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Cinco alumnas del colegio CEU Virgen Niña se asoman a la reproducción, a escala real, del zulo de Ortega Lara. fotos: igor aizpuru
«Sólo he estado dos segundos en el zulo de Ortega Lara... ¡Qué agobio!»
Memorial de las Víctimas del Terrorismo

«Sólo he estado dos segundos en el zulo de Ortega Lara... ¡Qué agobio!»

Memoria. Alumnos del CEU Virgen Niña visitan el Memorial. Al llegar, no reconocen a Ortega Lara, pero su historia les conmueve

Jesús J. Hernández

Lunes, 2 de mayo 2022, 01:48

Los chavales, de 15 años, esperan en el hall del Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Van a sumergirse en el capítulo más oscuro de la historia reciente del País Vasco. Han oído hablar del terrorismo, les suena. Pero se les antoja como un pasado lejano, algo que sólo existe ya en los libros. Son alumnos de cuarto de la ESO que estudian en el CEU Virgen Niña de Vitoria, un centro concertado de la capital de Euskadi. Su directora y la profesora de Historia de este curso, Henar Parra, les ha pedido que pregunten sobre el tema en sus casas. «Es importante que lo hablen allí porque cada uno puede tener experiencias cerca». Así que manejan más referencias que hace unas semanas. Pero tampoco muchas. Responderán al guía que saben quién fue Miguel Ángel Blanco pero admitirán, en 'petit comité', que ninguno de ellos reconoce quién es ese hombre con barba desaliñada, jersey rojo y la mirada perdida. Están ante la foto de Ortega Lara, el día de su liberación.

El imaginario vasco de la violencia, el repertorio de símbolos que la sociedad lleva tatuados en la memoria, se va difuminando en ellos. Eso explica que, cuando empieza la visita, no se inmutan ante el magnífico mural de José Ibarrola. El paraguas rojo, boca abajo, junto al cuerpo sin vida de José Luis López Lacalle está grabado a fuego en todos los que vimos aquella imagen. Es un icono, un paraguas que algún día se daría la vuelta y se convertiría en un mar de paraguas clamando contra ETA. Para ellos, es simplemente un mural con muchos paraguas. «Habla también de un sirimiri que acaba calando siempre, como hacía el terrorismo», dibuja el guía.

La siguiente sala los dejará estupefactos. Entramos en la reproducción a escala real del zulo de Ortega Lara. Sofía, Angela y Leire son las primeras en entrar. Tocan las paredes que un adulto puede alcanzar a la vez desde el centro, miran el catre, se fijan en el póster de un mar en la pared. Salen rápido. «Es claustrofóbico. Yo ahí no aguanto. Me he agobiado en dos segundos». «No me quiero imaginar 500 días». «Y eso que aquí nos han dicho que está mejor porque no hay humedad». «Imagínate pasar aquí el confinamiento, no aguanto». «¿El aire aquí por dónde entraba?». «Lo peor es que él no sabía si iba a salir vivo». «Es peor de lo que te imaginas».

Observando las armas y bombas que usaban los etarras.

Avanzamos charlando por los pasillos. Amaia Montoya tiene 16 años. «No he vivido cerca el terrorismo, pero he oído de varios atentados. Recuerdo el de Fernando Buesa. A mí este tema me interesa y mi padre me ha explicado cosas porque también le gusta la historia y la política. Tengo ganas de enterarme un poco más». ¿Por qué Buesa, concretamente? «Porque cuando voy al cole paso por donde está la piedra y la placa», explica Amaia. El monolito donde cada año se recuerda al político y su escolta, Jorge Díez. «A Buesa le conozco por el pabellón», admite otro alumno. Los vestigios mantienen viva la memoria de uno de los atentados que más conmocionó a los vitorianos.

La única noticia de ETA que recuerda Iñigo Beschinsky es la disolución definitiva, en 2018. Esta quinta ha nacido en 2006 y tenía entonces 12 años. «Me interesa saber cómo empezó porque ha sido algo que ha dejado muchos afectados».

En la 'sala de inmersión', donde las imágenes y los testimonios de las víctimas les rodean.

