Amelia Tiganus | Superviviente de explotación sexual y activista feminista
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Amelia Tiganus | Superviviente de explotación sexual y activista feminista
«El 40% de los hombres ha pagado por consumir mujeres que no les desean»Amelia Tiganus (Rumanía, 1984) fue explotada sexualmente en cuarenta prostíbulos españoles durante cinco años. Desde la doble perspectiva de experta y superviviente, es una firme defensora de la abolición de la prostitución. La activista, afincada en Bilbao y al frente de Emargi, un centro que ... trabaja en la investigación, divulgación y concienciación sobre la violencia hacia las mujeres, participará hoy en una jornada en BBK Kuna (16.30 horas) sobre violencia sexual organizada por la Fundación Etorkintza por su 40 aniversario.
– ¿Quién es Amelia?
– Nací en Rumanía en 1984 en el seno de una familia de clase obrera. De haberlo hecho en una familia de médicos en Noruega, mi vida habría sido bien distinta. Rumanía, con la entrada del capitalismo salvaje en Europa del Este, se incorporó a esa economía convirtiendo a sus mujeres y a sus niñas en mercancía, en la materia prima de este negocio criminal que es la explotación sexual.
– ¿Cómo acabó siendo víctima?
– A los 13 años sufrí cinco violaciones simultáneas y mi entorno no estuvo a la altura, me juzgó, incluso de alguna manera excusó a los violadores. A raíz de eso, mi vida se convirtió en un infierno y a los 17 años fue cuando los proxenetas, aprovechando esa situación de vulnerabilidad, se convierten en mis salvadores.
– ¿Qué le ofrecieron?
– La posibilidad de convertirme en alguien. Me prometieron que en un par de años, si era lista, solucionaría mi vida. Fui vendida por 300 euros a un proxeneta español. La venta no fue para nada violenta, porque se convierten en auténticos salvadores, en colegas.
– Muchas mujeres no se perciben como víctimas.
– Por eso es difícil salir. Si eres consciente de que estás siendo violentada, vas a intentar pedir ayuda. Yo me quedé atrapada. No estuve bajo llave, con barrotes; aunque la puerta de los puticlubs estaba abierta, me separaba un abismo de lo que podemos llamar vida real, no sé ni cómo llamarlo, porque lo otro también era real.
– Vida estándar.
– Eso es. Y ese abismo era alimentado por el discurso proxeneta de la sociedad, de que nos gusta el dinero fácil. Casi todos los hombres parece que tienen una amiga puta que quiere serlo.
– ¿En qué momento dijo basta?
– Cuando ya me había cansado de hacer el papel de la puta feliz. Puse límites, pero los límites solo sirven para que los puteros intenten traspasarlos, porque es un juego de poder. La prostitución no va de sexo, va de ejercer poder y violencia contra las mujeres. En ese momento me defendí atacando a ese putero y colapsé. Durante un par de semanas me quedé totalmente inmóvil, y los proxenetas me echaron.
– ¿A dónde fue?
– Lo único que pude hacer es pedirle a un putero que me llevara a su casa a cambio de sexo. Y hay mucha gente que me dice que me ayudó un cliente, pero él no me estaba ayudando, estaba abusando de una situación de vulnerabilidad. Además, yo no le puedo llamar cliente, no se puede llamar de la misma manera a un hombre que compra el pan que a un hombre que te penetra por dinero. Mi gran suerte fue que a los tres días encontré un trabajo como camarera y, gracias a la gente que confió en mí y supo darme un amor incondicional, pude recuperar mi vida.
– En su libro 'La revuelta de las putas' hace referencia a que España es el mayor consumidor de prostitución de Europa.
– Estamos hablando de que cuatro de cada diez hombres reconocen haber pagado, al menos una vez, por consumir mujeres que no les desean sexualmente.
– Sin embargo, no es un problema para la sociedad.
– Porque seguimos pensando que la prostitución es algo que les toca siempre a las otras, a las pobres desgraciadas de lejos a las que engañan, y se queda en una anécdota.
– ¿Pensamos que hay menos de la que hay?
– Sin duda. Y no somos conscientes de que el crimen organizado está captando a nuestras hijas en nuestras casas a través de las redes sociales. Tenemos la responsabilidad de cuidar y de proteger a nuestras niñas; y a los niños, que les están metiendo porno. La educación sexoafectiva de nuestras criaturas está en manos del crimen organizado.
– ¿Con el porno?
– Sí. Lo único que les interesa es convertir a nuestros niños en consumidores de porno, de prostitución, como si no tuvieran capacidad de amar, de ver a las mujeres como sus iguales. La pornografía se utiliza como marketing de la prostitución, porque, si bien las mujeres no nacemos putas, no lo llevamos en nuestro ADN, los hombres tampoco nacen puteros, ni violadores. Hay un proceso de deshumanización. Las feministas, que a veces nos tachan de antihombres, somos las únicas que decimos que creemos que los hombres tienen la capacidad de comportarse como seres humanos íntegros.
– Aunque el consumo crezca, los puteros cada vez están peor vistos.
– Cada día más gente entiende qué papel juegan. Financian al crimen organizado, porque es ahí donde va su dinero.
– Es defensora de la abolición.
– Sí. En Suecia está penado desde 1999 y a los chicos jóvenes les parece impensable pagar por tener sexo. Aquí falta una herramienta jurídica.
– Los intentos del PSOE en el Congreso de prohibir la prostitución han fracasado.
– Dicen que hay un debate social, pero estamos hablando de derechos humanos. Existe el mismo debate que hubo cuando se abolió la esclavitud, con esclavos que querían seguir siéndolo porque su amo era bueno, les daba de comer y no les pegaba. Lo más interesante es entender exactamente qué es el abolicionismo.
– ¿Y qué es?
– Mucha gente piensa que somos putófobas y lo único que defendemos es que las mujeres no existimos para que los hombres eyaculen, y que queremos nuestros derechos. Y exigimos que se persiga y se castigue el proxenetismo.
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