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La mítica sorda no ha llegado a nuestros montes con el cambio de luna. De momento han entrado pocas becadas, pero lo harán en breve. ... Está demostrado que el lugar preferido de este pájaro son los bosques de pinos jóvenes de hasta doce años, y esto provoca que algunos terrenos se vayan haciendo viejos y menos querenciosos para la sorda. Hay que tener en cuenta que esta mítica ave es promotora de pasiones cinegéticas inenarrables entre los cazadores vascos. Por ello, nunca está de más aportar de nuevo alguna información sobre sus características y comportamiento.
En su conducta migratoria, es diferente a otras aves. Su partida desde el lugar donde nidificó hasta sus cuarteles de invierno depende del tiempo local. Así pues, están estrechamente ligadas a las condiciones atmosféricas, porque clima y alimento son para ellas particularmente dependientes entre sí. En consecuencia, es importante que las becadas que nos visitan, provenientes de Finlandia y los países bálticos, empiecen a soportar allí temperaturas bajo cero y nevadas para que se desplacen en masa hacia la Península Ibérica y el norte de África. Por el contrario, la especie centroeuropea, de carácter sedentario, apenas emigra en una proporción de un 2%. También está demostrado que la becada hace su arribo con los vientos del primer cuadrante; o sea, norte, nordeste y este, dependiendo del factor climático y la luna nueva, que es la fase más favorable para su entrada y caza.
Lo que continúa siendo un misterio es el medio que les permite seguir la ruta durante la migración. Máxime, considerando que las primeras que se desplazan son las jóvenes que nunca han hecho el viaje. No debe olvidarse que lo efectúan de noche, a menudo con nubes, lo que les impide orientarse por los accidentes orográficos, posición solar y constelación estelar. Esto nos hace pensar en un maravilloso resorte de receptividad del pájaro a los impulsos cósmicos ante los que actúa a modo de radar ultrasensible que regula el perfecto sincronismo del desplazamiento.
Los estudios realizados sobre la migración, basados en el anillamiento, han permitido confirmar que este pájaro es capaz de recorrer en una noche hasta 400 o 500 kilómetros, a 55-65 kilómetros por hora. La vida seminocturna de la becada ha contribuido bastante a difundir la idea de que se ve poco o muy poco durante el día. Vivir en el suelo del bosque presenta serios inconvenientes, derivados sobre todo de la vigilante presencia de un buen número de depredadores, desde la marta y el gato montés al azoe y gavilán, para quienes saltar desde una rama baja sobre la espalda de un ave de regular tamaño resulta fácil y apetecible.
La becada ha tratado de salir al paso de esta vulnerabilidad ecológica mediante un camuflaje perfectísimo y un sistema de visión muy especializado, pues sus ojos, en lo alto del cráneo, resultan vigilantes para cualquier observador y su transparencia, sus grandes dimensiones y pureza traducen su agudeza óptica.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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