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Con las retretas, cohetes, iluminación y sesión bailable de esta noche, de lleno entramos en la fiesta del glorioso Patrón de Álava». Pudiera parecer que esta noticia del diario católico derechista 'Heraldo Alavés' anunciaba en la víspera de San Prudencio de 1923 una jornada festiva ... tranquila. Nada más lejos de la realidad: dos días más tarde, el 29 de abril, se celebrarían las últimas elecciones generales previas al golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre de ese mismo año, que pondría fin a la Restauración borbónica (1874-1923). Esta etapa de la Historia se caracterizó, en clave política, por desarrollar el sistema del 'turno' entre los dos grandes partidos, el Conservador y el Liberal, que se alternaban para dirigir el Consejo de Ministros. El fraude sistemático propio de esta época permitía que el relevo entre ambos al frente del Gobierno se produjera antes de la celebración de las elecciones gracias a un sistema de compra de votos, el denominado 'caciquismo'.
Las elecciones de abril de 1923 enfrentaron en Vitoria al marqués de Amurrio, Luis Urquijo –apoyado por 'Heraldo Alavés'–, contra el antiguo alcalde de la ciudad, Guillermo Elío, que se cobraba el amparo del diario liberal 'La Libertad'. Este se centró en denunciar la compra de votos por parte del primero: «¡Sesenta mil duros! (…) han llegado ya como convincentes argumentos en pro de la candidatura del Marqués de Amurrio». El escándalo político llegó a tal extremo que Luis Dorao –director del periódico liberal– fue detenido por el gobernador civil, convenientemente instigado por Urquijo. Por su parte, Elío decidió retirarse de la elección con el fin de evitar perjudicar «al pueblo de Vitoria, su primer pensamiento siempre». De este modo, amparado por el falaz modelo caciquil, el marqués logró el escaño por Vitoria.
A pesar de la gresca política, la ciudad celebró con normalidad a su patrón, que quedó relegado a la segunda página incluso en 'Heraldo Alavés'. Los alaveses festejaron a San Prudencio acudiendo a las céntricas calles de Vitoria para disfrutar de la retreta, del «concierto vasco» que correría a cargo de una Banda Municipal que estrenaba nuevos instrumentos y vestuario, al igual que los txistularis. Una ciudad preocupada, ante todo, de que no se le chafara uno de sus días grandes por el clima que estaba «de lo más inseguro», por lo que «fácil será que nos agüe la fiesta, lo cual también es tradición». Finalmente, todo quedó en un vendaval que permitió a los alaveses acudir a Armentia y «reunirse para celebrar las fiestas con cultos solemnes y el obligado banquete, uno de cuyos platos sea el de los clásicos perrechicos de la tierruca». Que nada ni nadie ose arruinar nuestras fiestas y tradiciones.
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