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210 años de un hecho decisivo

La Batalla de Vitoria, en mapas: así cayó Napoleón en Euskadi hace 210 años

El 21 de junio de 1813 una coalición anglo-hispano-lusa derrotó en las cercanías de Vitoria a las tropas francesas, un hecho decisivo para el final de la Guerra de la Independencia y el principio del fin del emperador

Miércoles, 21 de junio 2023, 16:53

La Batalla de Vitoria, librada el 21 de junio de 1813, hace 210 años, supuso en la práctica el punto final de la ocupación francesa en España y el comienzo del fin del imperio napoleónico. En sus memorias, Napoleón dijo: «Esta maldita guerra de España ... fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con ese nudo fatal. Destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... Esta maldita guerra me ha perdido». La fama de la batalla alavesa traspasó fronteras: Beethoven compuso en su honor su Opus 91 ('La Victoria de Wellington', que estrenó en Viena) y los ecos de lo ocurrido en España fue el anticipo de lo que tendría que vivir el emperador francés en Leipzig, primero, y en Waterloo, después.

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Pero antes, el contexto. En octubre de 1807 el ejército imperial francés entró como amigo en España con el pretexto de atacar Portugal, tradicional aliado de Reino Unido. Pero Napoleón tenía la intención de tomar posiciones en España con el objetivo de derrocar a los Borbones y reemplazarlos por la dinastía Bonaparte, convencido de que tendría el apoyo del pueblo.

Las exigencias de manutención de las tropas galas y sus abusos y tropelías cansaron al pueblo español, que se levantó en armas en la primavera de 1808 marcando el inicio de lucha por la independencia. Los primeros éxitos de las fuerzas españolas en la batalla de Bailén (Jaén), provocaron la retirada francesa al norte del Ebro. En noviembre de 1808 José I Bonaparte trasladó el Palacio Real y el Gobierno de España a la capital alavesa con todos sus ministros, funcionarios y guardia personal. Ante el empeoramiento de la posición francesa, ese mes el propio Napoleón cruzó los Pirineos con la intención de reconquistar España.

«En dos meses España será mía y dispondré de ella conforme al derecho que me dará la conquista», dijo el emperador en Vitoria, antes de avanzar sobre Burgos y Madrid donde derrotó al ejército español. Napoleón regresó a París cuando el dominio sobre España parecía asegurado. Y en 1812 retiró algunas tropas para trasladarlas a Rusia. Entonces es cuando se hizo evidente la fragilidad de lo conseguido por los franceses tras cinco años de guerra en España.

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Pero entonces ya era demasiado tarde para enmendar el error.

El final de Napoleón

Las fuerzas aliadas -británicos, portugueses y españoles- retomaron la iniciativa, lograron victorias en Arapiles (Salamanca, julio de 1812) y Sevilla (agosto de 1812), y tomaron Madrid, lo que obligó a José Bonaparte a retirarse a Valladolid (3 de junio de 1813) y Palencia (6 de junio) para establecer en Burgos su cuartel general. Pero ninguna tierra era segura para el rey 'intruso', que continuó su huida para salvar su vida y las grandes riquezas que había expoliado. El ejército imperial se retiró por Briviesca, Pancorbo y Miranda, mientras que unos kilómetros más al norte, por Cantabria y norte de Burgos, avanzaba el ejército aliado del duque de Wellington, abocados a un inminente encuentro.

El 16 de junio algunas tropas se encontraron al norte de Miranda y se produjeron los primeros combates, mientras el convoy imperial continuó la retirada hacia Vitoria. El día 17, dada la cercanía de las tropas aliadas, Bonaparte, con sólo 57.000 hombres, barajó reunir al ejército francés del norte de España en la capital alavesa, de modo que pudiera plantar cara a los soldados de Wellington, que sumaba 78.000 hombres. El mando francés pretendía resistir con su ejército el inminente asedio aliado ya que carecía de una estrategia definida. Y, en el peor de los casos, iniciar su retirada definitiva a Francia.

