La menor declaró en una Cámara de Gesell, lo que evitó su 'revictimización' durante el proceso judicial. Damián Torres

«Adiós mami, hay una carta para ti», el grito desesperado de una menor ante los abusos de su padrastro

El Supremo confirma la condena a 12 años de cárcel para el procesado después de que la víctima revelara por escrito lo sucedido: «Lo odio porque me viola»

Juan Cano

Málaga

Jueves, 17 de noviembre 2022, 10:21

Quería contarlo, pero le daba miedo que su madre se enfadara, así que decidió hacerlo por escrito. «Adiós mami, hay una carta para ti donde se ponen los correos», le anunció mediante un mensaje al móvil.

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Su madre lo leyó en el trabajo y, alarmada, ... llamó por teléfono a su pareja, que convivía con ella y con la niña. Él estaba en casa. La mujer le contó que su hija se había ido y que le había dejado a ella una carta en el buzón.

En aquel momento, la madre no sabía, no podía siquiera intuir que la persona a la que estaba pidiendo ayuda era, precisamente, el verdugo de su hija y el verdadero motivo de que ella quisiera marcharse de casa.

El hombre interceptó la carta, que no ha sido hallada, recogió sus cosas y se marchó de Málaga, donde residían. Huyó a Barcelona, pero acabaría regresando poco después empujado por sus familiares.

La carta, sin embargo, nunca apareció.

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El día que él se marchó, la madre volvió del trabajo y encontró a su hija tendida en la cama, llorando, junto a un papel. «Lo odio porque me viola», había escrito la menor, que entonces tenía 12 años.

Era 2017 y faltaban dos días para la Navidad. Ahora, cinco años después, el Tribunal Supremo ha confirmado la condena contra el padrastro, al que se le ha impuesto una pena de 12 años de prisión, 15 años de alejamiento, 8 años de libertad vigilada y 70.000 euros de indemnización.

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La sentencia fue confirmada primero por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) y ahora por el Supremo, que devolverá el fallo a la Audiencia Provincial de Málaga para su ejecución. El abogado Luis Entreambasaguas, que representa a la víctima, ha anunciado que solicitará una comparecencia para pedir el «inmediato» ingreso en prisión del procesado.

La denuncia que puso en marcha la maquinaria policial y judicial la puso la madre el 23 de diciembre de 2017. En comisaría, la menor relató que el calvario que había sufrido en silencio había comenzado meses antes, en octubre de ese mismo año. Contó que su padrastro era la persona encargada de cuidarla cuando su madre se ausentaba para ir a trabajar.

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Aprovechando que se quedaban a solas, y que existía una relación de confianza, el ahora condenado abusaba de ella dos o tres veces por semana, «contando con la pasividad» de la menor, «que no decía nada al quedarse paralizada por el terror que sentía», reza la sentencia, a la que ha tenido acceso SUR.

La resolución judicial reproduce media docena de episodios donde los abusos a los que el hombre sometía a su hijastra iban creciendo en intensidad, hasta el punto de intentar mantener relaciones sexuales plenas, si bien «no lo consiguió dada la escasa edad de la menor».

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El Supremo tumba uno por uno todos los argumentos del procesado en su recurso de casación, dando verosimilitud a la versión de la víctima, tal y como acreditó el informe psicológico forense en el juicio, donde quedó reflejado que la declaración de la adolescente era «sincera y fiable».

El Alto Tribunal subraya también la propia conducta del padrastro, quien, al saber a través de la madre que la niña se había marchado de casa y había dejado una carta explicativa en el buzón, «emprendió asimismo la huida de su ciudad de residencia», lo que implicó que «abandonase abruptamente su trabajo de años y su hogar», dice el fallo.

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La sentencia recuerda que la menor presenta «severas secuelas» por la continuidad de los abusos. Sufre rumiaciones cognitivas –pensamientos reiterativos sobre un hecho traumático–, depresión, ansiedad y manifestaciones psicosomáticas.

No en vano, ha tenido que ser tratada por especialistas y, tal y como se expuso en el juicio, su sintomatología postraumática se manifiesta al experimentar «pensamientos recurrentes y pesadillas sobre la vivencia sexual, elevado malestar y bloqueo emocional ante el recuerdo de los hechos», además de «sentimiento de culpa y miedo».

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