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José Ignacio Munilla (Donostia, 1961) se prepara para dejar el modesto despacho personal habilitado en la preciosa sacristía del cabildo catedralicio del Buen Pastor, a apenas 150 metros de donde estaba el colegio Sagrado Corazón en el que estudió. Supone casi cerrar un círculo con ... Gipuzkoa, adonde «nunca» pensó que regresaría cuando salió de Zumarraga para iniciarse como obispo en Palencia. En febrero partirá a Orihuela-Alicante.
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O. O. g.
- ¿Con qué sensación se va?
- Soy de San Sebastián y las raíces tiran mucho, no lo niego... Pero también soy hijo de San Ignacio, y desde que fui ordenado sacerdote, hace 35 años, he procurado trabajar interiormente lo que él llama la 'santa indiferencia'. Se trata de intentar tener la plena disposición a la llamada de la Iglesia, superando apegos personales.
- ¿Cómo se gestó el cambio a Orihuela-Alicante? ¿Le consultaron? ¿Zamora nunca fue una opción?
- La rumorología sobre posibles destinos ha sido tan persistente como errática. Un hablar por no callar que me he esforzado en ignorar, sin distraerme de nuestra única meta: la evangelización. Ni fui consultado al venir a San Sebastián, ni ahora. Lo cual agradezco, ya que me ayuda a autentificar mi deseo de no perseguir mis planes, sino de servir a la Iglesia.
- ¿Qué reacción percibe en Alicante a su nombramiento?
- No lo he seguido con detenimiento, porque me gusta mantener la cabeza despejada para el reto pastoral. Apuesto a que habrá gran diferencia entre las reacciones que nacen del sentido eclesial y las configuradas por las ideologías, sean del signo que sea.
- Cuando llegó de Palencia dijo que lo hacía sin una meta clara, que subía a un tren en marcha e iría aportando su intuición. ¿Deja ese tren donde quería?
- Cualquier obispo que reciba un cambio de destino compartirá mi sensación de haber necesitado más tiempo para culminar proyectos. Al mismo tiempo, agradezco a Dios haber podido impulsar la reestructuración del seminario, las nuevas vocaciones sacerdotales y de vida religiosa, los nuevos carismas de evangelización, y formas de comunicación (inicio de Betania-Tv, canal de YouTube diocesano, con 114.000 suscriptores)... Y he dado continuidad a grandes proyectos de ese tren que cogí en marcha, como la apuesta misionera y el compromiso con los pobres a través de Cáritas.
- ¿Qué le quedará pendiente?
- En el seno de la diócesis hay sensibilidades y velocidades muy diversas en la tarea de evangelización. La tarea pendiente más importante puede ser la de conocernos mutuamente, valorarnos y conjugarnos al servicio del Pueblo de Dios. Este es el objetivo de la reflexión sinodal que todas las diócesis estamos viviendo en este momento por impulso del Papa Francisco: aprender a caminar juntos en nuestras pluriformidad.
- ¿José Ignacio Munilla ha cambiado en su etapa en Donostia?
- Acabo de cumplir 60 años, y tengo la sensación de haber empleado lo mejor de mis energías en estos 15 años como obispo, añadidos a los 20 años como sacerdote en Zumarraga. Aunque acaso la providencia me diría aquello de '¡y lo que te rondaré, morena!'. Es indudable que todos estos años me han ido transformando. He ido aprendiendo a conjugar la paciencia con el celo apostólico; a querer a las personas como son.
- ¿Qué queda de aquel sacerdote que ofició en Zumarraga?
- Aquellos 20 años me configuraron mucho y han sido determinantes en mi vida, hasta el punto de que algunos me han dicho que más que un obispo parezco un párroco. Por ejemplo, mi presencia en Radio María nació en Zumarraga y la he seguido de obispo.
