El silencio en su interior contrasta con el ruido ambiental. Uno no se refiere solo al abundante tránsito en el lujoso oeste parisino, sino también a la controversia suscitada en la política española. Situado en el número 11 de la Avenida Marceau en París, enfrente ... de la Embajada de España y cerca de los Campos Elíseos, este palacete ha enfrentado al PNV con el PP y Vox. Los populares justificaron en buena medida su rechazo al decreto ómnibus tumbado junto a Junts hace 11 días en el Congreso por la devolución del edificio por el Gobierno a los peneuvistas. Una entrega que, salvo sorpresa, se consumará al haber asumido finalmente los de Alberto Núñez Feijóo la operación al anunciar su aval al nuevo texto legislativo parcelado.
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Millones de españoles, también las decenas de miles que viven en la región parisina, ignoraban hasta ahora la existencia del señorial inmueble. Y eso que se trata de un lugar lleno de historia e interés cultural. Es uno de los legados del exilio del Gobierno vasco durante el franquismo. Lo adquirió Marino de Gamboa Ucelay, un filipino con origen en Euskadi y nacionalidad estadounidense, con fondos del nacionalismo. Pero lo que sigue a debate, no ya político sino entre los historiadores, es a quién pertenece; en esencia, si a los peneuvistas o al Ejecutivo autonómico.
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El Gobierno vasco en el exilio, encabezado por el lehendakari José Antonio Aguirre, intentó pasar de puntillas ante la hostilidad de un París ocupado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1951, con la Cuarta República, cuando el régimen de Franco consiguió que las autoridades francesas de entonces, amparándose en una decisión tomada por la Francia de Vichy, otorgaran la propiedad al Estado español. Hoy acoge una parte de las oficinas del Instituto Cervantes y, sobre todo, su biblioteca en la capital francesa. Se trata de un edificio abierto al público, cuya actividad no se ha visto afectada por el acalorado debate al otro lado de los Pirineos.
Cuando uno entra por su puerta arqueada y se adentra en el patio, se encuentra con una placa que recuerda un momento emblemático. Y lo hace sin ninguna mención -no es ningún detalle anodino- a su pertenencia vasca en el pasado. «En este local se constituyó los días 8 y 9 de mayo de 1949 el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo», explica esa lámina. No es sorprendente que esa reunión se produjera allí dada la vocación europeísta y federalista del nacionalismo vasco. La placa fue colocada en 1991, durante el Gobierno socialista de Felipe González.
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Aparte de esa insignia, no se observa ninguna otra mención a su pasado vinculado al PNV. Se presenta el inmueble como la sede del Cervantes en París, pero en realidad se trata de su biblioteca, dado que el organismo realiza la mayoría de sus actividades en otro edificio, situado en una calle perpendicular. Biblioteca Octavio Paz es el nombre oficial del ahora conocido como palacete de la discordia.
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Cuando uno cruza una segunda puerta, allí se encuentra con un guardia algo soñoliento que habla un castellano fluido, aunque con ese marcado acento del que los franceses difícilmente logran desprenderse. Son las seis de la tarde de un día cualquiera y una de las trabajadoras del Cervantes hace las tareas de bibliotecaria sustituyendo a la secretaria habitual.
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«No soy de Vizcaya, sino de Guipúzcoa. No te olvides de que hay una fuerte rivalidad», recuerda esta simpática empleada, que ayuda a los visitantes a inscribirse y tomar prestados libros. En la Octavio Paz se encuentran probablemente los recursos bibliográficos más abundantes en castellano en París. También hay dos pequeños apartados dedicados a la literatura vasca y la catalana en la sala principal, con imponentes estanterías de madera oscura y presidida por un cuadro de Manuel de Falla.
El edificio es una de esas múltiples joyas de la arquitectura hausmaniana de la segunda mitad del XIX. Sus volutas, las decoraciones vegetales con forja de metal o una monumental escalera de madera coronada por un candelabro evocan esa riqueza arquitectónica del pasado. Bajo su aspecto elegante y burgués, el Cervantes en París celebra allí sus actos con más caché. Por ejemplo, la entrega a mediados de diciembre del premio Joan Margarit al poeta sirio Adonis, un acto al que acudió la alcaldesa parisina de orígenes gaditanos, Anne Hidalgo.
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Si finalmente sale adelante el nuevo decreto y se cierra la devolución al PNV, el edificio continuará acogiendo la biblioteca del Cervantes hasta finales de 2030. A cambio de ello, el Estado -no lo hará directamente la institución cultural- pagará un alquiler anual a la formación vasca. Un arrendamiento que fácilmente puede superar el millón de euros teniendo en cuenta los precios del mercado en esa lujosa zona de la capital.
Esta tarde de finales de enero, los visitantes pueden contarse con los dedos de las manos. Desde la administración, sin embargo, apuntan que varias decenas de personas acuden a la Octavio Paz cada día. Por el silencio que reina en su interior, es un lugar ideal para escribir una tesis doctoral. Y rizando el rizo, uno se imagina que consistiría en un doctorado dirigido por el historiador Enric Ucelay da Cal. Más allá del ruido político, resulta un lugar digno de una novela.
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