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«Una violación involuntaria». Lionel R., uno de los 50 acusados en el caso Pelicot, describió con estas palabras la agresión sexual que cometió en 2018 sobre Gisèle Pélicot, la mujer francesa violada por 83 hombres durante casi una década a instancias de su marido, ... Dominique Pélicot, que la drogaba y la adormecía. Resultó una expresión extraña, casi un oxímoron.
Este jueves comparecieron, por primera vez, en el Tribunal de Aviñón dos de esos desconocidos que Dominique reclutó para abusar de su mujer. Pese a formar parte de la minoría que reconoce los hechos y los delitos cometidos, sus testimonios resultaron una mezcla de eufemismos y de la banalidad con que esos hombres aceptaron agredir sexualmente a una mujer sedada.
«No me hice muchas preguntas. Pensaba que era un juego», aseguró Lionel R., de 43 años y que está en libertad condicional tras haber estado entre rejas durante un año en 2022. Como sucedió con el resto de los implicados en este affaire, Dominique Pélicot lo contactó a través de una página de libertinaje, prohibida hace unos meses. Este acusado reconoció que el marido le había explicado que ella estaría durmiendo «y me habló de comprimidos. No sabía si era él que se los daba o ella que los tomaba». Eso no le impidió ir hasta su domicilio en la pequeña localidad de Mazan para violar a Gisèle, de 71 años. Y hacerlo dos veces.
«Cuando iba allí en coche, no me decía que iba a cometer una violación. Pero la violé y soy culpable de ello», afirmó este padre de tres hijos. «No sabía hasta qué punto estaba dormida. Me dije que (Gisèle) iba a despertarse y haríamos un trío. Pensaba en las fotos y los videos que verían más tarde», añadió. Según el testimonio de Lionel R., en ningún momento se preguntó por el consentimiento de la víctima. Actuó básicamente motivado como si se tratara de una propuesta «sórdida» más, como las que le hacían en el portal Coco.fr, donde le habían ofrecido sexo en grupo y con la participación de animales.
De los 50 acusados, él es uno de los 15 que reconocen su culpabilidad. A pesar de ello, atribuyó una parte de la responsabilidad al exmarido —culminaron su divorcio en agosto— de Gisèle. «No quiero culpar a Dominique Pélicot, pero ese día me sentí dominado», aseguró Lionel R., quien dijo que el instigador de esta trama le dio varias indicaciones cuando estuvo en la habitación de los Pélicot. Como el resto de las violaciones, Dominique la grabó y luego compartió esas imágenes con ese desconocido. «Esas fotografías me molestaron. No sentí ninguna excitación al recibirlas», sostuvo Lionel R. durante su testimonio, con una veracidad cuestionable.
A diferencia de la mayoría de los acusados, en su caso las violaciones tuvieron lugar al mediodía. «Drogué a mi mujer durante el desayuno», dijo Pélicot. «Quizás se ha arrepentido, pero ahora es demasiado tarde», insistió con cierto sadismo. El instigador de esta trama explicó que Lionel R. ya conocía a su mujer, porque trabajaba como vendedor en un supermercado que ella frecuentaba. Era, de hecho, empleado del Leclerc donde arrestaron en septiembre de 2020 a Dominique Pelicot por grabar debajo de las faldas a mujeres.
Ese hecho fortuito originó el hallazgo de los videos de todas las agresiones de este affaire mayúsculo de violencia machista. En los 20.000 videos y fotos almacenados en el ordenador de Dominique Pélicot, hallaron el rastro de hasta 92 violaciones, por parte de 83 hombres —los agentes no identificaron a una treintena de ellos—. Tenían entre 26 y 73 años, la mayoría de los cuales con una vida estructurada. Ejercían todo tipo de profesiones, como bombero, militar, enfermero, periodista, guardia de prisiones o concejal municipal. Su mínimo común denominador: eran hombres.
Tras el testimonio durante la mañana del vendedor de Leclerc, tuvo lugar durante la tarde el de Jacques C., de 73 años. A ese jubilado, quien trabajó como camionero y conductor de autobús, lo acusan de haber practicado un cunnilingus a la señora Pelicot sin que ella lo consintiera. Durante la audiencia del jueves por la tarde, mostraron un video de esa agresión en que se veía a Gisèle inconsciente y se la escuchaba roncando.
Sus palabras reflejaron el mismo descuido e indulgencia que su predecesor en el estrado. «Me dijeron que estaría dormida, pero no que la hubieran drogado», declaró. Según su testimonio, «creía que se trataba de una pareja de libertinos en que la señora estaba dormida porque era tímida». Más allá de la sinceridad (o no) de sus palabras, estas reflejaron un desconocimiento de los peligros de la sumisión química y de lo que es una violación.
El segundo interrogado pidió, sin embargo, disculpas a la señora Pélicot: «Espero que su familia podrá superar todo esto». «Siento un profundo respeto por las mujeres», se atrevió a decir Jacques C., quien tuvo, asimismo, algún momento de lucidez. Uno de ellos fue cuando recordó que «en este caso lo importante es la noción de patriarcado: mi mujer, mi esposa. Espero que en las próximas generaciones desaparezcan estos conceptos». Unas palabras que no compensan la gravedad de los hechos cometidos.
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