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JOSÉ doMÍNGUEZ
Domingo, 21 de abril 2019, 01:10
Se toma su tiempo para responder. La reflexión es una virtud que ayuda a tomar la mejor decisión posible en cada momento. Y él intenta llevar esta máxima a rajatabla. En su vida y en el ejercicio de su cargo. Porque el Ararteko nunca debe ... tomar una decisión impetuosa o arbitraria.Su credibilidad e independencia depende de ello. Y desde su puesta en marcha hace 30 años esa ha sido la obsesión de Manu Lezertua y la de sus antecesores. Una profesionalidad que ha permitido que la institución se haya ganado la confianza de la ciudadanía y el respeto de las administraciones en Euskadi, en España y en el marco internacional.
– ¿Qué balance hace de la función del Ararteko en estas tres décadas?
– Fue un intento valiente de crear una figura amigable en circunstancias de máxima crispación y mucho sufrimiento. Y ha vivido un proceso paralelo al de la sociedad vasca.
– Se refiere al terrorismo de ETA...
– Todos lo sufríamos. Yo también como funcionario internacional. Incluso mi hijo llegaba llorando de la escuela europea porque le decían que en el País Vasco se asesinaba. Entonces era muy difícil abrir puertas.
– ¿Cómo marcaron a la institución los asesinatos y los atentados?
– Tuvimos una imagen deteriorada, sin duda. Todas las publicaciones sobre el País Vasco, incluso tesis doctorales, llevaban la impronta de la violencia. Por eso es importante dar una imagen diferente como país defensor de los derechos fundamentales. Yo intento compartir ese esfuerzo y visualizar a Euskadi como una comunidad solidaria, respetuosa y generosa con los derechos humanos.
– ¿Cambió la actividad de su oficina con el cese del terrorismo?
– Radicalmente. A nivel interno solo recordar que mi antecesor,IñigoLamarca, tuvo que ser protegido porque apareció en las listas de posibles dianas de ETA. Y aún así se la jugó y añadió a toda la papelería del Ararteko la declaración universal de la protección del derecho a la vida. Yo nunca he sentido esa amenaza.
– ¿Y en cuanto a las quejas?
– También. Ahora se centran en derechos sociales. El año pasado habremos atendido 750 quejas sobre la Renta de Garantía de Ingresos, aunque no hace tanto eran 1.300. Llegan muchas por temas urbanísticos, de inmigrantes, conculcación de derechos de la infancia o de personas mayores. 15.500 en total, un 8% más que en 2017, que subió un 24% respecto al anterior, y aquel un 22% más...
– ¿Se ha erigido el Ararteko en termómetro de la realidad social?
– La ciudadanía y las instituciones han ganado confianza en nosotros. Es el argumento de la eficacia. Y funciona el boca a boca. La gente acude al Ararteko y lo recomienda porque piensa que va a encontrar una solución. Creo que se puede decir que es una institución de referencia en la defensa de los derechos ciudadanos. Y que incluso nos adelantamos en muchas cuestiones de actualidad a la hora de abrir el debate público.
– ¿Ejerce incluso de 'influencer'?
– A veces sabemos detectar una sensibilidad y preocupación creciente. Como con los abusos sexuales a menores. Hicimos un curso el pasado verano que fue un éxito y ahora parece que se ha abierto la espita. A veces hace falta un cierto empujón para animar a denunciar, a colaborar. Por eso sacaremos en otoño un protocolo de actuación para todas las instituciones ante esta problemática.
– Su opinión influyó en el fraude de las OPEs de Osakidetza, que hizo dimitir al consejero Jon Darpón...
– Ese desenlace forma parte de dinámicas parlamentarias difíciles de prever. Podía haber sido que no. Me quedo con que el propio Darpón aseguró que se cumplirían nuestras recomendaciones. Las doce. La sociedad en su conjunto sufre si estos procesos carecen de credibilidad.
– La relevancia del Ararteko ha sobrepasado fronteras...
– La sociedad y la economía viven un proceso de europeización, de globalización. Cada vez estamos en estructuras más amplias, muchas decisiones llegan desde Bruselas, los problemas son más comunes y compartidos. Por eso insisto en dotar a la oficina de proyección internacional. Y algo estamos logrando. Otros defensores del pueblo nos piden ayuda porque tenemos renombre internacional. Como el de Andalucía, ante el problema de los tres bomberos de Sevilla encarcelados en Grecia acusados de tráfico de personas. Ayudamos a que volviesen a sus casas.
– ¿Informará sobre la eutanasia?
– No sé todavía. Queremos abordarlo desde una perspectiva más amplia que son los derechos a la dignidad y el respeto en esos periodos de deterioro paulatino. Pero veremos qué sale del curso que haremos este verano (4 y 5 de julio), que precisamente trata sobre los derechos de la persona en el fin de la vida. Nos lo han pedido asociaciones que plantean el derecho a una muerte diga, que esta fase se produzca en casa.