- Algunos dicen que en Zumarraga funcionó un tanto independiente respecto al obispado. ¿Le ha cambiado la percepción que tenía entonces respecto a la figura del obispo de San Sebastián?
- Siempre tuve una buena relación con mis dos obispos a los que estoy muy agradecido: don José María Setién y don Juan María Uriarte. Si alguna vez creí en conciencia que debía de expresarles algún desacuerdo lo hice personal y directamente, como creo que hay que hacer las cosas en la Iglesia. Dicho lo cual, está claro que cuando uno llega a ser obispo se percata de que las cosas eran más complicadas de lo que suponía.
- Desde fuera da la sensación de que se ha mostrado como es, pero ¿ha debido moderarse para aglutinar apoyos dentro de la Iglesia?
- Las dos cosas son verdad: me he mostrado tal como soy, con libertad evangélica; si no, es imposible ejercer un verdadero pastoreo. Esto no es contradictorio con que, no pocas veces, haya discernido la prudencia de caminar más despacio de lo que hubiese soñado, aguardando la maduración de las personas y las circunstancias. Con frecuencia me ha venido a la mente aquello de «si quieres llegar pronto ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado».
- Tras su nombramiento, 178 religiosos guipuzcoanos firmaron una carta en su contra. ¿Cuántos suscribirían hoy aquel escrito ¿Ha convencido a una mayoría?
- Buena parte de mis más estrechos colaboradores en estos doce años firmaron aquel manifiesto y se han integrado con fidelidad. Lo importante ahora es -y en ello concentro mis esfuerzos- motivar a la diócesis para que el nuevo pastor tenga una buena acogida por parte de todos, sin que lecturas ideológicas nos contaminen.
- ¿Qué le deja más satisfecho?
- Lo que más alegrías me ha dado son las conversiones de tantas personas que han descubierto la fe cristiana gracias a la tarea de evangelización. Me conmovió grandemente ser testigo de cómo un etarra o una 'madame' de un prostíbulo descubren a Jesucristo y les cambia el horizonte de sus vidas. Lo más precioso de la vida de la Iglesia sucede fuera de cámaras.
- Su residencia y las antiguas oficinas del obispado son hoy hoteles y apartamentos, algo no bien acogido por parte de la sociedad.
- El traslado del obispado al seminario es uno de los aciertos más reconocidos por parte de todos, incluso por muchos de quienes lo criticaron. Nos ha permitido un paso de gigante en la coordinación de los servicios eclesiales. El recurso al alquiler de las propiedades que antes ocupábamos en el centro de la ciudad es necesario para el sostenimiento. No es fácil entender la crítica por el hecho de que el obispo haya renunciado a su vivienda en un lugar de lujo con el fin de que la renta del lugar sirva para beneficio de la diócesis.
- ¿El momento más complicado de su mandato fue, tal vez, el caso de Juan Kruz Mendizabal?
- Ciertamente, ha podido ser uno de los momentos más dolorosos y me supuso emplearme como nunca lo había hecho antes. Aunque los hechos denunciados estaban prescritos por la justicia civil, la Iglesia realizó un juicio canónico dictando, desde la máxima instancia judicial de la Santa Sede, una sentencia justa que se está cumpliendo. También es justo subrayar que la 'pena de telediario' a la que fue sometido fue injusta por desproporcionada. Todo el mundo tiene derecho a reiniciar su vida tras la catarsis necesaria.
- La Iglesia ha debido afrontar más casos así. ¿Se ha resentido su imagen de forma irreversible?
- Tras el caso de Juan Kruz Mendizabal, hice un llamamiento público al conjunto de la diócesis, pidiendo que salieran a la luz los casos de abusos que pudieran haber existido. El resultado de la investigación sigue publicado en la sección de transparencia de nuestra web: cuatro casos acontecidos hace 38-50 años -dos de ellos referidos a sacerdotes ya fallecidos-, habiéndose realizado ante la Santa Sede el proceso canónico pertinente. La Iglesia pide humildemente perdón por estos casos y manifiesta su compromiso de revisión interna; pero también es de justicia recordar que la inmensa mayoría de nuestros sacerdotes son totalmente ajenos a los casos denunciados.
