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óscar b. de otálora
Lunes, 11 de diciembre 2017, 00:37
Hoy se cumplen treinta años de la matanza perpetrada por ETA en el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. El once de diciembre de 1987 la banda hizo estallar un coche con 250 kilos de explosivos en el edificio de la Guardia Civil ... y mató a seis adultos y cinco niñas, además de herir a 88 personas. Seis meses antes, los terroristas habían cometido el atentado de Hipercor, en el que asesinaron a 21 personas. La organización terrorista había iniciado una dinámica sangrienta con un objetivo: abrir una negociación con el Ejecutivo de Felipe González desde una situación de fuerza y para ello quería demostrar que estaba dispuesta a llevar al país al colapso en base a atentados. O el Gobierno se rendía o iban a llenar España de cadáveres.
El atentado indiscriminado contra la casa cuartel de Zaragoza se ajustó a esos planes de ETA. Fue una matanza deliberada, en la que, según confesaron en su día los autores, se buscó asesinar al mayor número posible de guardias civiles. Estos son sus puntos claves.
Los autores
El atentado de la casa cuartel de Zaragoza fue perpetrado por el 'comando Argala', un grupo secreto que dependía en exclusiva de la cúpula de la organización y que estaba formado por ciudadanos franceses, algo que resultó una sorpresa para las fuerzas de seguridad cuando sus miembros fueron detenidos en 1989. Esta célula fue una de las más sangrientas de la banda. El hecho de estar formada por galos facilitaba sus movimientos por España -de ahí que también fuese conocido como el 'comando itinerante'- ya que contaban con documentación legal y no estaban fichados. Su principal pistolero era Henry Parot, un joven nacido en Argelia de padres vascofranceses. También militaban en la célula su hermano Jon Parot, Frederic Haramboure y Jacques Esnal. Además de estos terroristas que actuaron en el atentado de Zaragoza, otros cinco franceses llegaron a estar operativos en el grupo.
La cúpula
La orden de cometer la masacre de Zaragoza fue dada por Francisco Mujika Arregi, 'Pakito', el jefe militar de la banda integrado en el denominado colectivo 'Artapalo' junto con Joseba Arregi Erostarbe, 'Fiti', y José Antonio Urrutikoetxa, 'Josu Ternera'. Henry Parot declararía ante el juez que no recordaba si 'Pakito' le dio la orden de actuar para forzar al Gobierno a negociar o para responder a la detención de 'Santi Potros'. El arresto de este último jefe etarra, dos meses antes, había permitido localizar más de 40 kilos de documentos sobre las interioridades de ETA que dieron pie a decenas de detenciones. A la banda le interesaba demostrar que estas operaciones no le habían debilitado y por lo tanto debía actuar con dureza. 'Potros' llegaría a ser expulsado de la organización por no haber destruido esos papeles. El castigo de ETA contra él supuso también que los miembros de los comandos declarasen en su contra en los juicios para aumentar su condena.
Todos los terroristas que formaron parte de aquella cúpula están detenidos excepto 'Josu Ternera', quien precisamente se encuentra huido tras saber que había sido procesado en 2001 por formar parte de la cadena de mando etarra que ordenó cometer la masacre de Zaragoza. En estos momentos en los que ETA ha entregado las armas y debate su disolución, 'Ternera' es el único activista histórico que no ha sido arrestado. Según los expertos antiterroristas, lleva años desvinculado de la banda.
La bomba
La bomba utilizada en Zaragoza estaba compuesta por 250 kilos de amonal, una de las mayores cargas empleadas por la banda. Los hermanos Parot, Esnal y Haramboure habían sido entrenados en la preparación de artefactos por Joseba Arregi Erostarbe, 'Fiti', en presencia del propio 'Pakito'. El coche bomba era un 'Renault 18' al que los etarras habían colocado cinco bombonas de acero que habían rellenado con los explosivos y con cordón detonante. El objetivo era que los tubos metálicos sirvieran como cañones y orientasen la onda expansiva para causar más daños. El coche bomba fue montado en un lugar secreto -un zulo a la orilla de un río- al que los terroristas llegaron siguiendo unas indicaciones básicas y utilizando unas fotografías polaroid del camino tomadas por el etarra que habían ocultado allí el arsenal.
11 asesinados
El coche bomba fue aparcado por Jacques Esnal en la avenida de Cataluña, frente al cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, a las seis de la mañana. El terrorista activó la carga mediante un sistema similar al de las granadas de mano y huyó corriendo. Sabía que los 250 kilos explotarían en un minuto y quince segundos.
El edificio no tenía especiales medidas de protección. Un guardia civil al que los movimientos de Esnal le hicieron sospechar intentó alertar a sus compañeros de que algo pasaba pero fue inútil. El coche bomba estalló y hundió parte del edificio de cuatro plantas. Once personas fallecieron bajo los escombros, entre ellas cinco niñas, y 88 resultaron heridas, en algunos casos, con amputaciones severas. La banda era consciente de que iba a provocar una masacre que afectaría a las familias de los guardias civiles, según declaró el propio Parot.
Al día siguiente se celebró un funeral multitudinario en el que la imagen de los ataúdes blancos de los menores quedó grabada para la historia. Ese día, cerca de 250.000 personas se manifestaron en la capital aragonesa en contra de la banda.
Los efectos
A comienzos de 1987 los representantes de la banda terrorista y del Ejecutivo de Felipe González ya habían iniciado algunos contactos en Argel de lo que más tarde sería la primera negociación entre miembros del Gabinete socialista y ETA. Atentados indiscriminados como el de Hipercor o el de la casa cuartel de Zaragoza eran el tipo de daño que la banda quería causar para que el Gobierno se aviniera a sus deseos. En 1988 se llevaron a cabo las denominadas 'conversaciones de Argel', sin que la banda consiguiera ninguna de sus exigencias. En el imaginario etarra, no obstante, este atentado fue un ejemplo de lo que debían hacer si querían obligar al Gobierno a negociar. El propio Henry Parot escribiría desde la prisión una carta a la cúpula etarra en 2001 en la que pedía que se cometieran ataques cada vez más salvajes. «Estoy convencido que si hacéis eso, se sentarían a negociar (en el 88 se sentaron después de que les volamos el cuartel de Zaragoza)», escribía el jefe del 'comando secreto'.
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