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Hay curiosidades en torno a los ires y venires de Prudencio, nuestro santo patrón, que no tienen desperdicio. El lugar donde descansan sus restos es una de ellas. Les explico la razón. Siendo obispo de Tarazona, Prudencio fue reclamado para terciar en un cristo, nunca ... mejor dicho, entre el clero y el obispado de Burgo de Osma. Con tan mala fortuna que cayó enfermo y falleció en la villa soriana tras haber remendado con éxito las desavenencias locales.
Al sobrevenirle la muerte fuera de su diócesis se lió parda, porque todo el mundo reclamó el cadáver para dar cristiana sepultura a quien tanta fama tenía de hacedor de milagros. En verdad sería un buen gancho para atraer turistas y peregrinos de la época, debieron pensar. Dado que no hubo acuerdo, decidieron aupar al difunto a su cabalgadura, lo amarraron convenientemente y acordaron que el lugar de enterramiento de tan ilustre cadáver sería el que eligiera el cuadrúpedo al detener su andadura.
Cuenta la leyenda que el animal no paró hasta llegar a seis leguas de Logroño, a los pies del monte Laturce. Allí se erigió con el tiempo una iglesia que más tarde pasaría a denominarse Monasterio de San Prudencio de Monte Laturce. Esta es una más de otras tantas anécdotas de la vida de un santo sobre el que aún hay fundadas dudas de su existencia, junto a sospechosas discordancias de fechas entre algunos de los hechos biográficos que se le atribuyen. El caso es que, tras convertir el 28 de abril en fecha tan señalada en nuestro calendario festivo, y tras la llegada de la democracia, cada cuatro años se alinean otros tantos eventos de modo recurrente: carnavales, cuaresma, San Prudencio y elecciones municipales y forales. Y quiso el destino que el patrón se empotrara en mitad de la campaña electoral, para iluminar con su ciencia infusa a nuestros políticos.
Resulta curioso que en el siglo XII el rey Ramiro I de Asturias fuera a postrarse ante el sepulcro de San Prudencio en las faldas del monte Laturce para darle gracias al santo por una victoria obtenida ante los sarracenos. Nueve siglos después nos encontramos a otro Ramiro, González esta vez, en idéntica tesitura, postrado ante el santo patrón en la ermita de Armentia, como manda la tradición.
Serán casualidades del destino, será parte de la Leyenda. Pero sorprende que el PNV cambiara la candidatura a la Alcaldía de Vitoria, y no lo hiciera con su otro varón, candidato a Diputado General, trocándolo también por candidata. Debe ser que pensaron que un guiño a Ramiro I de Asturias nunca estaría de más, siendo como es su partido tan devoto de Dios y de Leyes Viejas.
Confío en que no suceda que, tras las elecciones, hayan de amarrar a alguno de los candidatos para remitirlo al lugar que elija el jumento, y poder así predicar en otros pagos con mayor éxito.
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