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TERI SÁENZ
Martes, 22 de octubre 2019, 12:18
Gail y Barry viajaron en mayo del sureste de Inglaterra hasta La Rioja para disfrutar de unos días de asueto en contacto con la naturaleza. El matrimonio, ya jubilado, no llegó solo desde King's Lynn. En la caravana que trajeron consigo ... e instalaron en el camping de Haro también convivía Ruby, una gata carey que les acompaña durante los últimos años y que ejerce casi como un miembro más de la familia.
De repente, la calma que disfrutaban la pareja y su mascota en tierras riojanas se quebró. Un fuerte ruido asustó un día a Ruby de tal manera que salió despavorida. Sus dueños no dieron excesiva importancia al episodio y acudieron a buscarla con la seguridad de hallarla ovillada en algún rincón cercano. El esfuerzo, sin embargo, resultó vano. Ni en el camping ni en las fincas adyacentes encontraron ninguna señal y lo que había empezado como una anécdota fue tiñéndose de angustia a medida que el tiempo transcurría y las vacaciones se agotaban.
Gail y Barry estiraron su estancia hasta mediados de julio, pero el rastreo en un radio cada vez mayor seguía sin dar frutos. Obligados ya a volver a Inglaterra, contactaron con Pilar, una colaboradora jarrera de la Asociación Esperanza Felina de Vitoria que de inmediato se volcó en el caso en contacto directo y desde la distancia con la pareja británica. Y todo ello, ante la barrera del idioma que la pasión compartida por los animales superó desde el inicio. El primer paso consistió en desplegar, con el apoyo siempre de los responsables del camping, unas cámaras de grabación nocturna para detectar si el animal aún seguía en las instalaciones. No resultó sencillo. El modo de registro obligaba a revisar a diario las imágenes de la noche anterior, hasta que entre las sombras de un área en el que se guarda el material durante el invierno apareció una gata negruzca y motas anaranjadas como las de la desaparecida. Las dudas se disiparon:era Ruby.
La alegría de sus dueños por la noticia se cruzó con la dificultad a partir de ahí para hacerse con el animal que deambulaba junto a otros. La solución consistió en ubicar un comedero-trampa en el punto que frecuentaba la mascota y atraparla cuando volviera a acudir. El plan tenía como fecha señalada el pasado jueves. Gail y Barry habían regresado a Haro para presenciar la operación y reencontrarse con el felino, pero la historia registró un nuevo giro. Quizás por pura casualidad o tal vez a la estela de un olor conocido, Ruby cambió ese día la rutina y se paró frente a la caravana de sus dueños. El matrimonio no daba crédito después de una ardua búsqueda más allá de las fronteras. Le llamaron por su nombre, le acariciaron el lomo. No hizo falta más para recogerla entre los brazos y volver a reunirse cinco meses después en un camping de La Rioja al que prometen volver.
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