La ballena era un ejemplar joven, de ocho metros y seis toneladas, que atrajo la atención de cientos de personas en Mar del Plata, la mayor ciudad balnearia de Argentina. AFP

La agonía en Argentina de una ballena varada

Más de 600 personas lucharon sin éxito durante 48 horas por salvar al cetáceo

Miércoles, 11 de abril 2018, 01:10

Dicen los expertos que era inevitable. No estaba desorientada y, una y otra vez, volvía a tierra firme. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué no quería volver a su hábitat natural? Más de 600 personas -entre ambientalistas, oficiales de salvamento y voluntarios- lucharon a brazo partido ... durante 48 horas para salvarla. Día y noche. Muy pocos pegaron ojo el pasado fin de semana al sur de Mar del Plata, la mayor ciudad balnearia de Argentina. Querían un final feliz. Tenían que conseguirlo, el tiempo jugaba en su contra pero la unión hace la fuerza.

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Todos juntos, con baldes de agua y enfundados en trajes de neopreno, se desvivieron por mantener hidratada a la ballena que agonizaba en la arena. La acariciaban, la abrazaban y se habían preparado para remolcarla con una grúa y arneses hacia el mar. Era una yubarta joven, de unos ocho metros de largo y más de seis toneladas. Perdida, muy lejos de su manada. Los análisis de sangre demostraban que sufría «anemia y un cuadro infeccioso generalizado», detallaba con preocupación el veterinario Adrián Faiela, de Aquarium, uno de los principales parques marinos de Argentina.

Los oficiales de salvamento elevan el cuerpo de la ballena, ya inerte, por medio de una grúa. REUTERS

Las lesiones en las aletas tampoco ofrecían un diagnóstico que invitara a la esperanza. El animal estaba enfermo. Sufría. Pero la multitud quería salvarlo. Nada podía fallar. Solo hacía falta que subiera la marea para ponerse manos a la obra. Lo tenían todo calculado: una vez en el agua, había que pasar la rompiente y dos bancos de arena. Un operación delicada pero no imposible.

Más de 2.000 cetáceos mueren cada año varados en las playas del mundo. Pero eso no iba a suceder en Mar del Plata. El pueblo se había conjurado contra la muerte. El lunes, estaba todo listo para izarla y adentrarse mar adentro. Poco antes de comenzar con la maniobra, resopló y movió las aletas. La gente se emocionó. Creían que estaba feliz de ver tan cerca su salvación. Se equivocaban. Lo intentaron pero no pudo ser. La ballena expiró a orillas del balneario. Por fin pudo descansar.

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