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San Prudencio puede respirar tranquilo porque hay cantera para la Tamborrada. Y de nivel, además. Ni los dos años en blanco, ni la primera vez ... para algunos de ellos como cocineros, soldados, cantineras y majorettes desentonó ayer en la versión 'mini' del desfile. El estruendo con el 'tuntún' fue de lo más animado. Está claro que estos más de 150 protagonistas llegaban con la lección bien aprendida. Y así lo demostraron ante un público que se las ingeniaba para conseguir un buen sitio desde el que disfrutar con este segundo asalto, después de que los mayores abriesen apetito en la noche anterior.
Vaya ritmo, todos al compás. En ese objetivo se afanaba el joven Pablo, makila en mano y dirigiendo como todo un profesional la marcha en la que retumbó la Retreta, la Tamborrada vitoriana, el Vals Gasteiz o el himno del Alavés. «Lo hemos conseguido, está quedando muy bien», celebró en uno de los descansos. Claro, que también ha tenido buena maestra. «Hemos estado ensayando todos durante un mes, han ido mejorando día a día. Se conocen a la perfección las canciones. Verles cómo lo viven provoca una especial ilusión», confesó Leire Betolaza, directora de la Tamborrada, al ver cómo esta pequeña tropa de 7 a 14 años honraba de la mejor manera al patrón.
Pero debajo de esos pequeños trajes se escondía una enorme responsabilidad, esa con la que han cargado durante días. «Era el regreso y teníamos que hacerlo bien. Somos la cantera de San Prudencio y no le podemos fallar», razonó Maider. Un sentir que compartía el resto. «Estábamos muy nerviosos. Teníamos ganas de que llegase ya el día grande para poder soltarlo todo. Ha costado dormir esta noche...», aseguraba Paula, mientras se colocaba el traje de soldado azul en su sitio antes de emprender la marcha.
El punto de encuentro fue el final de la calle Cercas Bajas. Desde ahí se dirigieron hacia su primera parada, una abarrotada plaza de la Provincia en la que apenas cabía un alfiler. Luego se llevaron consigo la fiesta por Postas hasta la plaza de España para continuar por la Virgen Blanca antes de regresar a la escalinata del Palacio foral y dar el colofón final. Los protagonistas devoraron la chocolatada que recibieron como premio al trabajo bien hecho.
«Para una madre, esto es único. Sientes un orgullo enorme dentro», admitía Andrea Gómez, que se animaba a bailar con el ritmo de las canciones. Como ella, Jony Rúa también desenfundó el móvil para inmortalizar el momento. «Ahí está mi hija Sofía. Por fin la veo en la Tamborrada, iba a estrenarse en 2020 como majorette pero se paró todo. En casa no ha parado de ensayar».
Así que el resultado fue tan exitoso. «No han perdido el paso en ningún momento. Es una alegría enorme ver cómo la tradición se mantiene», destacó Isabel de Castro, que lleva casi veinte años al frente de las cantineras. «He visto chavales que ahora están en la Tamborrada mayor, ojalá sigan esos pasos». Por lo pronto, los chavales ya inician la cuenta atrás para repetir. «El año que viene quiero volver como cocinera. Me encanta el tambor y el traje», comentaba la pequeña Izaro, que disfrutó de lo lindo en su estreno.
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