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El carbón ha desaparecido en España y lo ha hecho a una velocidad endiablada. Ya hubo un aviso el pasado 14 de diciembre, el primer día en el que no se empleó el negro mineral para generar electricidad en la península. Aquel fue un acontecimiento ... que anunció una buena nueva: el año pasado el carbón cubrió únicamente el 5% de la producción de energía en el país, lo que ha traído consigo un descenso del 69% en las emisiones de CO2 de este combustible fósil a la atmósfera. Su uso se ha vuelto testimonial.
Es una noticia fantástica para el medio ambiente aunque no todos la han acogido de la misma manera. Para los transportistas encerrados en el Ayuntamiento de As Pontes, localidad coruñesa cuya central térmica cerrará sus puertas en 2022, la desaparición del carbón puede suponer su ruina. La instalación, la mayor de España, es uno de los últimos símbolos de una época que ha llegado a su fin.
La despedida comenzó en enero de 2019 con el cierre de la mayor parte de las minas de carbón que aún quedaban operativas en España. Era una medida necesaria para avanzar hacia la erradicación del uso de combustibles fósiles, la llamada descarbonización, el gran reto que deben afrontar los países de todo el mundo para luchar contra el cambio climático.
El segundo paso para desterrar el carbón de nuestras vidas es la desaparición de las centrales térmicas, que mantienen su funcionamiento con el mineral que importan de lugares como Colombia o Rusia. Al contrario que en la mayor parte de los países de Europa occidental, donde se ha establecido por ley la fecha del cierre de las instalaciones, en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que el Gobierno aprobó en febrero de 2019, no hay plazos. «El texto dice que se estima que para 2030 ya no habrá ninguna abierta, pero solo es una estimación. Se deja en manos de las empresas seguir contaminando o no», explica José Luis García, responsable del programa de cambio climático de Greenpeace.
La falta de fechas concretas parece toda una invitación para seguir emitiendo gases a la atmósfera, pero ha ocurrido todo lo contrario. Las centrales térmicas han entrado en vías de extinción antes de lo previsto, casi sin previo aviso. De las quince que estaban en funcionamiento a finales de 2018, únicamente cinco han realizado las inversiones necesarias para adaptarse a la normativa europea y seguir operativas más allá de 2020: As Pontes, Carboneras, Aboño, Soto de la Ribera y Los Barrios. Las dos primeras, propiedad de Endesa, ya tienen los días contados. Solo quedan tres.
En poco más de un año la generación eléctrica por combustión de carbón ha entrado en un declive acelerado. Es como si las empresas se hubieran convertido repentinamente en primas hermanas de Greta Thunberg y hubieran decidido a toda prisa renunciar a cuantiosos beneficios por amor a la humanidad, pero no es así. Las razones del cierre son económicas y tienen mucho que ver con los derechos de emisión, que es el dinero que deben pagar las compañías por cada tonelada de CO2 que expulsan a la atmósfera. Si en 2017 el precio era de 5,8 euros por tonelada, en la actualidad esta cantidad ha ascendido a los 24,8.
«Las empresas no esperaban esta subida.Se han encarecido tanto los derechos de emisiones que sus cuentas han dejado de cuadrar y cierran las centrales porque ya no son rentables», afirma Ana Barreira, directora del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente. Ha sido el negocio y no el cielo azul lo que ha precipitado un proceso que, según Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad, llega tarde. «Se tenía que haber hecho hace veinte años como en otros países, pero aquí se ha ido posponiendo el cierre incluso trayendo carbón importado».
Fernando Prieto no duda en culpar de la demora a las empresas, que «mientras obtenían beneficios han retrasado al máximo la descarbonización y ahora se venden como verdes y ecológicas». Es una denuncia con la que coincide José Luis García. «En España –sostiene– el poder de las eléctricas es enorme. Ningún gobierno se ha atrevido, no ha habido ninguna voluntad de hacer algo que no fuera del agrado de las grandes compañías».
De la rapidez con la que está desapareciendo un modelo energético da fe Manuel Bouza, presidente de la Asociación de Transportistas de Carbón de As Pontes. «Hace casi un año se nos dijo que cambiáramos los vehículos, que nos íbamos a jubilar aquí porque la mayor parte de la central estaría en funcionamiento hasta 2035. La gente se metió en créditos para comprar un nuevo camión y cada uno tiene una media de 100.000 euros de deuda», recuerda desde el Ayuntamiento de As Pontes, donde participa en un encierro en protesta por el cierre.
