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Kike, en la falda sur de la sierra de Santianes, donde ocurrió el ataque. E. C.
Un adolescente asturiano salva la vida al subirse a un árbol asediado por los lobos: «¡Por Dios, casi me comen!»

Un adolescente asturiano salva la vida al subirse a un árbol asediado por los lobos: «¡Por Dios, casi me comen!»

Los padres aseguran que la Guardia Civil no acudió a salvarle argumentando que «el Seprona no lo lleva y no podemos hacer nada porque el lobo es una especie protegida»

S. Pérez | O. V.

Jueves, 4 de abril 2024, 10:25

Los ganaderos asturianos de 'reciella' (rebaños pequeños de cabras u ovejas) llevaban mucho tiempo avisando de que el lobo va a dar algún susto grave. Advertían de que llegaría un día en el que el cánido podría atacar a algo más que a sus animales. El pasado martes, en Santianes de Ola (Cangas de Onís), la terrible profecía estuvo a punto de cumplirse.

Tan a punto como lo vio, muy de cerca, el joven ganadero Enrique Huerta García, conocido por todos sus vecinos cariñosamente como Kike. Eran las ocho de la tarde y, como cada día, tras las tareas del Instituto y las de la ganadería en la que ayuda a sus padres, Marián García y Vicente Huerta, Kike se encaminó por las empinadas cuestas de la falda sur de la sierra de Santianes hacia el lugar donde pastan sus cabras.

Con la llegada de los días cada vez son más largos, entrada la primavera, Kike había dejado que sus cabras aprovechasen las horas y subió, confiado, por los caminos que tan bien conoce. En cuanto avistó las cabras notó que algo malo pasaba. No estaban pastando y se habían apartado del lugar habitual. Y él oteó que había algo parecido a unos perros, mastines o... lobos, su mayor temor.

Le pudo más el amor por sus cabras que el miedo. Se acercó para ver qué pasaba y si eran lobos, y para su sorpresa y enfado, vio que estaban comenzando a devorar a una de sus cabras. Su primera reacción, por supuesto, fue la de defender al pobre animal que yacía en el suelo, ya inerte. Se lanzó hacia el lugar, pero de inmediato los lobos, dos ejempalres) se apercibieron de su presencia y, lejos de huir se lanzaron hacia Kike.

Incredulidad y enfado

Él, joven como es, está acostumbrado a que las alimañas escapen del hombre si se las asusta a voces o con golpes de vara, así que persistió por un momento en su empeño. Pero ante el ataque de dos lobos de buen tamaño acabó por ser realista y tuvo que lanzarse pendiente abajo en busca de algún refugio. Lo encontró entre los árboles que separan su pueblo, Santianes de Ola, de la zona de la sierra de monte bajo donde habitualmente pastan sus cabras.

Los lobos persistían en el ataque y llegaron a acorralarle. Él, con agilidad, aprovechó la única opción que le parecía posible en ese momento y se subió a un árbol, desde donde dio aviso a sus padres a gritos. Marián y Vicente le escucharon desde Santianes y de inmediato llamaron a la Guardia Civil para que algunos agentes acudiesen a ayudar a los vecinos a hacer frente a los dos lobos, que persistían en el ataque bajo el árbol. Grande fue su sorpresa, según explica Marián, cuando la voz al otro lado del teléfono le respondió que «el Seprona no lo lleva y no podemos hacer nada, porque el lobo es una especie protegida. Lo sentimos mucho».

La incredulidad, la indignación, el enfado poseyeron entonces a Vicente Huerta, que al lado de ella, que seguía al teléfono, cuestionaba a voces a los guardias civiles: «¡Acaso vale menos la vida de mi hijo que la de un lobo asesino!». No hubo rescate. Kike permaneció en el árbol salvador casi un cuarto de hora, hasta que los cánidos decidieron desistir y sin haber dado tiempo a que los vecinos llegasen hasta la zona.

Pese al susto,Kike volverá esye jueves al monte. A seguir cuidando de sus cabras, que tienen que salir a pastar todos los días. Apenas se concedió unos minutos para quitarse el miedo y exclamar «¡Por Dios, casi me comen!».

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