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Quien se haya criado pisando uva seguro que distingue de un vistazo el racimo bueno del menos bueno. Este análisis a ojo ha servido, tradicionalmente, de vara de medir en las bodegas. Lo daban por bueno los enólogos y es verdad que no daba mal ... resultado. Aunque nunca se sabía hasta descorchar la botella. Hoy el riesgo de que se cuele una uva mala no existe. Basta analizar un poco de ese mosto para descartar anomalías que puedan alterar el color, dejar un aroma a moho... «El ácido glucónico determina la calidad de la uva, pero hasta hace unos años no se medía, empezamos a hacerlo nosotros en el año 2009 y hoy es una práctica generalizada». La idea es de Asier Albizu (Eibar, 51 años), un agrónomo amante del vino que entre 2001 y 2005 fue viceconsejero de Agricultura del Gobierno vasco: «Me tocó todo el lío de las vacas locas, la gripe aviar.. Pero fue una etapa muy interesante, pese a lo mal vista que está la política».
En 2009 creó Biolan, una empresa que fabrica biosensores para el control de la calidad alimentaria en vino, pescado, marisco y productos lácteos. Una pyme bajo el protector paraguas de los 'campeones ocultos', una etiqueta que lucen una treintena de compañías vascas que son punteros a nivel mundial en un campo concreto y muy acotado. Albizu lo ha conseguido desarrollando y fabricando unas máquinas capaces de dar la voz de alarma de manera casi instantánea en un atún 'malo' o en un yogur que no es 'free lactosa' como dice . «El problema de los análisis alimentarios es que tardan dos o tres días y para cuando te enteras de que una partida está mala pierdes la producción, e incluso está ya en el mercado. Nuestra principal ventaja competitiva es la rapidez».
¿Dónde están? La planta está en Zamudio, pero Biolan tiene delegaciones en Tailandia, Indonesia, Filipinas, México, Ecuador, Chile y Marruecos. Venden a cincuenta países del mundo.
¿Qué analizan? vino, marisco (especialmente langostinos), productos lácteos (leche, yogures, helados, etc) y pescado azul (atún, verdel, sardina y anchoa).
¿Cuántas máquinas venden? Del modelo 300, el primero que idearon, comercializan unas cien unidades al año y lo venden a 10.000 euros. Del portátil, que cuesta 5.000 euros, venden otras cien unidades. Y han creado también un equipo específico y automático para vino que cuesta 16.000 euros y de momento solo se comercializa en españa (venden diez unidades al año).
Que es tanta como dos minutos, lo que tardan en analizar la uva recién recogida en el propio remolque «para saber si está podrida o no» o cuarenta segundos en el caso del atún. Lo hace una máquina no más grande que una caja de zapatos que cuesta 10.000 euros que tiene una versión portatil más pequeña (5.000 euros) y que es capaz de detectar las pequeñas concentraciones de ácido glucónico en el vino, de sulfitos en el marisco, de histamina en el pescado y de lactosa en leche y yogures. Cuatro moléculas cuya concentración determina la frescura y la calidad de esos productos.
«Un pescado con unos niveles de istamina altos pica, y si eres alérgico te puede provocar una reacción grave. La seguridad alimentaria es algo muy importante y ha habido casos preocupantes, como cuando se descubrió que 'pintaban' atunes con zumo de remolacha para que lucieran más rojos y parecieran de más calidad».