– Los padres de los colegios concertados no parecen muy contentos con su recomendación.
– Estoy dolido con la crítica de algunas 'ampas'. Me sorprendió su carta. Los padres no tienen culpa de nada. Son víctimas y su preocupación es mi preocupación. No les hice ningún reproche, solo describí que la Administración es una de las partes de la educación pública y ahí yo puedo intervenir, pero la ley me lo impide si negocian personas privadas, como ocurre en la concertada. Y las federaciones saben bien que, a pesar de eso, intentamos varias veces mediar y buscar soluciones.
En 1995 sustituyó al primer Ararteko, Juan San Martín (fallecido en 2005), y le tocó afianzar una institución que ya entonces calificaba como «la perla de la democracia». «Tuve la oportunidad de sentirla, desde dentro, tan útil a la ciudadanía que he seguido hablando de ella con entusiasmo en la Universidad de Mayores», afirma orgulloso. «Me preocupé sobre todo por consolidar su 'autoritas', que la ciudadanía la conociese y la sintiese próxima, que las administraciones la respetasen por la equidad en los procedimientos (siempre escuchar a las dos partes), y la fuerza de los argumentos; que colaborasen aceptando sus resoluciones o su mediación».
Su experiencia parlamentaria le facilitó dotar de credibilidad a la oficina. Uno de sus logros más sonados fue la devolución de una tasa por acceder al gas. Un cobro «justo pero ilegal, pues en ninguna ley se había previsto tal tasa». El Gobierno vasco aceptó su resolución y «devolvió el importe». «La llamaron 'la paga extra del Ararteko', hubo llamadas de agradecimiento y, en broma, preguntaban si se consolidaría todos los años», subraya. Tuvo menor enjundia y acabó en fracaso, pero Markiegi recuerda con igual cariño su mediación en 'el limitado', un conflicto por 600 hectáreas entre la localidad vizcaína Otxandio y la alavesa Aramaio que data de 1457. «Estuvo a punto de ser aceptada. Al menos queda constancia del intento en la Wikipedia», se resigna.
Es la única mujer que ha dirigido la oficina del Ararteko y le tocó hacerlo en el momento más complicado de la historia del Parlamento vasco. «En febrero del 2000 ETA había asesinado a Fernando Buesa y a su escolta Jorge Díez y la tensión se cortaba con un cuchillo», reconocen en la oficina del Defensor. Hasta entonces adjunta al Ararteko, Merche Agúndez sustituyó a Markiegi en septiembre de ese mismo año para unos meses, que acabaron siendo cuatro años y medio por la falta de acuerdo entre los partidos para elegir a un nuevo cargo de consenso.
Ella no desaprovechó el tiempo y, además de una labor continuista «para profundizar en los valores democráticos» y el respeto a los derechos humanos, aportó una visión femenina al cargo. Ya en 1996 y siendo adjunta al Ararteko, la propia Agúndez ya había propuesto adaptar la institución a la perspectiva de género. Pero durante su mandato, «observando que el número de mujeres muertas a manos de hombres constituían una de las vulneraciones más graves y frecuentes, presenté al Parlamento vasco un informe que analizaba la respuesta institucional contra la violencia a las mujeres en Euskadi». Trató, según sus palabras, de «visibilizar a las mujeres y de incorporar sus problemas en el colectivo social». También adaptó la institución a las nuevas tecnologías, se dispararon las quejas por internet y abrió un link especial sobre los derechos de la infancia.
Estuvo al frente de la oficina entre 2004 y 2014. Vivió esta década con gran intensidad. «Quise dar un fuerte impulso a las relaciones con las organizaciones sociales porque tenía la seguridad de que poseían información valiosísima sobre las necesidades de la gente y las carencias de las políticas públicas». La colaboración «fue muy útil y a través de recomendaciones e informes extraordinarios conseguimos muchas mejoras, en la atención a personas con discapacidad, con enfermedades crónicas o 'raras', a las personas mayores o en riesgo de exclusión...». Además, creó en el seno del Ararteko la Oficina de la Infancia y la adolescencia.
Con todo, la «mayor alegría» de su mandato vino con el cese de la actividad terrorista de ETA «después de haber sufrido, como persona comprometida con los derechos humanos y como Ararteko, por los asesinatos perpetrados por la banda». Y también «casarme en 2005 con mi compañero Sergio tras haber trabajado a favor del derecho al matrimonio igualitario para lesbianas y gais».
Lleva más de cuatro años al margen, pero sigue muy comprometido con el Ararteko. Por eso pide al Parlamento vasco que, «en coordinación con Kontsumobide», le permita intervenir en el control de las firmas privadas que gestionan servicios, «donde se producen muchos abusos y hay una gran indefensión». También otorgaría al Ararteko «la función de Observatorio de los derechos sociales».
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