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Los protagonistas

Era la segunda vez que José Bonaparte huía de Madrid con su corte y llegaba a Vitoria, aunque en esta ocasión la amenaza era más seria. Pasó la noche del 19 al 20 en la casa de la marquesa de Montehermoso, mientras su ejército estaba acampado en la Llanada. José I ordenó la salida de una parte del convoy francés, atascado en el pequeño casco urbano de Vitoria que recibió en pocos días cerca de 4.000 carruajes con personal no militar, heridos, equipajes y 50 piezas de artillería pesada. Sin órdenes precisas, los comandantes franceses mantuvieron sus posiciones sin volar los puentes ni preparar una defensa de los vados del río, con una sensación de falsa seguridad. El día 21, el rey Bonaparte y el mariscal Jourdan madrugaron para salir a supervisar las posiciones de sus tropas. Hacia las 6, Jourdan llegó a Aríñez y ordenó retrasar el frente a la línea Esquível-Crispijana. Los Montes de Vitoria a la izquierda y el río Zadorra a la derecha actuarían de protección. Amanecía en la Llanada pero no se veía el sol, la niebla desdibujaba el horizonte. El rey y el mariscal subieron al alto de Inglesmendi, en Júndiz, desde donde observaron la parte occidental de la Llanada.

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El dublinés Arthur Wellesley, más conocido como Duque de Wellington, al frente del ejército aliado, había llegado el 19 de junio al pueblo alavés de Subijana-Morillas donde preparó el combate del día 21 con el vitoriano General Álava, gran conocedor del terreno. Ambos emplearon todo el día 20 y parte de la madrugada del 21 para transmitir las órdenes a sus tropas, ocultas en los bosques que pueblan los montes alaveses.

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Las tropas

El ejército imperial francés disponía de 57.000 hombres y 140 cañones, mientras esperaba la llegada del general Clauzel y sus 15.000 soldados procedentes de Logroño. Las tropas de Wellington, 78.000 hombres y 96 cañones, se situaron en los puntos prefijados, mientras que los que ocupaban las alas del ataque se desplazaron durante toda la jornada del 20 y buena parte de la madrugada del 21 bajo la persistente lluvia.

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De madrugada, soldados franceses ocuparon Aránguiz y los altos de Araca ante la cercanía de los hombres del guerrilero Longa, mientras el largo convoy francés reiniciaba su retirada tras pernoctar en las inmediaciones de Vitoria. La noche comenzaba a clarear con frío y llovizna, cuando las tropas aliadas salieron de su campamento en Pobes en dirección a La Puebla de Arganzón. Las filas imperiales posicionaron su artillería en un desnivel de unos 10 metros de altura y de dos kilómetros y medio de longitud. Sus hombres detectaron movimientos de las tropas enemigas que avanzaban hacia Nanclares de la Oca.

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La batalla

Los españoles de Morillo llegaron a La Puebla de Arganzón y protagonizaron una escaramuza con cazadores franceses para pasar el puente medieval de esta localidad. Cruzaron el Zadorra y ascendieron a los Montes de Vitoria, desde donde dominaban la entrada a la Llanada por el Camino Real. Una brigada aliada se desplazó por la zona alta y otra a media altura, por donde los franceses no esperaban un ataque. A las siete de la mañana los hombres de Morillo entran en combate.

La Batalla había comenzado.

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El ejército de Wellington permanecía emboscado. Desde los altos de Nanclares, Wellington y el General Álava observaron que en los Montes de Vitoria había intercambio de disparos. Las tropas francesas de Subijana se dirigieron a los Montes de Vitoria, a donde los aliados enviaron a los escoceses de Cadogan que, al son de las gaitas y de los fusiles, afianzaron el avance aliado. Los esfuerzos franceses fueron insuficientes para detener la progresión aliada que comenzó a avanzar ante el hueco dejado en Subijana.

