
San Prudencio
Sin ellos no hay fiestaProtagonistas ·
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San Prudencio
Sin ellos no hay fiestaProtagonistas ·
Una cocinera, un soldado, un trompetero y una majorette cuentan qué significa para ellos la TamborradaSon una administrativa del Colegio Oficial de Médicos de Álava, un bedel de un centro escolar de Vitoria, un músico de la Banda Municipal y ... una doctora en Microbiología que trabaja como profesora de clases particulares. Pero la noche del 27 de abril dejan de lado sus profesiones y por unas horas se convierten en una cocinera que toca el barril, un soldado rojo con tambor, un trompetero y la directora de las majorettes. Ellos son Ana, Asier, Iker y Eli y han compartido con EL CORREO qué significa para ellos la Tamborrada y cómo la viven. Por un día se convierten en llamadores de la fiesta y toda la plaza de La Provincia además de los telespectadores vibran al son que marcan ellos y sus compañeros desde la escalinata.
Los cuatro protagonistas de este reportaje coinciden en definir esa noche como «emocionante» y «especial», pero alguna va más allá. «Es el día que más ilusión me hace de todo el año», confiesa Eli Ogayar, que este año se estrena como directora de majorettes. Mucho más, 22 años, lleva Asier Ortiz de Zárate saliendo como soldado rojo 'adoptado' por la sociedad Celedón. Ana Cía se inició en esta tradición en 2017 coincidiendo casi con el nacimiento de su txoko (Burduntzi) y a Iker Larrauri el acto le corre por las venas desde que era solo un niño.
Pantalón y mandil blanco, zapatillas impolutas, gorro alto y el barril con sus batutas. Es el uniforme de Ana Cía cada 27 de abril a la noche, cuando deja de lado su faceta de administrativa en el Colegio de Médicos de Álava y se transforma en cocinera. 2017 fue el primer año que participó en la Tamborrada de la mano de la sociedad Burduntzi, uno de los txokos más jóvenes de la capital alavesa (fundado en 2016). «Yo vengo de familia gipuzcoana y he vivido esto desde pequeñita. Estuve viviendo un tiempo en Agurain y también salí en aquella Tamborrada, esta no me la podía perder», confiesa esta madre de dos txikis de 9 y 11 años. Para ella es una experiencia «emocionante» tocar en las escaleras de la plaza de la Provincia. Tiene experiencia tocando el tambor pero prefiere el barril «porque es más sencillo y si metes la gamba se nota menos», ríe.
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La tarde noche del 27 es como una especie de ritual. «Los nervios empiezan en cuanto me pongo el traje, aunque después se van aplacando. En la mesa no faltan los caracoles ni los perretxikos y casi sin tiempo para el café nos vamos hacia la torre de Doña Otxanda. Es una noche muy especial», confiesa Ana, que al día siguiente no se pierde la visita a las campas. «Los años de la pandemia fue muy raro, pero nos montamos la fiesta en el balcón».
Más de 20 años como soldado rojo le avalan. Asier Ortiz de Zárate empezó a tocar el tambor animado por dos compañeros de trabajo pertenecientes a la sociedad gastronómica Celedón y desde entonces cada 27 de abril es 'adoptado' en ese txoko. «Mis amigos se lo pasaban muy bien, contaban grandes historias y me metieron el gusanillo», recuerda este soldado que el resto del año ejerce como bedel en un centro escolar de la capital alavesa. «Me encanta vivir la Tamborrada en la plaza de la Provincia desde dentro. Es un sentimiento muy especial. Yo también soy blusa de Batasuna pero esto es distinto, más serio, y que sea solo una noche al año lo hace mucho más especial», confiesa Asier, que acaba de ser padre hace tan solo 5 meses.
La pequeña Malen vivirá este 2023 su primer San Prudencio y su aita promete llevarla a las campas de Armentia si la climatología no lo impide. «Me gustaría que la niña siguiera la tradición y saliera en la Tamborrada. Yo soy de la mentalidad de que cuando hay una fiesta hay que vivirla a tope», asegura este vitoriano de 40 años. Hasta los ensayos son para él un momento de disfrute. «Se crea un ambiente muy bueno y tiene su guasa. Aunque también nos ponemos serios porque esto tiene que sonar lo mejor posible, ¡que nos van a ver por la tele y no podemos fallar!».
A Iker Larrauri la Tamborrada le corre por las venas. Antes casi de aprender a andar ya desfilaba en la txiki. Sus padres han sido durante muchos años miembros de la fanfarre Ezberdinak y su tío es el histórico trompetero de la Diputación Mikel Delika. «Mi relación con las fiestas de San Prudencio es muy estrecha desde bien pequeñito. En 2019 toqué por primera vez como trompetero del Ayuntamiento y fue muy emocionante, recuerdo con mucha ilusión el momento en el que me lo propusieron», confiesa este joven de 24 años graduado en txistu y trompeta en el Conservatorio Superior de Navarra, por lo que su profesión está directamente relacionada con su papel en la fiesta.
En 2020 llegó la pandemia, en 2021 actuó en un acto especial para un público más reducido y en 2022 volvió a vivir con gran emoción esa noche, ya con normalidad. «No hacemos ensayos antes, el mismo día un rato antes realizamos un toque previo y ya con eso tiramos», revela. Hay nervios, pero «en su justa medida», y compensan por ver a la multitud sumida en la fiesta desde un lugar único. «Cuando te asomas al balcón impresiona. Pero soy consciente de que soy un privilegiado e intento disfrutarlo a tope», asegura Iker. El día 28 toca comida con la familia. «Son días para disfrutar y pasarlo bien como alaveses».
Eli Ogayar es doctora en Microbiología por la Universidad del País Vasco, tiene experiencia en observar y analizar los pequeños detalles. Y esa es una cualidad que le servirá esta noche, cuando se estrene como directora de las majorettes en la Tamborrada y tenga que estar pendiente de que todos los movimientos salgan a la perfección, por mínimos que sean. «Es mi primer año porque la anterior directora lo dejó y yo era de las más veteranas. Siempre he estado por atrás porque soy de las altas y eso va a cambiar por completo. La presión es distinta», confiesa esta joven de 31 años que actualmente trabaja como profesora de clases particulares para niños.
Con diez años ya desfilaba como majorette en la Tamborrada txiki y en su juventud recuperó esa afición para sumarse a la de los adultos. «Es el día que más ilusión me hace de todo el año. Todos los que estamos allí somos la personificación de la fiesta y tanto desde dentro como desde fuera es muy bonito de ver», reflexiona. Además es un momento de reencuentros y un espacio para hacer amistades. «Creas muchos lazos con la gente y te llevas amigas. Durante la pandemia nos vestimos e hicimos nuestros vídeos, no queríamos perder la tradición», cuenta Eli, que hoy tendrá 17 majorettes a sus órdenes.
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