A propósito del atún, ese día están analizando unas muestras de pescado azul (el blanco no tiene istamina) en la planta que Biolan tiene en el Parque Teconológico de Zamudio. «Como necesitamos una muestra líquida, en el caso del pescado y el marisco se tritura una pequeña cantidad, 10 gramos, y se añade agua u otra solución hasta llenar 100 gramos. Con una pipeta se extraen 300 microlitros (0,3 mililitros) y se analiza la cantidad de histamina que tiene el alimento». Visto y no visto, en menos de un minuto ahí están los datos. «Medimos la corriente eléctrica en ausencia de istamina. Después, en un electrodo que tiene una varilla por donde pasa la corriente se coloca la enzima que previamente hemos creado y que va a detectar la molécula de la istamina. Cuando la detecta, la 'oxida' y ese proceso libera unos electrones que provocan un 'salto' en la corriente. El equipo mide esa diferencia de corrientes, lo que nos da el nivel de istamina». La muestra que han cogido en ese momento arroja un resultado de 106 miligramos por kilo. Demasiado alto. «Una lata de atún de una marca normal está dando niveles menores de 10, así que con un valor de 106 no saldría al mercado».
Lo explica una de las 31 trabajadoras (el 82% de la plantilla son mujeres y la media de edad son 31 años) que trabajan en Zamudio, una plantilla que completan las 18 personas que Biolan tiene repartidas en siete delegaciones por los cuatro continentes. «Vendemos a cincuenta países de los cinco continentes y este años esperamos alcanzar los 3,3 millones de euros», explica Albizu.
Y el plan es crecer. «Queremos analizar los nitritos en embutidos y la cafeína en descafeinados y estamos ya en marcha para analizar el sulfito en pasas y fruta deshidratad». Para que nos hagamos una idea de su capacidad de penetración en el mercado mundial cuenta Asier que solo en Turquía han visitado ya, «pateado» más bien, hasta 45 empresas que comercializan pasas, «y en dos años cualquiera que haga pasas en todo el mundo nos va a conocer». Será por llamar a puertas... «En apenas unas meses estuve en Qatar, Indonesia, Tailandia, Malasia, Filipinas, Ecuador, Bélgica y Holanda».
- Se pasa más tiempo fuera que aquí. ¿Qué le dicen en casa?
- Que a ver qué les he traído de regalo, jaja.
El sudeste asiático es capital para su negocio (solo en Tailandia tienen seis personas trabajando para ellos) y un destino nada hostil para el empresario. «Allí es fácil hacer negocios porque es una zona segura, son amables, y si logras entrar te quedas. En Ecuador por ejemplo me han apuntado con una pistola, en Chile he vivido dos terremotos y en Marruecos y en México tienen prácticas comerciales que nosotros no utilizamos».
Lo que venden allí lo prueban mil y unas veces en su planta de Zamudio -«la mitad de nuestro trabajo es control de calidad»-, que pronto va a crecer con otro edificio, donde va a hacerle hueco también a una cocina. «Me encanta cocinar, y pertenezco a una sociedad grastronómica. Anoche vinieron unos clientes que comercializan la máquina para analizar la calida del vino en Castilla La Mancha y les preparé txipirones encebollados y merluza con almejas». Para que no queden dudas de su capacidad negociadora.. «Soy de Eibar y allí tenemos fama de emprendedores. De broma decimos que en Eibar la gente no habla de fútbol, hablamos de negocios».
Y se entienden, que en Biolan convergen varias áreas de conocimiento: «La electroquímica es la base de lo que hacemos, pero las otras dos patas que lo hacen posible son la Bioquímica y los ingenieros electrónicos». Ocupan espacios distintos pero próximos y a simple vista una no los distingue, todos con las batas blancas.
Los 'brazos' de Biolan van a abrazar dos nuevos campos, el de los datos y el de la salud. No ya de los alimentos, sino de las personas. «Tenemos un proyecto para el análisis de fluidos biológicos. Queremos que con un simple análisis de orina podamos detectar intolerancias». Un producto que comercializarían a través de las farmacias. «Ya tenemos la autorización de la Agencia Española del medicamento, porque ese análisis iría asociado don un medicamento que habría que tomar para poder analizar la muestra». Por otro lado, el tema de los datos. «Queremos ser capaces de trabajar con todos los datos que obtenemos por todo el mundo, para poder dar más información al cliente. No solo si el pescado que comercializan tienen unos niveles óptimos de histamina, también advertirles de si tal pescado que capturan en abril les suele dar problemas, por ejemplo».
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