El sueño de un futuro halagüeño se vio reforzado por una inversión de 217 millones de euros realizada por Endesa en la modernización de las instalaciones .Fue una ilusión que se esfumó cuando la empresa comprobó que, debido a los derechos de emisión, su electricidad resultaba demasiado cara para el mercado. Durante los últimos nueve meses las instalaciones han permanecido casi inactivas hasta que el pasado mes de noviembre la compañía anunció que se iba. «Desde entonces hemos dejado de recibir casi 17 millones de euros», se queja Manuel Bouza. «Esto es la ruina de toda la comarca», añade.
El alcalde de As Pontes, ValentínGonzález Formoso, aplaude la decisión de Endesa de realizar una cuantiosa inversión en la central «cuando los demás no lo hicieron», para lamentar después que todo ese dinero «lo tire a la basura». Lo que no aplaude son los ensayos de la empresa para sustituir el carbón por biocombustibles, tal y como reclaman los afectados por el cierre. «Dicen que han realizado pruebas pero estoy convencido de que han hecho todo lo posible para que sean inviables», asegura el regidor del ayuntamiento, que perderá el 27% de su presupuesto cuando se vaya la compañía.
En sus movilizaciones, los transportistas de As Pontes han esgrimido una pancarta en la que reclaman una transición justa en el camino hacia una descarbonización que, según Fernando Prieto, ha comenzado «rápido y mal». «Ya se ha empezado a dar ayudas a las zonas más afectadas, pero si se hubiera hecho con más tiempo se habría podido planificar mejor y reducir el impacto social», corrobora Ana Barreira.
El alcalde de As Pontes insiste en que Endesa «tiene una deuda clarísima con un entorno en el que ha ganado más de 5.000 millones en cuarenta años» y recuerda que hace medio siglo la empresa ya ayudó a la comarca a diversificar su actividad económica. «También es cierto que entonces era pública», puntualiza. Falta por saber lo que hará ahora que es privada.
La desaparición del carbón no es el final. Quedan el gas y el petróleo, que para 2050 tendrán que haber dejado paso a las energías renovables. Es difícil imaginar cómo será entonces un mundo en el que se habrán desarrollado tecnologías que aún no hemos llegado a imaginar. EnEspaña se ha empezado tarde pero ya ha habido tiempo para comprobar que «en nuestro país sí es posible generar electricidad sin carbón», afirma Ana Barreira. Y no solo eso, sino que también se ha hecho «sin que haya subido el recibo de la luz, como algunos presagiaban». Esta sí que es una noticia que puede ayudar a aunar voluntades en todo el mundo para salvar el planeta. Si no nos mueve la conciencia ecológica, que lo haga el bolsillo. Como las compañías eléctricas, no vamos a ser menos.
Objetivos. El Gobierno español se ha marcado la meta de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 21% para 2030 y alcanzar en 2050 una huella de carbono cero.
Contaminantes. Según el Observatorio de Sostenibilidad, las diez empresas que más gases de efecto invernadero emitieron en España en 2018 fueron Endesa, Repsol-Petronor, Naturgy, EDP, ArcelorMittal, Cepsa, Viesgo, Iberdrola, Cemex, Lafarge-Holcim y Cementos Portland.
13% Entre 1990 y 2016 Inglaterra redujo sus emisiones de CO2 en un 39,4%. En Alemania la disminución fue del 27,3%, en Bélgica, del 19,7%, del 17,5% en Italia y del 11,80% en Holanda. Por el contrario, en España aumentaron un 13%. El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima incluye la previsión de que las centrales térmicas de carbón dejen de aportar energía al sistema como muy tarde para 2030, aunque deja abierta la puerta a que se mantengan operativas las que han acometido inversiones para cumplir con el marco comunitario.i
Las térmicas. Las centrales térmicas de As Pontes, Aboño y Carboneras han llegado a estar en la lista de las treinta más contaminantes de Europa por sus emisiones de CO2. El 87%del carbón consumido en España procede de las minas de Colombia, Rusia, Indonesia y Sudáfrica.
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