La viuda de Eugenio Olaciregui, Coro Villarta, repasa 25 años de ausencia.

«ETA mató a Eugenio primero con la mentira y luego con la pistola»

La viuda de Olaciregui, el vendedor de bicicletas asesinado en Donostia el 30 de enero de 1997, agradece la placa que el Ayuntamiento inaugura mañana en su memoria

a. gonzález egaña

Viernes, 28 de enero 2022

Coro Villarta tenía 35 años cuando ETA partió su vida en dos. Un pistolero de la banda terrorista asesinó a su marido, Eugenio Olaciregui Borda, de un tiro en la cabeza y por la espalda, el 30 de enero de 1997. «Me encontré de la ... noche a la mañana con una horrible pesadilla, sin comerlo ni beberlo, sin ninguna razón de ser y sin poder entender absolutamente nada. Creía que lo que estaba viviendo no era real, pero no quedaba otra que asimilar, que digerirlo y, por mis hijas, intentar salir adelante», comparte la viuda del vendedor de bicicletas al que ETA acusó falsamente de ser el delator de Valentín Lasarte, detenido por la Ertzaintza diez meses antes. Hace ahora una década el propio etarra declaró ante el juez lo mismo que había mantenido siempre la familia de Eugenio, que la llamada que se hizo para avisar a la Policía vasca de dónde estaba Lasarte fue hecha por una mujer. «Nunca hubo una razón para que mataran a Eugenio. Las palabras de Lasarte, en las que revela que la llamada fue hecha por una mujer, confirman nuestra verdad», afirmaron los Olaciregui Villarta en 2012 y lo siguen repitiendo allá donde van.

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Cuando le asesinaron, Olaciregui llevaba trabajando tres años como vendedor de bicicletas en un establecimiento de Oiartzun. El 25 de marzo de 1996, el miembro del 'comando Donosti' Valentín Lasarte acudió junto a una mujer a esa tienda a comprar dos bicis y ETA llegó a la conclusión de que fue él quien le delató. «Le cogieron como cabeza de turco. Fue una amenaza a la sociedad. Les daba igual que fuera mi marido u otra persona. Se tenían que cargar a alguien y les daba igual, como a tantos otros. Lo que está claro es que ETA mató a Eugenio primero con la mentira y luego con la pistola».

Eugenio Olaciregui y Coro Villarta con su hija mayor, Ainara, en una foto del álbum familiar.

Olaciregui tenía 39 años y era padre de dos niñas de nueve y dos años, Ainara y Maialen, cuando ETA acabó con su vida a las 3.30 de la tarde de un jueves, al salir de su casa en el barrio de Ategorrieta de San Sebastián. En ese mismo lugar, mañana a las doce del mediodía, un día antes de que se cumplan 25 años del asesinato, el Ayuntamiento donostiarra colocará una placa en su memoria. Al acto asistirá una amplia representación de la familia más directa, hermanos de Eugenio y cuñados, así como los hermanas de Coro y los sobrinos por ambas partes.

«No nos dejaron verle»

La de Olaciregui será la vigésima placa que coloca el consistorio dentro de la iniciativa impulsada para dar visibilidad en el espacio público a las víctimas del terrorismo y la violencia política. Villarta agradece el gesto del Ayuntamiento y cree que puede servir para que «se conozcan muchas de las cosas que han pasado en esta ciudad, que han sido muy fuertes y dolorosas».

En la radio

«Escuché el apellido Olaciregui y me quedé paralizada. Pensé: 'Se habrán equivocado'. Fui a la residencia y ya ni le vi»

El caso Olaciregui es uno de los más de 300 asesinatos de ETA sin resolver. De hecho está considerado como uno de los atentados con menos colaboración ciudadana. «De todo lo que tiene que ver con el esclarecimiento se encarga más el hermano mayor de Eugenio. Y lo están intentando... Cuando se habla de acercamiento de los presos suelo pensar que eso está bien, que ellos tendrán sus derechos, pero también los demás tenemos derecho a saber quién mató a nuestro familiar».

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- ¿Aquella tarde cómo se enteró de que algo había ocurrido?

- Yo salí antes de casa con mis hijas para llevarles al colegio y en el trayecto oía muchas sirenas, ambulancia... A la altura de la calle Prim, con el coche en doble fila, ya había dejado en el colegio a mis hijas, pasó una ambulancia y lo que menos podía pensar era que ahí estaba mi marido... Cuando llegué al trabajo, en un negocio familiar, pusimos la radio y me enteré de que había habido un atentado donde yo vivía. Pensé que podía ser algún empresario... De repente escuché el apellido Olaciregui y me quedé paralizada. Pensé: 'Se habrán equivocado'. Fui a la residencia y ya ni le vi. No nos dejaron verle por cómo estaría.

- Y ahí empezó su pesadilla

- Yo decía que no podía ser, que no podía ser... Me eché a llorar... Quería negar la realidad. Empecé a pensar que Eugenio ya no iba a ver crecer a sus hijas...

Asesinato sin esclarecer

«Cuando se habla de acercar a los presos pienso que tienen sus derechos, pero también los demás tenemos derecho a saber quién mató a nuestro familiar»

Villarta recuerda a su marido como «una persona excepcional, con un carácter muy alegre, entregada por entero a su familia, a vivir para el deporte y a intentar ser un trabajador modelo». Ocupaba el poco tiempo libre del que disponía en la organización de actividades infantiles para el barrio.

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Sus hijas, Ainara y Maialen, han hecho muchas preguntas a su madre a lo largo de todos estos años. «La pequeña, a base de ver fotos y de hablarle y contarle cosas, le ha podido ir conociendo. Pero no tiene vivencias físicas, no se acuerda de su padre porque era muy pequeña. Eso no lo ha llevado bien, lo ha sobrellevado, pero con mucho dolor», asegura.

Villarta tuvo que hablar con la psicóloga del colegio porque no sabía cómo contar algo así a sus hijas. «Maialen se tiró año y medio preguntando por su padre y yo no sabía qué decirle». En medio de tanto dolor sabía que iba a llegar un momento en que iban a necesitar una explicación. «La psicóloga me asesoró: 'Cuéntalo de la manera más suave posible, acorde a su lenguaje. Diles lo que le hicieron, más vale que les digas verdades que no mentiras'. Y así lo hice. Con mucho tacto les tuve que contar la verdad. Y con la verdad han vivido».

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