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Es tal la devoción que al Santo Obispo le profesan sus paisanos que allá, fuera de la provincia, donde quiera que se encuentren tres alaveses, ... no han de dejar de reunirse para celebrar sus fiestas con cultos solemnes y el obligado banquete, uno de cuyos platos sea el de los clásicos perrechicos de la tierruca previamente conseguidos a buenos precios en el mercado de Vitoria».
El 27 de abril de 1923, víspera de San Prudencio, el diario vespertino 'Heraldo Alavés' invitaba a sus lectores a participar con el mayor de los entusiasmos en los actos en honor al patrono con la publicación de una 'croniquilla' escrita por 'Vitoriano'. Dos días antes, con la celebración de la primera fiesta de calle, la de la tercera vecindad de la Cuchillería, se había dado comienzo oficial al calendario «de sol y animación» en la ciudad, que se alargaría hasta septiembre con la Romería de Olárizu, anticipo de la llegada del otoño.
La breve reseña periodística, un certero relato costumbrista que ayuda a imaginarse cómo se disfrutaba de aquel señalado día de hace cien años en Álava y su capital, daba detalle también de lo que se comía en gratitud al santo. El guiso de chilindrón y los ansarones (aves) ya no eran tan preciados en la mesa de los alaveses, se lamentaba el redactor. El perretxiko, sí, el perretxiko, revuelto o en tortilla, les había arrebatado el protagonismo en el fuego y la mano de las cocineras en los hogares, tascas y meriendas al aire libre.
En los tenderetes de abastos de los jueves, los aldeanos que proveían de producto local las despensas de las amas de casa lo vendían a entre diez y doce pesetas el kilo, y se los quitaban de las manos en competencia, curiosamente, con los huevos y el queso. Como entonces sí llovía, no como ahora, el caprichoso fruto del campo brotaba en las praderas en abril y se exponía alegremente al comprador. Seguro que la exquisita seta de primavera, de bien ganada fama, que se zampaban aquellos vitorianos de 1923 había surgido de las tierras húmedas de la Llanada, bajo la luz de un sol amable, babazorras razones para conquistar los paladares de quienes se rascaban la cartera. No parece que el perretxiko de cien años atrás fuera tan exclusivo como el actual, el que se despacha a precios desbocados y de procedencia diversa y hasta enigmática, aunque sea igual de solicitado.
¿Yqué se contaba de los caracoles, de esos pringosos moluscos de tierra bañados en tomate que hoy comparten mantel e infinidad de comensales? Pues ni rastro de sus cuernos y babas. Ni los mencionaba 'Vitoriano' en su crónica prefestiva ni tampoco debían de venderse en el mercado de la Plaza Nueva como parte sustancial del menú alavés por excelencia. Yno sería entonces, digo yo, por falta de espacio natural para su procreación y expansión, por la inmensidad de los campos y huertas que se extendían más allá de una ciudad pequeña en tamaño y población, ésta de poco más de 30.000 habitantes.
No todos pero sí muchos de aquellos babazorros de 1923 se echaron a la calle para homenajear al conocido como 'Ángel de la Paz', patrón de Álava desde 1698 por otorgamiento de la Santa Sede. Yen verdad que, salvando las distancias y la adaptación de las tradiciones a los tiempos que corren, aquellos 27 y 28 de abril presentaban sorprendente similitud con los de 2023. Porque sonó la Retreta al echarse la noche y se oficiaron misas, se procesionó al santo y se marchó en alegre y concurrida romería hasta la basílica el día de San Prudencio.
Eso sí, no había concursos gastronómicos ni vinícolas, la tamborrada de las sociedades populares nació medio siglo después y los hoy abarrotados puestos de rosquillas de anís, talo y otros productos brillaban por su ausencia. Del desarrolllo de la fiesta se encargaba el Ayuntamiento –hoy lo hace la Diputación– y también el pueblo de Armentia, que recibió del consistorio una subvención de 500 pesetas «con el fin de que los festejos sean celebrados con la mayor solemnidad». Como así fue.
«La noche hermosísima de ayer (27de abril) hizo que la Retreta luciera mucho y que la Plaza Nueva se iluminara albergando tanto público como el día de la visita de los mojones», recogió el otro periódico local, 'La Libertad'. Entre bombas, cohetes y adornos en los balcones, la Banda Municipal, que estrenaba músicos, instrumental y traje con una gorra blanca no del agrado de bastantes vitorianos, y la de txistularis pusieron música durante el toque de clarines desde el balcón central de la Casa de la Ciudad, de ocho a nueve, con intervalos de quince minutos. Con el tiempo, la interpretación de la Retreta también se llevó a la Casa Palacio de Provincia.
El sábado 28 amaneció lluvioso, cómo no, y madrugador. Se guardó fiesta en oficinas públicas y particulares, industria y comercios. El programa empezó con un oficio religioso a las 8.30 horas en la capilla de la Diputación donde se ofreció la reliquia del santo para su adoración por los devotos. La procesión hasta la Catedral Vieja se suspendió por la lluvia y se realizó a cubierto en el templo antes de la misa mayor. Ya lo había presagiado la prensa: «Como el tiempo anda de lo más inseguro, fácil será que nos agüe la fiesta, lo cual es también tradición». Y sí, «la tarde fresca y desabrida ha deslucido mucho la romería», quedó escrito dos días después.
Aun así, fueron cientos los vitorianos que primero llenaron el Centro Vasco, donde se ofreció un variado repertorio musical por Juventud Vasca, y después se animaron a subir a Armentia para pasar la tarde en las campas, aunque fuera abrigados y bajo la amenaza de un cielo plomizo. «Acudió muchísima gente, pues aunque fresca la tarde al fin no llovió y lució el sol a ratos. No faltaron animación, baile, alegría y meriendas en la mejor armonía». También hubo partidos de 'foot ball' en el campo de Cervantes antes de que se convirtiera en Mendizorroza, cine en los dos teatros y pelota en el Vitoriano. De que nada alterara la romería se encargó el regimiento Alfonso XIII con una pareja de guardias a caballo de turno y ronda cada dos horas por Armentia.
A cien kilómetros, algunos también festejaron la onomástica. El 'Heraldo Alavés' publicó un telegrama recibido en su redacción que decía:«Pradoluengo, día 28.Tres entusiastas vitorianos reunidos en estribaciones de sierra Pradoluengo solemnizan con clásica perrechicada patrono San Prudencio. Eduardo y Paco Alarcón y Ernesto Añastro». Ya había quedado escrito por si acaso: «Donde quiera que se encuentren tres alaveses...». Allí darán cuenta de un exquisito revuelto.
Queda dicho que allí donde hay tres alaveses, la celebración por San Prudencio está garantizada. Así que la numerosa Colonia Alavesa en Vizcaya no perdía la ocasión cada 28 de abril de honrar al patrón con un variado programa de actividades y la presencia de notables autoridades. Como la del mismísimo alcalde de Vitoria, Herminio Madinaveitia, que se ausentó de la ciudad en tan señalada fecha para presidir la fiesta alavesa en Bilbao en 1923. Aquel día hubo dianas, procesión desde la Plaza Nueva hasta la iglesia de San Vicente Mártir con paso por la plaza de Albia, «cuyas casas se encontraban engalanadas y desde cuyos balcones se arrojaron multitud de flores a la imagen del glorioso santo alavés». Después, 160 comensales saborearon un suculento menú en el Casino de Archanda donde no faltó el revuelto de perrechicos, además de entremeses, paella, merluza con espárragos, pollo asado con ensalada y vino de Rioja.
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