- Llegó con Benedicto XVI y se va con el Papa Francisco. ¿Afectó el cambio en el Vaticano a su labor?
- Obviamente, sí. De hecho, esta semana entrante estaré en Roma, realizando la Vista Ad Limina. El jueves tendremos un largo espacio para el encuentro con el Papa Francisco, en el que espero recibir su aliento y orientación, que luego trasladaré a la diócesis.
- Tampoco existe ya ETA. Pasado unos años, ¿cómo vivió su fin y cómo ve el proceso de paz?
- Aquel momento nos abrió perspectivas llenas de esperanza, muchas de la cuales se han cumplido, pero pienso que las más interiores al ser humano están todavía pendientes. En buena medida, por desgracia, la soberbia, el fanatismo y el odio han continuado estando presentes más allá del cese de las acciones terroristas.
- ¿La Iglesia desempeña el rol que le concierne en este proceso?
- Los valores que propone la Iglesia, los del Evangelio, son determinantes para la sanación de esa herida interior a la que me refiero. Lo acontecido con la violencia terrorista fue demasiado grave como para pensar que pueda pasarse página con un vago reconocimiento del mal causado, pero sin arrepentimiento, reparación y sincera petición de perdón.
- ¿Y qué papel puede jugar en la reinserción de los presos y en la recepción social de su regreso?
- Entre otros aspectos, voy a señalar uno, que no es menor, precisamente ahora que muchos de los presos de ETA cumplen sus condenas en cárceles vascas. Me refiero a la labor de la pastoral penitenciaria, que se desarrolla en la cárcel de Martutene, abierta a todos los presos, sean cuales fueren sus delitos. Y me permito subrayar que la labor realizada en estos años en Martutene, es una de las páginas más bellas de la vida de nuestra diócesis. El Día de Reyes espero ir a la prisión y despedirme de funcionarios y presos.
- Ha convivido en Donostia con tres alcaldes de ideologías diferentes. ¿Con quién ha sintonizado mejor su diócesis?
- Las relaciones con ellos han sido institucionales, no tanto de tipo personal. Han sido correctas y, creo, sin una diferencia notoria.
- La Iglesia, como institución, ¿ha tocado fondo en su pérdida de relevancia social, al menos en Occidente?
- No es fácil valorarlo ya que no deja de ser una paradoja que estemos proclamando hasta la saciedad el laicismo cultural y que, al mismo tiempo, el cambio de destino de un obispo suscite tanto revuelo. Un poco contradictorio, ¿no? Me parece que por mucho que Occidente pretenda renegar de sus raíces, luego no sabe desprenderse de ellas. No tiene una alternativa cultural creíble.
- En su mandato ha criticado la pérdida de peso de la asignatura de religión en el sistema educativo. ¿Es una guerra perdida?
- El Gobierno vasco tiene que aplicar la ley con un margen importante de maniobra para su implementación. El futuro de la asignatura de religión va a depender, en buena medida, de la forma en que esto se realice. La letra pequeña va a ser determinante. Se ha intoxicado mucho la opinión pública.
- ¿Puede adelantar algo sobre su posible sucesor? Varias fuentes apuntan a la comunidad jesuita.
- Aconsejo no jugar a las quinielas, porque también es 'hablar por no callar'. Y no dispone bien para la recepción del que sea elegido.
- Hay quien apunta a que aspiraba a ser nombrado arzobispo. ¿Qué hay de cierto?
- Me parece que quien diga eso no me conoce. Quien viva la vida de la Iglesia envuelto en ambiciones no puede ser feliz. Lo que nos hace felices es la evangelización y el ejercicio de la caridad. Y yo soy feliz, a pesar de mis sufrimientos.
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