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En el entorno de la familia de Roberto Fraile ayer cundía la «desolación más absoluta». Sabían que trabajar en zonas de conflicto conllevaba un gran peligro, y «él era de los que se arriesgaban todo lo posible, nunca grababa nada a distancia, siempre había sabido ... desenvolverse, vivía de eso y lo hacía muy bien», remarcaban sus allegados. Su mujer y sus dos hijos, una chica de 16 años y un chaval de 13, fueron avisados de su desaparición y por la mañana llegó el mazazo. «Los chicos no acaban de reaccionar», confesaban las mismas fuentes.
Respecto a su pasado en Euskadi -nació en Cruces, pero residió en Llodio-, fueron motivos laborales los que llevaron a sus padres a trasladarse. «Cuando Roberto tenía 6 años se vinieron para aquí, pero su casa estaba en Salamanca». Y, aunque había vivido «en otros muchos sitios», sus familiares remarcan que ya llevaba más de veinte años afincado de nuevo en la capital charra, «donde se casó y tuvo a sus dos hijos».
Sin embargo, el hecho de que se asentara en un lugar fijo no hizo que decayera su gran pasión por los reportajes de guerra. «Pasaba muchas temporadas fuera y este viaje lo había iniciado hace menos de una semana», lamentaban sus allegados.
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