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Poca gente sabe más de chips que Alberto Sangiovanni. No en vano, es considerado el padre de los procesos automáticos con los que se fabrican, razón por la que ha sido galardonado este año con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de ... la Información y la Comunicación. «Al proporcionar herramientas de software para facilitar la creación de chips complejos, posibilitó una explosión mundial de diseño de circuitos integrados, abarcando la investigación, la industria y el mundo académico», destaca el jurado.
Aunque Sangiovanni maneja conceptos alejados del conocimiento popular, su discurso es fácil de entender. Y habla sin dar rodeos, dejando claras ideas que, a menudo, coquetean con lo políticamente incorrecto. Es muy crítico con una sociedad que no se está preparando correctamente para afrontar los retos que se avecinan, pero huye del pesimismo atropológico.
- Los chips se han convertido en objeto de grandes rifirrafes geopolíticos. ¿Qué opinión tiene de la guerra que libran por ellos Estados Unidos y China?
- No hay tanto una guerra entre Estados Unidos y China como temor en Washington a que Pekín se anexione Taiwán, principal fabricante de chips del mundo, y que pueda así aprovechar ese conocimiento para fortalecer sus capacidades militares. Esa es la raíz de todo. También hay una vertiente económica. Por eso, Estados Unidos ha identificado tecnologías críticas que tenemos prohibido exportar a China.
- ¿Cree que es una decisión acertada?
- Desde el punto de vista económico e industrial, no. Perdemos mucho negocio y, como China necesita esos chips, está creando empresas para desarrollarlos y ser autosuficiente en unos años. Así que corremos el riesgo de crear un competidor formidable. No es fácil, porque necesitan conocimiento, capital y clientes, pero lo están intentando. Sin embargo, desde el punto geoestratégico, este veto es comprensible.
- ¿En qué lugar queda Europa?
- Tenemos una industria de semiconductores con empresas importantes. ASML, por ejemplo, es la compañía de litografía más avanzada, de la que dependen todos los fabricantes de chips. Si una bomba cae sobre ASML, en Países Bajos, el mundo entero se para. Y que todo dependa de un punto tan concreto es muy peligroso. Ese punto está en Europa, no en Taiwán. Allí se encuentran las fábricas capaces de producir los procesadores más pequeños. Pero luego tenemos el diseño, que está sobre todo en Estados Unidos. Es una cadena muy compleja y global, por eso la pandemia provocó tantos problemas.
- Ahora se habla mucho del desacoplamiento que promovió Donald Trump. ¿Cómo de peligroso es?
- Hay una parte positiva en la autosuficiencia: no depender de otros para suministrarse. Pero eso quiere decir que hay que hacer inversiones enormes y renunciar a eficiencia, porque la industria de los semiconductores epitomiza la superoptimización. La obsesión por la autosuficiencia nos llevará a perderla. Y miramos a China siempre como la mala de la película, pero quizá deberíamos estar más preocupados por Estados Unidos. Porque la sociedad allí se ha polarizado tanto que no sabemos qué tipo de presidente va a tener. Y eso tiene un gran impacto en el mundo. Antes estaban claros unos mínimos democráticos que todos defendían. Eso ha saltado por los aires. Hay incluso un expresidente sobre el que pesan cargos criminales, y la mitad de la población cree que es una persona inmaculada. Es una fuente de inestabilidad global.
- Volviendo a la tecnología… La inteligencia artificial parece que está cogiendo carrerilla y quienes la desarrollan consideran que puede acabar con el ser humano. ¿Cuánto le preocupa?
- Cero patatero. Lo que me preocupa es la influencia que la información tiene en la población. Los bulos y las noticias falsas. También la información que es cierta pero se utiliza para manipular y dividir. Ya hemos visto el impacto que tiene en unas elecciones con las injerencias rusas en Estados Unidos. La IA impulsa un salto enorme en esas capacidades.
- ¿No le preocupa el impacto en el mercado laboral?
- No. La humanidad ha ido evolucionando con la automatización. La IA es lo mismo. La cuestión está en qué podemos automatizar de forma eficiente. Por ejemplo, no me imagino el diagnóstico de una enfermedad por inteligencia artificial. Y le pongo mi caso particular. Tengo 75 años y me encuentro bien, pero me someto a un chequeo médico con un famoso doctor italiano cada año, como la ITV. En un momento, el médico me pide una prueba específica que demuestra que tengo células precancerosas en la tiroide. ¿Cómo tuvo la sospecha? Quizá porque me conoce, porque apreció algo raro en el color de mi piel… Eso no lo puede hacer la IA.
- Pero hay mucha gente con baja cualificación.
- Yo automaticé el diseño de los semiconductores formulando un problema matemático y creando un algortimo para resolverlo. ¿Sustituí al diseñador? No, sustituí a quienes lo implementan, incrementando la capacidad de los humanos para inventar nuevos diseños y eliminando la necesidad de que se dediquen manualmente a un proceso que era tan horrible que solo las mujeres tenían paciencia suficiente para llevarlo a cabo. Eran miles, sentadas conectando puntos en un terminal. A partir de tres horas se multiplicaban los errores, porque era muy tedioso. Cuando perdieron su trabajo fueron felices. ¿Se pierden puestos de trabajo? Sí. Pero solo los estúpidos.
- ¿Estamos educando a la juventud correctamente para vivir en este nuevo mundo?
- No. Y esa es la clave. Por eso tenemos a gente que decide no vacunarse y facilita el resurgimiento de enfermedades que estaban desterradas. Por eso vuelve a morir gente. Además, tenemos que cambiar la forma de educar para centrarnos más en los principios y menos en la técnica, porque esa en diez años está obsoleta. La gente quiere saber cómo hacer redes neuronales profundas. Yo les digo, no, aprende qué hay detrás, los principios matemáticos que las sostienen y que van a seguir vigentes. Porque así quizá seas capaz de crear algo nuevo.
- Elon Musk está promoviendo chips implantados en el cerebro. ¿Los ve factibles?
- Los tenemos en marcha desde hace 20 años, cuando se iniciaron los primeros experimentos con dos objetivos: por un lado, lograr que las personas con amputaciones pudiesen controlar los miembros artificiales, porque el cerebro sigue enviando las señales necesarias y hay que descodificarlas; por otro, para lograr una estimulación profunda del cerebro, una técnica que sigue la estela de los electroshocks, que eran crueles pero funcionaban para tratar la esquizofrenia, el parkinson o la depresión clínica. Ya hay gente caminando gracias a esos implantes, y cada vez implantaremos más tipos.
- ¿Y no se podrían hackear?
- Si se consigue descodificar los pensamientos y controlar las extremidades, y se desarrollan programas que permitan controlar aparatos por vía cerebral con acceso a Internet, sí, se podrán hackear.
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