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Fueron 85 días y ocho horas que mantuvieron en vilo a La Palma, y toda España, mientras una erupción volcánica en la zona de Cumbre Vieja lo engullía todo bajo las coladas. Es el fenómeno volcánico que ha permanecido activo más tiempo desde que se ... tienen datos históricos de las erupciones en la isla, y también el más destructivo registrado en nuestro país. Más de 1.100 hectáreas quedaron cubiertas por magma y cenizas, lo que supuso la destrucción total o parcial de 3.000 edificaciones, 73 km de carreteras y 228 hectáreas de cultivos de plátano. De las 20.000 personas afectadas, 7.000 tuvieron que abandonar sus viviendas, que en muchos casos quedaron enterradas 80 metros bajo la lava.
Cuando se cumple justo hoy un año de aquella erupción, 2.000 habitantes todavía no han podido regresar a sus viviendas. La causa es la persistencia, en el medio ambiente, de una concentración potencialmente letal de dióxido de carbono (CO2) en algunas localidades como La Bombilla y Puerto Naos. «Es sorprendente que esté llegando tanto gas a zonas relativamente lejanas al cráter (a unos 6 km). Eso significa que bajo la tierra hay tubos volcánicos, fracturas y diques que conducen las emisiones hacia allí. Su estudio nos ayudará a establecer un modelo de desgasificación que permita a la gente volver a sus casas lo antes posible», afirma Raúl Pérez, geólogo del Instituto Geológico Minero de España (IGME).
Según las estimaciones, la erupción de 2021 habría formado una red de 6 km de tubos volcánicos, divididos en hasta tres niveles. «Las coladas tienen una estructura similar a la masa de hojaldre. Es decir, se originan a partir de capas de lava que se han ido superponiendo unas sobre otras. Cuando estos tubos volcánicos se enfrían, sus paredes se contraen y su cubierta se puede romper fácilmente, dando lugar a colapsos y derrumbamientos que originan huecos en la superficie, que los canarios llaman jameos», explica Javier Dóniz, profesor titular de Geografía de la Universidad de La Laguna y colaborador científico del Instituto Volcanológico de Canarias (INVOLCAN).
El enfriamiento de las coladas es un proceso que puede durar décadas. «Ahora mismo hay zonas donde se ha detectado una temperatura de más de 400 grados centígrados a tan solo un metro de profundidad, y en los lugares donde la acumulación de lava superó los 80 metros todavía hay varios millones de metros cúbicos de magma semifundido que puede tardar entre 50-100 años en enfriarse», cuenta Pérez.
El calor que emerge del subsuelo complica la construcción de carreteras y edificios, al imposibilitar el enfriamiento del asfalto. Como alternativa, se ha optado por un material formado por salmuera, cal viva y ceniza volcánica (llamado 'mortero romano'), utilizado en la nueva carretera que conecta las localidades de La Laguna y Las Norias.
Las carreteras, sin embargo, no serán lo único que se modifique en el mapa. La actualización periódica de la cartografía es necesaria en cualquier lugar, pero más en una zona afectada por una erupción, donde el terreno sufrirá cambios continuos en los próximos años. «Al mismo tiempo, estamos pendientes de actualizar la toponimia (registro de los nombres propios de un lugar), como los nombres de las fajanas, los parajes, las playas o las lomas. Por ejemplo, parece que el volcán va a ser bautizado como Tajogaite, y así viene reflejado ya en algunos sitios, pero hasta que no tenga una oficialidad mayor no se incorporará a las nuevas ediciones cartográficas», cuenta Gonzalo Moreno Vergara, jefe de Área de Cartografía y Observación del Territorio del IGN.
Más allá de la tierra, «inicialmente el impacto del magma sobre el fondo marino fue devastador y alteró casi todos los parámetros del agua, pero los efectos han sido transitorios y dos meses tras el fin de la erupción ya se veían los primeros indicios de colonización de animales y plantas en la zona», celebra Eugenio Fraile, investigador científico del medio marino del IEO-CSIC. Esa es la prueba que confirma que, a pesar de la gran perturbación que provoca una erupción, también es fuente de vida y una oportunidad para la ciencia y el turismo.
La erupción volcánica y sus consecuencias se han convertido en el principal atractivo turístico de la isla. «Durante el proceso eruptivo del Cumbre Vieja ya lo fue, y muchísima gente viajó a La Palma para presenciar el fenómeno. Ahora que ha terminado, el principal reclamo entre más del 90% de los turistas es ir a ver el volcán», cuenta el profesor de la Universidad de La Laguna, Javier Dóniz.
El problema es que encontrar alojamiento se ha vuelto muy complicado, pues la zona más turística, Puerto Naos, con capacidad para alojar a 4.000 visitantes, es inaccesible por la alta concentración de CO2, mientras que otras viviendas vacacionales han desaparecido bajo las coladas o se han empleado para realojar a los habitantes desplazados de sus viviendas, lo que ha reducido la oferta de alojamiento de la isla casi en un tercio.
«Para contrarrestar ese desfase entre la demanda turística y la oferta de alojamiento, el Cabildo ha permitido que los propietarios de algunas zonas hospeden a turistas en sus viviendas durante un tiempo limitado», añade.
Por otro lado, «no se pueden descartar futuras reactivaciones» del volcán, informa el Cabildo de La Palma en un documento publicado el 11 de septiembre. Lo que todavía mantiene a la isla en estado de alerta.
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