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Carmen Torres Ripa, en una de las estancias de su domicilio de Portugalete. Ignacio Pérez
La viuda de Portell, 40 años después: «Me sentí desamparada»

La viuda de Portell, 40 años después: «Me sentí desamparada»

El periodista fue tiroteado por ETA en Portugalete cuando cogió el coche para iral trabajo: «Escuché los tres disparos desde casa»

Iván Orio

Jueves, 28 de junio 2018

El 28 de junio de 1978, hace hoy cuarenta años, la periodista Carmen Torres Ripa y su marido, José María Portell, también compañero de profesión, cumplían su rutina en casa, en el Muelle de Churruca de Portugalete. Eran poco más de las ocho y media de la mañana y apuraban un café en la sala antes de que él acudiera al trabajo, en 'La Gaceta del Norte'. Como siempre, ella le despidió en la puerta. «¡Pero mira que te he planchado bien hoy el traje!», le dijo orgullosa.

Carmen regresó al sofá. Minutos después escuchó tres disparos. «Supe de inmediato que había sido él». Mientras varios vecinos gritaban «policía, policía», se puso un vestido mexicano encima del camisón y bajó a la calle a la carrera. Frente al portal, al otro lado de la carretera, su esposo yacía ensangrentado sobre el volante de su 'Seat 124' blanco. El claxon no dejaba de sonar. «Llamen a un médico, por favor, un médico», repetía mientras le daba besos para tratar de insuflarle vida. «No sabía si estaba muerto». ETA había asesinado a tiros a su marido, también director de la 'Hoja del Lunes'.

Viuda a los 33 años y con cinco hijos –tres niñas y dos niños– porque, según el comunicado en el que la banda terrorista asumió el atentado, Portell era un «agente» del Gobierno español que se había dedicado a «desprestigiar» a la organización. La rama política de ETA se desmarcó de inmediato del crimen, antes incluso de que el sector militar lo reivindicara. Al parecer en el asesinato intervinieron tres activistas. Dos se acercaron al vehículo del periodista, uno a la parte trasera y otro a su ventanilla. Le dispararon a bocajarro y después se subieron a un automóvil en el que les esperaba un tercer etarra para escapar. Un año antes de ser asesinado, Portell había ejercido de mediador en la apertura de conversaciones entre el Gobierno de Suárez y ETA.

El crimen nunca se resolvió ni sus autores fueron identificados. Y el sumario jamás llegó a la Audiencia Nacional porque fue destruido. «Mi marido –el primer periodista español asesinado por la banda– era incómodo para la extrema izquierda y la extrema derecha», afirma Carmen en su casa, en el mismo salón donde oyó los disparos hace cuatro décadas. Ella no lo sabía, pero su marido había sido amenazado por facciones fascistas con carteles en su coche en el que le insultaban, le llamaban «rojo» y le advertían de que tuviera cuidado.

«Han matado a papá»

Los sueños de la también escritora se habían hecho añicos. Unos sueños que habían empezado a fraguarse años antes en Barakaldo, de donde era natural el matrimonio. «José Mari fue el primer periodista del municipio, yo la segunda». Antes de ser novios ya se conocían porque con sólo 13 años Carmen había ido a verle para que le explicara los estudios que había que completar para poder cursar Periodismo –él era 12 años mayor que ella–. Pero todo se fue al traste aquel terrible 28 de junio, cuando un médico de Cruces le confirmó que su esposo había fallecido. Su primer pensamiento fue «mi vida se ha acabado», pero un «resorte interior» de supervivencia tiró de ella, impidió que se «dejara ir» y le dio fuerzas para reunir a sus hijos en una habitación y decirles que habían «matado a papá». El mayor tenía 12 años. El pequeño, 3.

Su domicilio se convirtió en un ir y venir de gente, de pésames, de condolencias. Una nebulosa que la persiguió también en el funeral, multitudinario en presencia y en buenas palabras institucionales. Pero después llegó el silencio, el vacío de una víctima que no encontraba consuelo pero que necesitaba recuperarse lo más pronto posible al convertirse en el único soporte familiar, tanto emocional como económico. «Me sentí totalmente desamparada», confiesa. Durante un tiempo junio desapareció de los calendarios que marcaban su día a día. Carmen arrancaba la página de ese mes para que el recuerdo, que «siempre está ahí», surgiera al menos mitigado. Hoy, a sus 73 años, habla de «aquello» con relativa calma, aunque no puede ocultar un halo de tristeza y melancolía. «Es que le quería tanto»...

Su tesón y entrega le permitieron rehacer su vida a pesar de tener que superar «enormes» dificultades, como un cáncer. Volvió a casarse y tuvo un sexto hijo producto de esa nueva relación. «Me ayudó muchísimo perdonar desde el principio», asegura cuando vuelve a echar la vista atrás. Puede resultar contradictorio porque en realidad Carmen no sabe quiénes fueron los asesinos de su marido, no tiene nombres, apellidos y rostros en los que proyectar ese gesto de generosidad. Pero a pesar de todo lo hizo, «sean quienes sean». Esta filosofía ha favorecido la consolidación de unos valores éticos y morales férreos que ha transmitido a sus hijos. «No han crecido en el odio», añade. Pero entiende a las víctimas que no han podido perdonar. Es una «experiencia tan dura y personal» que cada uno la afronta como puede.

En el aparador, una fotografía en blanco y negro plasma la felicidad de una familia que eligió Portugalete para prosperar. En ella aparecen Carmen, José María Portell y sus cinco hijos –ha añadido también una pequeña instantánea del sexto para completar el retrato–. ETA intentó arrebatársela.

Fotografía de la periodista junto a su marido, José María Portell, y sus cinco hijos.

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