Reunimos al grupo y les soltamos una pregunta. ¿Cuántos muertos ha provocado ETA, aproximadamente? «5.000». «2.000». «15.000». «7.000». Ninguno anda cerca. El guía les habla de esas 853 vidas segadas y, en la parte final, muchos se ponen los cascos para escuchar el testimonio de las víctimas. Alguna alumna, discretamente, se emociona.

El respeto que muestran durante toda la visita es reverencial. El silencio durante las proyecciones es absoluto, impresiona. En esa que llaman «la sala de inmersión», las imágenes en vídeo y las voces les rodean. Todos se sientan y escuchan con gesto grave, muchos cruzan sus manos mientras escuchan los testimonios que se suceden, supervivientes de Hipercor, Bataclán o el 11-M.

«¿Quién es este?»

A todos les llama la atención que existan «tantos documentos, pruebas y cartas». Leen las misivas de 'Pagaza'. Les impresiona escuchar el aviso de bomba que precedió al atentado de la T-4. Se estremecen con el texto de las amenazas directas que se remitían por correo. «Estamos otra vez en su portal señor Vela. La próxima vez que vengamos será directamente para volarle la cabeza».

Escuchan con atención la historia del GAL y luego el grupo se detiene cerca de una urna con pistolas y ametralladoras. «¿Este quién es?», preguntan al ver la foto de Thierry descamisado y con la mirada iracunda en su detención en Francia.

Las claves

  • Suelen pasar por el Monolito Saben más de atentados que dejaron vestigios. Conocen a Buesa por la placa y por el pabellón.

  • Aproximación en cifras «¿Cuántos muertos ha provocado ETA», le preguntamos al grupo. Alguno calcula que 15.000

  • La valoración de los chavales «Este no es uno de esos museos aburridos. Entiendes lo grave que fue todo. Te metes en su piel»

Entre los chavales surgen debates de sobra conocidos. «¿Y ahora quieren que vengan los etarras que hicieron todo esto?», se pregunta una alumna. Otra la responde que ella conoce «a una niña que su padre está en la cárcel y ella no tiene la culpa de nada». Muchos se interesan por «si han detenido a todos o los siguen buscando».

Poco a poco, la visita toca a su fin. Esperaban pasar una hora y han estado dos. Sofía Álvarez, Marta Garnica y Ángela Hernández salen impresionadas con lo que han visto. «Este no es uno de esos museos aburridos. Entiendes lo grave que ha sido todo. Te metes en la piel y entiendes lo que ha pasado».

El historiador Raúl López Romo es el responsable de educación del Memorial. «Les animamos a que traten el tema previamente y les damos materiales para reflexionar». Hay visitas en castellano, euskera, francés e inglés y han pasado hasta ahora una veintena de centros, la mayoría vascos y navarros. Han creado incluso un cómic y un videojuego. La profesora Henar Parra sale muy satisfecha. «Esta es una buena manera de acercarse a buena parte de la historia del siglo XX y despertar su curiosidad». Los chavales no tienen prisa. Tardan en salir, comentan, discuten. Les mueve. Han descubierto que esta es también su historia.

«A mi padre también le amenazaron»

Pongamos que se llama Paula porque una debe poder decidir lo que quiere contar a los de clase. Su padre formó parte de esa numerosa legión de amenazados directos por ETA -empresarios, políticos, jueces, periodistas-. Tiene la mirada atenta y sabe más que el resto. «A mi padre también le amenazaron», confiesa de pronto. Se detiene ante las pegatinas que reproducen amenazas. Ella sabe lo que es revisar los bajos en Vitoria y recibir una carta que complica tus vacaciones. Su gesto cambia cuando el guía recuerda que ETA mató a una veintena de concejales. Paula es la que ha sufrido la violencia de un modo más directo pero no la única en este microcosmos que es una clase de 26 alumnos. Hay varios alumnos que tienen familiares que la han padecido en carne propia. Esta es la otra vía por la que algunos jóvenes conocen el terrorismo, la más dura. Porque les tocó de cerca.

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