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El avance de las tropas

Por el norte llegaron por sorpresa más tropas que obligaron a los franceses a retirarse de Aránguiz y Abetxuko, para apostarse al otro lado del Zadorra. Además, trataron de reforzar la línea del río. Mientras, las tropas aliadas causaban estragos en los Montes de Vitoria, pero los franceses mantuvieron la posición en Berrosteguieta y Gomecha. Wellington ordenó el ataque a Subijana y envió 2.600 efectivos a cruzar el puente de Trespuentes aprovechando que estaba desguarnecido. Los imperiales pierden Subijana y se ven obligados a retrasar posiciones.

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La entrada del General Álava y huida de la comitiva

Tras el mayor duelo artillero de toda la Guerra de Independencia, José I ordenó la retirada general a eso de las 17.30 horas del 21 de junio. El pánico entre las tropas imperiales es general. Los artilleros abandonaron el frente dejando los cañones y la caballería huyó en sus monturas. En medio del caos, el General Álava solicitó a Wellington un escuadrón de caballería para entrar en Vitoria, cerrar las puertas y aislarla del ejército aliado. El general conocía el comportamiento de las tropas tras los combates, en los que el saqueo y el incendio eran usuales. Miguel Ricardo de Álava, con los húsares alemanes, desalojó de Vitoria a los franceses que quedaban rezagados y pidió a los vecinos que se recluyeran en sus casas porque los que veían «son peores que los que se han ido», advirtió conocedor de los saqueos anteriores del ejército anglo-portugués en Badajoz y Ciudad Rodrigo. Con algunos refuerzos más, Álava ordenó cerrar las puertas de la ciudad, lo que evitó la entrada de tropas.

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Entre las siete y las ocho de la tarde concluyó la batalla tras 12 horas de combates con una clara victoria aliada, un balance de unas 12.800 bajas -5.200 aliadas-, con Vitoria a salvo y con los imperiales huyendo a marchas forzadas hacia la frontera francesa.

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¿Qué pasó después? Las fuerzas de José I se retiraron hacia Zurbano protegidos por sus camaradas. Con el cierre de la carretera a Arlabán por los hombres de Longa, la única vía de escape fue el camino de Salvatierra, por la vieja calzada romana hacia Pamplona. Los huidos se toparon con el gran atasco producido por la lenta caravana real, que transportaba el séquito real, centenares de españoles afrancesados con sus familias y el equipaje de 'Pepe Botella'. También iba la reserva de artillería y los carros del tesoro real, entre 1.500 y 2.000 carruajes y furgones, que puestos en línea recta ocupaban 18 kilómetros. Muchos de ellos iban cargados de cuadros de las colecciones reales, obras de arte, plantas rarísimas de los botánicos españoles, dinero -unos cinco millones de duros en oro-, alhajas, joyas, legajos, libros, municiones y cañones.

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Parte del tesoro quedó en las cercanías de Vitoria por la precipitada huida y porque ante la imposibilidad de huir con tal botín, el tesorero real mandó abrir los furgones del tesoro para que sus tropas cogieran cuanto pudieran antes de la llegada de los enemigos. Pero los soldados aliados llegaron a Vitoria y se encontraron con parte del convoy en las calles de la ciudad. El pillaje, en el que también participaron algunos vitorianos, hizo que las tropas aliadas olvidaran la persecución para dedicarse al saqueo. A pesar de ello, algunos persiguieron a los franceses.

José Bonaparte tomó una berlina en la Plaza Nueva y partió con Jourdan y su Estado Mayor. Escapó de milagro montado en un caballo hacia Pamplona cuando los húsares se colocaron a la altura de la berlina real. Los ecos de la Batalla de Vitoria cruzaron Europa en las siguientes semanas. Meses después, en octubre, Napoleón caería derrotado en la Batalla de las Naciones, cerca de Leipzig, y, en 1815, en Waterloo. El principio del fin.

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