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Ramón Gorriarán
Sábado, 25 de enero 2020, 10:29
La visita a Madrid del presidente «encargado» de Venezuela ha puesto en un aprieto a Pedro Sánchez. El presidente del Gobierno no recibirá a Juan Guaidó y trasladó la interlocución a la ministra de Asuntos Exteriores. Un planteamiento equivocado, a juicio de Felipe González, y ... un acierto para José Luis Rodríguez Zapatero. Sabido era que ambos mantienen posiciones dispares sobre la situación en Venezuela, pero los dos jarrones chinos del PSOE, según la definición de González para los expresidentes del Gobierno, escenificaron este viernes con rotundidad la disparidad de criterios que hay en el Ejecutivo y entre los socialistas sobre el tratamiento que se debe dar al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Su legitimidad es reconocida por España y medio centenar de países más, Pero Sánchez decidió no recibir este sábado a Guaidó y no dio explicaciones por el portazo.
Una posición cuanto menos extraña porque el líder socialista fue el primer presidente de los países con peso en la Unión Europea que le reconoció como presidente legítimo de Venezuela. Para dar empaque al gesto, lo hizo en una comparecencia extraordinaria en La Moncloa celebrada el pasado 4 de febrero a pesar de los reparos del que era su ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ahora jefe de la diplomacia comunitaria.
La diferencia entre aquel momento y el actual, apuntan en círculos socialistas también sorprendidos por la situación creada, es que entonces Sánchez gobernaba en solitario y ahora lo hace en coalición con Podemos, un partido vinculado, al menos en el pasado, con el chavismo. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, se refiere a Guaidó como «dirigente muy importante de la oposición», una fórmula elíptica para decir que Nicolás Maduro es el presidente legítimo del país americano.
Esta servidumbre de la coalición es una de las escasas explicaciones que atinan a dar los socialistas porque Sánchez no ha ofrecido ninguna razón en público y el Ministerio de Asuntos Exteriores, tampoco.
La negativa de Sánchez a recibir en La Moncloa al líder venezolano tiene aún menos explicación después de que se haya entrevistado esta semana con el primer ministro británico, Boris Johnson, con la canciller alemana Angela Merkel, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, además de los líderes de los principales partidos europeos durante una visita a Bruselas.
En el Gobierno apuntaron que no hay razones ocultas detrás de la decisión de Sánchez. Simplemente se acordó que la interlocutora fuera la ministra Arancha González Laya. La reunión se celebrará este sábado a las cuatro de la tarde. La jefa de la diplomacia, de visita ayer en Marruecos, señaló que recibirá a Guaidó «en nombre del Gobierno de España, que le reconoce como presidente de Venezuela y que quiere un arreglo entre venezolanos». Señaló que, al igual que hace un año, el deseo de España es que haya en Venezuela cuanto antes «elecciones libres y democráticas», y que va a recabar de su invitado «cómo pueden apoyar» para avanzar en esa dirección.
En el entorno de Guaidó no se esconde el malestar por el desplante de Sánchez, pero el presidente encargado ha preferido no ahondar en el asunto y optó por el lenguaje diplomático. «Ya coincidiremos en agenda o si no lo recibiremos pronto en Caracas», comentó en una conferencia de prensa en Davos.
La polémica se vio azuzada por el inusual encontronazo entre los dos expresidentes de Gobierno socialistas. Abrió el fuego Zapatero. «Sánchez acierta con no recibir a Guaidó», dijo en la cadena Ser. El exgobernante, que desempeña por su cuenta y riesgo labores de mediación en Venezuela, señaló que con la experiencia que le dan sus «39 viajes» a ese país puede decir que «hay mucha desinformación» sobre la situación. «El 90% de la información está sesgada», subrayó para poner en tela de juicio el papel de Guaidó.
La respuesta de González fue fulminante y excepcional porque emitió un comunicado para apuntar que el presidente encargado es «el único representente legitimado» de ese país, según su Constitución. Es, prosiguió, el contrapeso «al poder fáctico representado por la tiranía de Maduro», que ha convertido a Venezuela en «un Estado fallido».
Zapatero, lejos de callarse, replicó para reclamar que se reconozca a «las dos partes porque las dos existen, más allá de los títulos y la legitimidad». Sería más útil que actuar como «hooligans» de uno y otro bando. En este sentido, la posición de Felipe González, añadió en un acto en Valencia, «no parece muy moderada».
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