El despacho de abogados de los hermanos Múgica Heras de San Sebastián está prácticamente como lo dejó su padre el 6 de febrero de 1996, el día en que dos miembros de ETA le abordaron en plena calle y acabaron con su vida de un ... tiro en la nuca. Los tres hijos del socialista Fernando Múgica Herzog habían pasado juntos aquella mañana en el bufete y cuando se acercaba la hora de ir a comer, José María, el mayor, fue el primero en salir para hacer un recado. Caminaba justo por la acera de enfrente cuando escuchó la detonación y vio cómo los etarras 'Txapote' y Valentín Lasarte huían del lugar tras dejar a su padre herido de muerte y desplomado en la acera. José María echó a correr hacia allí. Se encaró con uno de los terroristas que le encañonó y le dijo: «El siguiente serás tú». Era el etarra Lasarte, hoy en libertad tras acogerse a la 'vía Nanclares'. Su madre, Mapi de las Heras, regresaba de Pamplona cuando se enteró por la radio del coche que había habido un atentado, aparcó el coche por si decían su nombre y en ese momento supo que «lo habían matado».
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Una fotografía de Fernando Múgica y una menorá dorada, que recuerda su origen hebreo, presiden desde hace años el despacho personal del bufete que abrió en los 70. En su puerta todavía existe una mirilla por la que los escoltas, que los hermanos llevaron durante años, vigilaban si quien entraba al piso era un cliente o un terrorista.
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-Tras el asesinato decidieron quedarse en San Sebastián.
-José María Múgica: Fue una opción vital tomada libremente por cada quien. Nosotros teníamos aquí el lugar de trabajo y decidimos quedarnos a pie de obra y en lo que era el combate en aquellos años. Otra opción vital absolutamente legítima es la de decenas de miles de ciudadanos vascos que se fueron a otros lugares de España escapando del espanto. En ese segundo apartado estaría el caso de mi madre. Se marchó a los pocos años.
-¿No podía seguir viviendo aquí?
-J. M. M.: Era una situación de asfixia, hay que recordar cómo se vivía aquí hace 20 años.
-Rubén Múgica: Insultos por la calle, era una agresión permanente, comentarios despectivos, desplantes de todo tipo.
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-J. M. M.: Esto donde mejor se ha visto en la historia del siglo XX es en el nazismo. Eran bandas de matones que recordaban tanto a las bandas de matones nazis. Luego estaba la equidistancia como subproducto de amoralidad.
Fernando, el mediano, decidió marcharse a Madrid en el 2000. «La amenaza era constante y afectaba a muchas personas. Era una amenaza de exterminio. Así interpreto el asesinato de mi padre como parte de la política de exterminio de los partidos de oposición al nacionalismo», repasa al teléfono, mientras recuerda que ya habían intentado matar a su padre en otras ocasiones, en 1984 y 1989. De hecho «habían ido a matarlo el día anterior al atentado, un lunes, pero no lo pudieron hacer porque yo le llevé en coche a su casa».
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Fernando Múgica no tuvo la fortuna de conocer a sus cuatro nietos, hoy veinteañeros. Fue asesinado cuando el mayor tenía cuatro meses de vida. Los tres hermanos han sido los encargados de transmitirles la figura de un hombre «profundamente respetuoso y que tenía muy claro el sentido de combatir los totalitarismos, fueran los que fueran».
-¿Cómo les han contado que su abuelo fue asesinado?
-J. M. M: Eso fluye a lo largo del tiempo de una forma natural. Pero de lo que se trata es de que capten la potencia inmensa de la memoria, de dónde se viene, como guía para distinguir lo que está bien de lo que está mal.
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-¿Creen que algún día escucharán del mundo de la izquierda abertzale que matar estuvo mal?
-J. M. M.: Eso no va a ocurrir (Rubén calca al unísono la misma respuesta). Porque ellos tienen memoria, saben de dónde vienen y reivindican esa memoria. Lo que es imperdonable es que los demócratas arruinemos nuestra propia memoria democrática y el combate contra la criminalidad terrorista.
-R. M: Hay otra cosa imperdonable en el conjunto de la clase política española que es el ejercicio constante durante más de cuarenta años de mojigatería, pensando que del mundo de la llamada izquierda abertzale podía venir algún gesto.
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Fernando Múgica | El mediano
Cuando se les pregunta por el día del asesinato, Rubén confiesa que ha tenido «la mala suerte» de coincidir tres veces en la calle con Valentín Lasarte. «Como todos los etarras condenados por asesinato que salieron de la cárcel, pasean tranquilamente por la calle porque saben que ninguna víctima del terrorismo se va a tomar la justicia por su mano».
Reivindica el derecho de su familia a mostrar públicamente «el mayor de los desprecios hacia un criminal como Valentín Lasarte y el resto de la banda». Y reclama «el derecho a que ningún político con aspecto respetable y gesto aparentemente bien intencionado nos venga con la monserga de la reconciliación y la paz y la convivencia». Los Múgica piden que se reconozca que en Euskadi hubo durante décadas «un proyecto totalitario de persecución ideológica del adversario».
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-¿Y cuándo se cruza con Lasarte cómo reacciona?
-R. M.: Te quedas parado. Hace unos meses, me lo encontré en el juzgado y él me reconoció.
-¿Nunca le ha dicho nada?
-R. M.: No, porque para cuando reaccionas, ya ha pasado. Pero vaya para él el desprecio y ningún animo de convivencia, ni encuentro...
Múgica Herzog no compartía si tenía o no temor de que le pasara algo, pero su hijo Fernando recuerda que «al final estaba muy decepcionado con la trayectoria del País Vasco. Él había sido representante del PSOE en el Consejo General Vasco y estaba decepcionado de la deriva que se llevaba. Decía que los esfuerzos que habían hecho para crear la autonomía no habían valido para nada, porque había caído en manos de los brutos».
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