«Cuando mataron a mi marido, me fui a donde nadie me conociera»
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Avelina Vázquez, la mujer de Manuel Hernández Seisdedos, habla por primera vez sobre el asesinato de su marido a manos de ETA40 años ·
Avelina Vázquez, la mujer de Manuel Hernández Seisdedos, habla por primera vez sobre el asesinato de su marido a manos de ETAAvelina Vázquez, de 72 años, responde al teléfono desde A Coruña. Su historia es tan dura que le tiembla la voz y le falta el aire al contarla. Han pasado 40 años y hace un esfuerzo titánico para hablar por primera vez del asesinato de ... su marido a manos de ETA. Una muerte violenta que jamás se le pasó por la cabeza a «esta gallega que llevaba siete años en Getxo, que no sabía nada de política». Tampoco él imaginó aquel final jamás. «No había recibido amenazas. No que yo supiera».
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Manuel Hernández Seisdedos regentaba una armería que era también tienda de deportes en el número 9 de la calle Amistad, en Getxo. Por allí pasaban a comprar artículos algunos guardias civiles y policías nacionales. Es casi inimaginable pero aquello era suficiente en los años 80 para convertirse en objetivo de un comando.
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El jueves 26 de noviembre de 1981, dos hombres, a cara descubierta, esperaban a Manuel Hernández a las puertas de su armería, que hoy es un conocido restaurante italiano a cinco minutos del Puente Colgante. «¿Está ya abierto?», dicen las crónicas que le preguntaron antes de pasar al interior y descerrajarle dos tiros. Avelina se estremece al recordar que sus dos hijas pequeñas estaban presentes. «Tenían 4 y 5 años, a punto de cumplir 5 y 6, porque son de diciembre y enero». Su padre abría el comercio cada día, esperaba a que llegara la empleada a las nueve y entonces acompañaba a las niñas hasta una guardería cercana. Una rutina que no hizo cambiar los planes de los terroristas.
Tras el asesinato, una de las hijas salió aterrada corriendo escaleras arriba y la otra acertó a llegar a un estanco cercano y pidió ayuda. «Un hombre le ha dado al botón de la pistola y ha matado a mi padre». Según las crónicas de la época, ésas fueron sus palabras.
¿Ellas recuerdan el atentado? «Algo recuerdan, a ráfagas». ¿Se habla en casa de lo que pasó? «Sinceramente, he procurado no hablar. He preferido no hablar para no ahondar más en el dolor. Pasó lo que pasó y ellas estuvieron presentes», se duele. «Tardé mucho en poder hablar de esto. Me cuesta muchísimo todavía. Ellas -sus hijas- comentarán algo con los suyos pero tampoco son de manifestarlo abiertamente. Esto es algo muy íntimo. Es muy duro, muy complicado de entender».
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Los sanitarios llevaron al hospital de Basurto a Manuel Hernández, a donde llegó «en parada cardíaca y con una bala alojada en el cerebro». Fue operado de urgencia pero salió del quirófano «clínicamente muerto» y falleció 48 horas después. «No nos dieron esperanzas en ningún momento. Sabíamos que se moría desde el principio», recuerda su mujer.
Avelina era profesora de Primaria en el colegio público Pedro Arístegui, de Las Arenas. «Cuando mataron a mi marido, pedí el traslado pero no me lo dieron hasta mayo. En aquella época no había ayudas, ni nada». Tiró adelante, como pudo, con sus dos hijas. «Fue un buen esfuerzo, claro», describe con humildad desde A Coruña, donde siguen viviendo las tres, haciendo piña. Vendió el piso de Romo «porque se me hacía costoso mantenerlo, pero sigo yendo a Bilbao a ver a algunos amigos». La autoría del crimen «no ha sido aclarada todavía», aunque se condenó a un colaborador. La Policía encontró en la trastienda un casquillo de calibre 9 milímetros, Parabellum, la firma habitual.
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Era la marca del plomo en los años del silencio. ¿Hubo algún apoyo por parte de los compañeros del colegio o algún vecino? «Hubo algo, con pinzas, como eran las cosas antes». Algún comentario en un pasillo dando ánimos, algún gesto aislado. En aquel momento, «lo que más necesitaba era marcharme a donde nadie me conociera». «Donde nadie me preguntase», recalca. Volvió a su Galicia natal, pero optó por vivir en A Coruña en lugar de Ferrol, donde residían sus padres. «Luego ellos se vinieron conmigo, a mi casa. He tenido mucha ayuda de mis padres. Era hija única. Mi trabajo estaba en Malpica, a 60 kilómetros de mi casa. Sin ellos, habría sido imposible».
Manuel Hernández Seisdedos nació en la localidad salmantina de Villarino de los Aires, cerca de la frontera portuguesa, y vino de niño a vivir a Euskadi. «Nos conocimos en Ferrol porque le tocó hacer la mili en Galicia. Nos casamos cuando terminé la carrera». Ella encontró un empleo de lo suyo en Bizkaia. Él trabajaba desde los 14 años en otra armería de la calle Amistad y decidió dar el paso y establecerse por su cuenta con 28 años. Tenía 32 cuando ETA acabó con su vida. Era todavía «un chaval» al que sus vecinos calificaban como «muy cordial, afable y extrovertido». «Manuel era muy familiar y se llevaba bien con todo el mundo», retrata Avelina con cariño. Nunca tomó medidas de seguridad ni tuvo miedo. Quién puede querer matar a alguien así.
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