacido para trabajar. Sus 40 kilos de potencia nunca soportarán vivir en un piso de 80 metros cuadrados y salir a pasear una o dos veces al día. Lo normal es que destroce sofás y muebles. Y que los dueños, acabada la etapa de encantamiento postcachorro, se libren de él. E incluso lo abandonen en cualquier descampado.
Hoy están de moda los perros branquicéfalos (hocico chato y cabeza ancha), como el bóxer francés. Sufren alergias, úlceras corneales, infecciones del pliegue cutáneo y, sobre todo, síndrome de las vías respiratorias obstructivas. Están condenados a pasarlo mal con las altas temperaturas.
Pero no todo son malas prácticas o instituciones que miran para otro lado. Los criadores destacan los esfuerzos de Administraciones como la vasca, que ha regulado las bases genéticas y censos de perros como el villano de las Encartaciones, de forma que ahora se podrán regular todos los cruces y prohibir los híbridos. O la canaria, que ha prohibido el reconocimiento de razas variantes del presa canario, del que tratan de recuperar su estándar.
El veterano Wally Conron creó hace treinta años el labradoodle. Un compañero que se ha hecho popular pero del que dice ahora que es una 'criatura monstruo'.
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