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García Plaza y Peñarroya, se encomiendan a los pies del Santo en Armentia. IGOR AIZPURU

Dos nuevos devotos

Míster, Míster. ·

Los entrenadores Luis García Plaza y Joan Peñarroya asisten a un cursillo exprés sobre San Prudencio que termina en una conversación en las campas de Armentia

Jueves, 27 de abril 2023, 19:02

Dos señoras en zapatillas y mallas de licra, dos de esas amigas que quedan para, más que correr, andar deprisa, interrumpen su rutina y su animada conversación, se acercan a la estatua del Santo y, respetuosísimas, se santiguan. Allí mismo, ni cinco minutos más tarde, ... otro 'runner' grita, esta vez sin detenerse, un «¡Aupa míster!» al ver a los entrenadores del Deportivo Alavés y el Baskonia. Los dos instantes reflejan las dos devociones, distintas pero intensas a la par, que profesan los alaveses. Una sale a la luz solo una vez al año, la otra varias veces por semana, cuando una multitud se encomienda a estos dos, que a ratos sacan paciencia de santo y a otros hasta parecen obrar milagros.

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Los técnicos Luis García Plaza y Joan Peñarroya son dos nuevos alaveses de adopción que acuden a la llamada de EL CORREO para asistir, ante sus primeras fiestas de Álava, a un curso aceleradísimo de San Prudencio para principiantes. Se les explica el asunto de la Retreta. Y, ojo, que no es nada fácil pillar el asunto. Hay que reconocer que, a ojos de cualquiera que viene de fuera, es tirando a difícil de comprender: unos tipos vestidos de algo parecido a un híbrido entre un paje y una sota de bastos interpretan toques de trompeta y atabal en lapsos de quince minutos. Correcto. Los dos parecen haber entendido la jugada. Tampoco parecen albergar duda alguna cuando se les detalla lo de mañana, esa romería multitudinaria que llenará hasta los topes estas campas de Armentia en las que están ahora sentados, en este césped mullidito, de un verde perfecto por el que despuntan diminutas margaritas que, más que deshojadas, acabarán despachurradas.

Cuando se les cuenta que estos días los hogares alaveses ponen mesa y mantel con revuelto de perretxikos y también caracoles, el míster del Alavés no puede evitar que en el rostro anguloso se le dibuje una suerte de mohín de pura repugnancia. Por los gasterópodos, claro. «La verdad es que no los he probado nunca», admite, cortés, García Plaza. «Yo sí que los he comido, en Cataluña son típicos, pero 'a la llauna', aquí, ¿cómo los preparáis?», se interesa Peñarroya.

«No sé si sois conscientes, pero no creo que haya muchas ciudades del mismo tamaño de Vitoria que tengan el nivel gastronómico que hay aquí», sostiene García Plaza. «Si lo comparo con Tarrasa, es que el nivel es multiplicado por diez, es una locura los buenos restaurantes que tiene esta provincia», tercia el baskonista. «Suena a tópico, pero es verdad que en España se come bien en casi todos los sitios, aunque aquí hay un producto y una cultura gastronómica que no es comparable...», abunda el técnico del Alavés.

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Carácter alavés

De lo gastronómico, la conversación entre los entrenadores vira pronto hacia un repaso por otros lugares comunes alaveses: que si la calidad de vida que se respira por aquí, que si Vitoria es muy paseable, que si es perfecta para hacer deporte, que si el alavés es educadísimo como pocos... «La gente es muy respetuosa, no te agobia como en otros sitios», rubrica Peñarroya. «Es verdad, aquí puedes vivir muy tranquilo, la gente sabe guardar muy bien las distancias, aunque, con el tiempo, me he dado cuenta de que una cosa es la calle y otra muy, pero muy diferente a la de Internet, donde se ve cada cosa...», sostiene García Plaza.

– ¿Están muy al tanto de lo que se dice de ustedes en las redes sociales?

– Peñarroya: Yo en las redes estoy, pero más como 'voyeur'.

– García Plaza: Las utilizo, pero tengo la sensación cada vez más clara de que esa no es la realidad. El mismo que te 'mata' un día, al siguiente te adora.

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Los entrenadores de los dos equipos se conocen, sí, pero el rosario –a ratos, viacrucis– de citas deportivas, con calendarios infernales y con viajes de la ceca a la meca, han impedido que los dos hayan podido trabar en los meses que llevan aquí una relación más allá de la que ha propiciado algún que otro compromiso con el club. Sin embargo, pronto reparan en que ambos comparten una mismo sino, esa eterna sensación de estar siempre de paso, como nómadas con balón. «Esta profesión te impide echar raíces en una ciudad», reflexiona el míster del Alavés, que recuerda con especial cariño su etapa en las Baleares. «Siempre que me llaman para entrenar a un equipo nuevo, voy con la idea de que va a salir bien pero, al mismo tiempo, sé que es temporal», reflexiona el técnico alavesista. «Es que si sale mal, sale mal, pero no puedes llegar a un sitio con miedo», anota Peñarroya.

En esta brevísima conversación, en la que ambos se esmeran con especial ahínco en bordear cualquier charco deportivo, se percibe que, a pesar de las risas y los chascarrillos, los dos entrenadores son incapaces de sacudirse la presión que están viviendo en estas últimas semanas, cruciales para el futuro de sus equipos. Esa mochila con la que cargan tiene que pesar mucho, muchisimo... por más que le quieran quitar hierro al asunto «¿Responsabilidad? Esa la sentimos siempre, a diario».

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Y ahora que ya saben de qué va el asunto, ¿creen que vivirán aquí un segundo San Prudencio? La respuesta, a los pies del patrón, queda en el aire. Que sea lo que él quiera.

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